EDITORIAL DE HORIZONTE SUR
A continuación un editorial de mi amigo argentino Jorge E. Rulli de su programa radial Horizonte Sur. Los individuos Grobocopatel y Barañao a los que hace referencia en el primer párrafo son los zares de la soya en Suramérica.EDITORIAL DEL DOMINGO 18 DE ENERO DE 2009
Las noticias que nos llegan de Palestina son cada vez más espantosas, y comenzamos a comprender que Israel no solo parece haberse adueñado del gobierno norteamericano, sino que, en su extrema crueldad con la población civil en Gaza, está anticipando las próximas guerras del Imperio. Gaza es un laboratorio de las nuevas guerras, en que se experimentan armas pavorosas y pavorosas tecnologías, tales como los explosivos mezclados con polvo de tungsteno, que desgarran cuerpos y provocan cánceres en el mediano plazo, o los misiles de precisión aterradora que son capaces de volar una sola casa con toda la familia que la habita. Pensar que en Gaza se ensayan las nuevas guerras contrarrevolucionarias de la postglobalización o acaso de la etapa del poder del conocimiento, de que nos hablan Grobocopatel y Barañao, nos ayuda a comprender situaciones de la actual circunstancia argentina.
Comencemos por afirmar que el glifosato de Monsanto, es mucho más que un herbicida sistémico que acompaña a las sojas genéticamente modificadas. Numerosos estudios realizados en lugares como la frontera ecuatoriano colombiana sugieren que las formulaciones utilizadas durante la fumigación aérea con glifosato, tuvieron un importante efecto genotóxico sobre los individuos expuestos. Es decir, que existirían evidencias de destrucción de cromosomas en células, por exposición a glifosato durante las fumigaciones, y se indica la necesidad de realizar más estudios sobre individuos expuestos al tóxico, para determinar su posible influencia sobre el material genético y sobre su descendencia. Las fumigaciones aéreas que sufre Ecuador, son llevadas a cabo por el Gobierno colombiano con el pretexto de terminar con los cultivos ilegales. Ecuador ha presentado en enero de 2007, una protesta frente a la OEA por estas fumigaciones que "afectan a la población, a la flora, a la fauna y al medio ambiente de la región fronteriza ecuatoriana".
Cuando se investigan las circunstancias de la guerra contra los cultivos ilícitos en Colombia, se comienza a vislumbrar que el glifosato no es entonces solo un herbicida, sino que es también, un arma de control social como lo fue asimismo el agente naranja durante la guerra de Vietnam, apropósito del cuál, debemos recordar, uno de sus principios activos era el 2,4D, es utilizado profusamente dentro del paquete tecnológico de la siembra directa en la Argentina, en especial durante el período que se denomina de barbecho químico, antes de la siembra de la soja. El altísimo índice de abortos en muchas localidades rurales de nuestro país, puede ser con cierta seguridad atribuido al 2.4D. No obstante, resulta difícil escuchar hablar de estos riesgos y las voces médicas que lo hacen son rápidamente acalladas. Convengamos que estos paquetes tecnológicos, en especial el glifosato, son entonces, un arma contra las poblaciones, no importa que el fumigador no sea consciente de ello. El uso masivo del glifosato, tal como se lo emplea en la Argentina, y considerando que es imposible evitar la exposición ambiental a plaguicidas en pueblos rurales, obliga a la emigración de la población rural, del campo a la ciudad. El glifosato aporta de esa manera a ese imaginario propio de la globalización, de que el campo es un lugar destinado a cultivos industriales de gran escala, mientras que los lugares donde se vive o donde se debe habitar, son las zonas urbanas devenidas megalópolis, cada vez con mayor inseguridad y sumergidas en miserias y colapsos ambientales indescriptibles.
Comencemos por afirmar que el glifosato de Monsanto, es mucho más que un herbicida sistémico que acompaña a las sojas genéticamente modificadas. Numerosos estudios realizados en lugares como la frontera ecuatoriano colombiana sugieren que las formulaciones utilizadas durante la fumigación aérea con glifosato, tuvieron un importante efecto genotóxico sobre los individuos expuestos. Es decir, que existirían evidencias de destrucción de cromosomas en células, por exposición a glifosato durante las fumigaciones, y se indica la necesidad de realizar más estudios sobre individuos expuestos al tóxico, para determinar su posible influencia sobre el material genético y sobre su descendencia. Las fumigaciones aéreas que sufre Ecuador, son llevadas a cabo por el Gobierno colombiano con el pretexto de terminar con los cultivos ilegales. Ecuador ha presentado en enero de 2007, una protesta frente a la OEA por estas fumigaciones que "afectan a la población, a la flora, a la fauna y al medio ambiente de la región fronteriza ecuatoriana".
Cuando se investigan las circunstancias de la guerra contra los cultivos ilícitos en Colombia, se comienza a vislumbrar que el glifosato no es entonces solo un herbicida, sino que es también, un arma de control social como lo fue asimismo el agente naranja durante la guerra de Vietnam, apropósito del cuál, debemos recordar, uno de sus principios activos era el 2,4D, es utilizado profusamente dentro del paquete tecnológico de la siembra directa en la Argentina, en especial durante el período que se denomina de barbecho químico, antes de la siembra de la soja. El altísimo índice de abortos en muchas localidades rurales de nuestro país, puede ser con cierta seguridad atribuido al 2.4D. No obstante, resulta difícil escuchar hablar de estos riesgos y las voces médicas que lo hacen son rápidamente acalladas. Convengamos que estos paquetes tecnológicos, en especial el glifosato, son entonces, un arma contra las poblaciones, no importa que el fumigador no sea consciente de ello. El uso masivo del glifosato, tal como se lo emplea en la Argentina, y considerando que es imposible evitar la exposición ambiental a plaguicidas en pueblos rurales, obliga a la emigración de la población rural, del campo a la ciudad. El glifosato aporta de esa manera a ese imaginario propio de la globalización, de que el campo es un lugar destinado a cultivos industriales de gran escala, mientras que los lugares donde se vive o donde se debe habitar, son las zonas urbanas devenidas megalópolis, cada vez con mayor inseguridad y sumergidas en miserias y colapsos ambientales indescriptibles.
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