En el río Uruguay, “enfrente” han aparecido dos proyectos, de igual tenor, dos papeleras, una española y otra finlandesa, que se proponen producir celulosa en gran escala a transferir hacia los países que precisamente han hecho las instalaciones.
En el río Uruguay, “enfrente” han aparecido dos proyectos, de igual tenor, dos papeleras, una española y otra finlandesa, que se proponen producir celulosa en gran escala a transferir hacia los países que precisamente han hecho las instalaciones.
Las cuentas parecen claras: nos traen los chirimbolos técnicos, nos usan la materia prima, nos dejan los desechos y se llevan lo que “ellos” necesitan.
No es nada demasiado nuevo. Es lo que se ha estado haciendo en el último medio milenio, océanos por medio (probablemente algo ya se hacía antes, pero sin saltos transoceánicos).
Pero el trámite y los “actores” en juego son peculiares.
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