Biochar: ponerle gasolina al fuego
El 6 de abril de 2009 se lanzó una declaración internacional que firmaron 147 organizaciones de 44 países, todas organizaciones que se oponen a la “creciente tendencia y apoyo político que se está dando al carbón vegetal hoy llamado “biochar” (acrónimo de “biological charcoal”, carbón biológico). “Los grupos firmantes de la declaración”, dice un boletín de prensa de Econexus, el Grupo de Reflexión Rural y Biofuelwatch, “se oponen decididamente a la inclusión de los suelos en el comercio de carbono y en mecanismos de compensación, incluyendo el Mecanismo de Desarrollo Limpio. Los grupos afirman además que ‘la propuesta del biochar no toma en cuenta las verdaderas causas en las que radica el cambio climático’”. Los firmantes van de comunidades de campesinos a organizaciones “que trabajan por la protección de los bosques, redes ambientales internacionales y defensores de derechos humanos” y la declaración contínua abierta para que más organizaciones se unan con su firma.
La declaración lleva por título Biochar, una nueva amenaza para los pueblos, la tierra y los ecosistemas y fue lanzada para que coincidiera con una reunión en Bonn entre delegados de la onu y gobiernos, para discutir un acuerdo post-2012 sobre el cambio climático. “Una de las propuestas que se discutió, es la posibilidad de que se concedan créditos de carbono para el uso de carbón vegetal como aditivo de suelos, con el argumento de que esto creará un sumidero de carbono permanente que contribuiría a reducir el calentamiento global, y a la recuperación de suelos degradados. También se analizó la posibilidad general de incluir los suelos agrícolas en el mercado del carbono. (Los gobiernos de Belice, Gambia, Ghana, Lesotho, Micronesia, Mozambique, Níger, Senegal, Suazilandia, Tanzania, Uganda, Zambia y Zimbabwe, han solicitado la inclusión del biochar en el Mecanismo de Desarrollo Limpio, es decir, en el comercio de carbono. La Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación también apoya esta petición.)”
En realidad muchos grupos de la sociedad civil hacen un llamado a la prudencia en torno al biochar por la gran incertidumbre científica que entraña, y que sus promotores maquillan de varios modos. Hay mucha gente preocupada porque “esta tecnología podría tener como consecuencia la conversión de amplios territorios en nuevas plantaciones, repitiendo la serie de desastres provocados por los agrocombustibles. Destacan que los incentivos financieros a gran escala para el biochar podrían resultar en la reconversión de los usos de la tierra a gran escala y en el desplazamiento de personas”.
Helena Paul de EcoNexus afirma que: “La inclusión del biochar y de los suelos agrícolas en los mercados haría de los suelos una mercancía que podría ser vendida para compensar la contaminación en otros lugares. Se pondría en peligro a los pequeños agricultores y a los pueblos indígenas que no pueden competir con gobiernos ni con grandes empresas y correrían el riesgo de ser desplazados de sus territorios si estos son literalmente vendidos bajo sus pies”.
Stella Semino del Grupo de Reflexión Rural de Argentina agrega: “La idea de que el carbón vegetal rescatará al planeta en llamas es absurda. Algunos defensores de biochar hablan de cantidades de carbón vegetal que requerirían más de 500 millones de hectáreas de cultivos industriales de árboles y plantaciones. Ya sabemos que la agricultura industrial y las plantaciones de árboles son una importante causa del cambio climático y del desplazamiento de poblaciones y biodiversidad. Lo que tenemos que hacer es proteger los ecosistemas, y ¡no plantar nuevos enormes monocultivos y luego quemarlos! Es una farsa”.
A fin de cuentas, el famoso biochar que supone desarrollar extensas plantaciones de árboles para después quemar su biomasa hasta convertirla en carbón, y luego enterrarla —lo que supuestamente “secuestra carbón hacia el suelo y le incrementa la fertilidad”, es una extrapolación bastante aventurada de las prácticas ancestrales de ciertos pueblos amazónicos que durante milenios han promovido mayor fertilidad de sus suelos con carbón (la llamada “terra preta” o “tierra oscura”). Pero les llevó milenios el proceso. En cambio, lo que ahora se propone, con gran ignorancia e irresponsabilidad, es extremar la intensidad del proceso (y su escala) para hacerlo “viable” en pocos meses, o semanas, o de manera instantánea. Es decir, el biochar termina siendo uno más de los experimentos industriales, en este caso muy violento y sumamente nocivo, que promueve el monocultivo, los fertilizantes, la homogenización de la biodiversidad y la expulsión de campesinos de sus tierras para supuestamente mitigar el cambio climático con más calor. Como ponerle gasolina al fuego.
Etiquetas: Biochar
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