¿Por qué tan enamorados de las apariencias?
Luis Fernando Coss
3 de octubre de 2005
Una de las experiencias más desconcertantes es ver a gente inteligente comportándose como personas necias. Fue esa la sensación que tuve al ver y luego leer la portada y el reportaje de El Nuevo Día sobre “el arte de vivir en el clandestinaje”.3 de octubre de 2005
Antes de gastar esfuerzos en un tema tan inútil, la dirección de El Nuevo Día pudo haber pensado en otros ángulos de mayor trascendencia. A fuerza de una competencia débil o controlada, y quizá también de profundos prejuicios ideológicos, están haciendo exactamente lo mismo que ocurrió con Maravilla y antes con Vieques. Las autoridades federales, el poder político y el militar, gozan de todas las consideraciones. Pueden mentirle en la cara a sus reporteros y al país, y al periódico no se le mueve un pelo.
El FBI ha estado implicado o ha sido el artífice de actos reprochables desde su fundación. Simular lo contrario es una afrenta. Ocuparse de los estilos de vida del clandestinaje sería oportuno para la revistas de farándula o de economía, cuando la ropa de camuflaje guerrillero salte a la moda y se le dediquen pasarelas y homenajes en el club Rotario... ¿no les parece, ahora, algo absolutamente trivial?
Ya antes nos han endilgado su desesperada preocupación por la “forma” en que ocurrieron los incidentes en el que resultó muerto Filiberto. ¿Tiene sentido preguntar con tanta insistencia quién disparó primero cuando se trata de una emboscada o de la presencia de un pelotón de fusilamiento? Subrayaron en titulares de portada que habían contradicciones en la versión del FBI, justo cuando tenían en sus manos la información oficial del Instituto Forense de que Ojeda Ríos había muerto desangrado. Luego los Macheteros claman por "justicia", y ahí viene otra excusa para llevar al FBI a la portada, ahora como niños buenos amenazados injustamente por una “organización clandestina”... que no ejecuta nada extraordinario hace quince años y ¡¡que ellos mismos dan por desarticulada!!
Es tarde para una actitud sumisa. Filiberto no es el primer asesinato político ni la primera maniobra en que se violan derechos fundamentales de los independentistas y los puertorriqueños en general. Recuérdese COINTELPRO o la cadena de acciones contra Juan Mari Bras, quien más allá de ser víctima de correspondencia fatula contra su familia y sus amigos, pagó el precio más alto con el asesinato de su hijo mayor. Ahí están, todavía, el cerro Maravilla, Carlos Muñiz Varela, Ángel Rodríguez Cristóbal, ¡las carpetas federales que se niegan a devolver! De paso, si tanto preocupa el “arte” del clandestinaje, pasen revista de la guerra sucia que libró el FBI contra los black panthers, Martin Luther King, Chomsky, los científicos de Palo Alto, los estudiantes universitarios, los sindicatos, etc…
¿Qué espera la prensa puertorriqueña para poner al día todas esas cuentas? ¿Dónde están los suplementos especiales, las historias de fondo, siempre tan prestas en casos mil veces menos meritorios? ¿Por qué se pierde el foco con tanta facilidad en el caso de Filiberto?
¿Sería mucho pedir que El Nuevo Día note la diferencia entre un asesinato político, un hecho trascendental, y la rutina de hacer noticias de consumo?
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