miércoles, enero 09, 2008

¿Merece realmente un Nobel?

Al Gore exhorta a actuar contra el calentamiento global, pero ¿qué ha hecho?

Por Carmelo Ruiz Marrero / Director del Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico / El Nuevo Día / 19 octubre 2007

Muchos son los ambientalistas que están eufóricos con el premio Nobel otorgado al ex vicepresidente de Estados Unidos Al Gore. Para ellos, Gore, político tornado en estrella de cine, es un profeta y un héroe que no tiene miedo de decir la verdad inconveniente sobre el calentamiento global.

Su película “Una verdad inconveniente” ha educado y concientizado a millones de estadounidenses sobre la realidad y gravedad del problema del calentamiento del planeta. Ese mérito no se lo quita nadie.

Pero a riesgo de ser un aguafiestas, debo preguntar: aparte de su famosa película, ¿qué ha hecho Gore por el ambiente?

¿Y qué fuerza moral tiene él para predicar las virtudes ambientales?

En su película, Gore exhorta al gobierno de su país a firmar el Protocolo de Kyoto, pacto internacional para tomar acciones concretas contra el calentamiento global. Y dice con evidente orgullo que él estuvo presente en la conferencia internacional en Japón en 1997 en la que delegados del mundo entero firmaron dicho protocolo. Sí, él estuvo ahí como representante del presidente Clinton.

¡Pero no firmó nada!

Ese individuo que ahora se llena la boca con consignas ambientalistas le faltó el respeto al mundo entero ese día al rehusarse a firmar el protocolo.

¿Cómo puede Gore ahora exhortarle a los políticos que tengan las agallas que él no tuvo cuando fue vicepresidente? ¿Cómo es posible que haya ambientalistas que critican a Bush por no tomar acción contra el calentamiento global si su héroe Gore tampoco hizo nada? ¿Cómo es posible perdonarle a Gore lo que no le perdonan a Bush?

Sus defensores son rápidos en señalar que para entonces el Congreso estaba dominado por el Partido Republicano. Sus huestes ultraderechistas, dirigidas por el congresista Newt Gingrich, estaban determinadas a destruir la Administración Clinton-Gore y obstaculizar todas sus iniciativas (una situación parecida a la del “gobierno compartido” de un país tropical que conozco). Dado que Estados Unidos sólo puede entrar en un tratado internacional con la aprobación del Congreso, los republicanos fácilmente hubieran dicho “no” al protocolo y ahí se hubiera acabado la cosa.

¡Pero ese argumento no es más que un lloriqueo! Si Gore hubiera firmado el protocolo hubieran sido los republicanos los que hubieran quedado ante el mundo como unos infames. Ante la negativa del Congreso, Clinton pudo entonces haber firmado una orden ejecutiva. Y sin duda, los republicanos le hubieran declarado la guerra.

Hubiera sido un épico choque de poderes que probablemente habría terminado en la Corte Suprema. No sé quién hubiera ganado esa contienda, pero tal lucha hubiera sido la página más digna y honrosa en la carrera política de Gore. Sin embargo, ni Clinton ni Gore dieron esa pelea.

¡Vaya liderazgo!

Gore está muy presto para sacarle los trapos sucios a los republicanos. Pero nada dice en su película sobre la larga y lucrativa relación de su familia con la compañía petrolera Occidental. ¡Y después nos quejamos de los vínculos de la dinastía Bush a los intereses petroleros! ¿Es esto una doble vara o qué?

Occidental Petroleum, que tanto dinero ha aportado a las campañas electorales de Gore, es acusada de genocidio contra los indígenas U’Wa de Colombia.

Cuando pienso en la heroica lucha que ellos y los Huaorani de Ecuador llevan contra la expansión de la explotación petrolera en la jungla amazónica, se me ocurre que estos humildes, pero valientes pueblos son los verdaderos merecedores del Premio Nobel de la Paz.

Algunos liberales y ambientalistas ilusos en Estados Unidos ahora le están pidiendo a Gore que corra para presidente en el 2008.

Si acepta el reto y es electo presidente, les hará lo mismo que cuando fue vicepresidente: engañarlos.

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