viernes, enero 16, 2009


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...la región se va perfilando como actor autónomo en el escenario internacional. Así lo percibió The New York Times, pues el 17 de diciembre aseguró que Washington se sintió “despreciado” en las cumbres de Bahía, ya que los 33 países latinoamericanos y caribeños tomaron decisiones sin consultar a la ex superpotencia, que ya no puede dictar órdenes en lo que algún día fue su patio trasero. El influyente diario remarcó que “Estados Unidos se está convirtiendo en un jugador cada vez más distante en los asuntos de la región”, y que “ya no es y no va a volver a ser el mayor interlocutor de los países de la zona”. La incorporación de Cuba al Grupo de Rio puso en negro sobre blanco esas distancias.

Pese a que varios presidentes se mostraron confiados en que la región pueda superar los efectos de la crisis, fortalecer la integración y mantener altos niveles de crecimiento, no faltaron nubarrones. Las ausencias más destacadas fueron las del peruano Alan García y el colombiano Álvaro Uribe, los dos mayores aliados de Washington en Sudamérica. Aunque se insisitió en la necesidad de impulsar el comercio sur-sur, las dificultades que enfrenta el país líder de la región, Brasil, con sus vecinos Paraguay, Ecuador y Bolivia sobrevolaron las cumbres. Del mismo modo, el Mercosur no pudo llegar a un acuerdo para que las mercancías que ingresan al área de libre comercio paguen una sola vez la tarifa externa común, pero que no se vuelva a cobrar cuando es rexportada a otro país del bloque.

No son dificultades menores. Tienen suficiente importancia para poner más trabas aún al proceso de integración regional, que avanza demasiado despacio para las necesidades de muchos países. Avanzar en ese proceso supone que el país que pretende ser el líder regional, Brasil, resuelva algunas asimetrías, como las que mantiene con Paraguay por la compra de su energía a precios muy por debajo del mercado, gracias a un tratado firmado por ambas dictaduras. O que el gobierno de Lula deje de defender a las empresas brasileñas incluso cuando incumplen contratos, como sucedió con Odebrecht en Ecuador.

Pero lo más trascendente es que las medidas adoptadas hasta ahora no alcanzan para modificar el núcleo del modelo neoliberal. Salvo los países que promueven el ALBA, nadie cuestiona el libre comercio, piedra angular del modelo vigente.Ya no se habla del Banco del Sur, que puede armar una arquitectura financiera diferente. Si una región que busca su autonomía y cuenta con ocho de diez gobiernos que se proclaman progresistas y de izquierda no es capaz de cuestionar el modo de comerciar asentado en la rapiña, ¿quién y cuándo podrá hacerlo?

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