martes, diciembre 08, 2009

FRENTE A LA CUMBRE CLIMÁTICA EN COPENHAGUE

Jorge Eduardo Rulli

A diez años exactamente de las protestas de Seattle, que desbarataron en aquel momento y en esa ciudad norteamericana, la cumbre de los ministros de la OMC: la Organización Mundial de Comercio, nos proponemos viajar ahora a Copenhague, en Dinamarca, para asistir al encuentro de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y participar de las manifestaciones junto a los muchos grupos antiglobales, campesinos y ecologistas que allí se darán cita. Estos últimos diez años son también para nosotros en la Argentina como GRR, años de dura resistencia, de permanentes denuncias del modelo de Agronegocios, de la sojización y de sus terribles efectos sobre los ecosistemas y las poblaciones. Un año después de Seattle, en el 2000, estuvimos como GRR en Montreal, durante las negociaciones para el Protocolo de Cartagena sobre OGM, y pudimos participar de las impresionantes manifestaciones antiglobales habidas en esa ciudad de Canadá. Las luchas contra la globalización fueron a lo largo de estos años un marco y una fuente de comprensión para nosotros, comprensión de los nuevos fenómenos de la dependencia neocolonial que provocaban las corporaciones, de su interés por apropiarse de nuestros recursos y bienes comunes, a la vez que de su intención de someternos al rol de producir commodities para los mercados globales. Nuestra organización en red y como grupos de afinidad es el resultado de aquellas experiencias, experiencias a las que sumamos las diversas tradiciones políticas de quienes se acercaron al grupo, cosa que logramos mediante el diálogo fraterno y el respeto mutuo, también, poniendo distancia de los aparatos políticos partidarios cualesquiera que fuesen.

Hoy, en estos finales del año 2009, nos enfrentamos a la Cumbre de las Naciones Unidas en Copenhague, cuando los cambios climáticos y la multiplicación de catástrofes ecológicas en el Planeta, se suman a la tremenda crisis económica financiera que estremece las bolsas y los mercados, mientras el petróleo en el mundo ha dejado definitivamente atrás su curva máxima de producción y el horizonte se torna cada vez más inquietante. Es impensable hallar otro combustible que nos regale la cantidad de energías que nos proporcionó el petróleo. La humanidad y en especial el sistema capitalista, ha desperdiciado en poco más de un siglo, la potencia acumulada durante millones de años de evolución de la vida en la tierra, y las consecuencias de ese mal uso se hacen evidentes en la contaminación de la atmósfera y en el creciente e imparable efecto invernadero que derrite los casquetes y amenaza gravemente la vida de la especie. No obstante ello, la incapacidad de nuestras dirigencias a comprender los nuevos desafíos y la voracidad por continuar haciendo negocios sobre la tragedia misma del planeta y pese a ella, resulta alucinante. Aparentemente, la delegación argentina a la Cumbre se propone principalmente, buscar financiaciones económicas de los países ricos bajo la justificación de necesitar esos recursos para adaptarse tecnológicamente a los cambios climáticos que se suceden. Los mismos que son absolutamente incapaces siquiera de tratar los residuos urbanos o de limpiar el Riachuelo, pretenden ahora enriquecerse a costa de los fondos e intercambios que promete la cumbre de Cambio Climático. Por lo demás, el discurso de la delegación, no difiere del de las Corporaciones: proponen, más OGM con siembra directa para solucionar el hambre del mundo, mayor eficiencia y tecnologías de punta en la agricultura, ahora industrializada, y ningún obstáculo a la política internacional de libres mercados que controla la OMC. La ignorancia y el compromiso con las empresas resultan francamente obscenos.

Esta etapa del Capitalismo globalizado exhibe el intento corporativo de adaptarse a las diversas y simultáneas crisis planetarias, con discursos y prácticas que conviertan los desafíos en oportunidades. Etapa de intensos maquillajes verdes, de falsos discursos ambientales, mercados certificados, RSE responsabilidad social empresarial, cooptación de las ONG a las políticas del Banco Mundial, estimulación de los sistemas de financiación con mecanismos de desarrollo limpio, y por sobre todo, la promesa del mercado de bonos de carbono. Esos mercados compensarán, supuestamente, las emisiones contaminantes del hemisferio norte con inversiones gigantescas en el hemisferio sur para la captación de masas similares de carbono de la atmósfera. Los desastres ecológicos producidos, devienen en oportunidades para nuevos negocios y para generar dependencias que someterán nuestros países a esas políticas globales. Los contaminadores podrán continuar estimulando el efecto invernadero en la medida que inviertan en proyectos que capten ese carbón de la atmósfera, y se está pensando principalmente en los monocultivos forestales y ahora en diversas prácticas propias de la agricultura industrial con siembra directa y semillas inoculadas para añadirles la capacidad de incorporar nitrógeno del aire. Mientras el mundo asiste espantado a los nuevos escenarios de desastres que provocan los cambios climáticos, para nuestras dirigencias, la etapa viene cargada de promesas y de beneficios personales en el manejo del poder que usufructúan. Inversiones de los nuevos mercados de bonos de carbono, subsidios y pagos por los bosques nativos y bienes comunes que no se sacrifiquen, y posiblemente, obtención de contribuciones adicionales por continuar con las mismas políticas actuales de contaminación y de saqueo.

Frente a este panorama en que las amenazas se agudizan, los pueblos se esfuerzan por reorganizar sus redes de resistencia, por generar pensamientos y discursos que develen las artimañas y estrategias de las Corporaciones, a la vez que por generar propuestas, propuestas que les permitan sobrevivir en un Planeta en crisis. El creciente consumismo, la manipulación que ejercitan los medios de comunicación sobre las conciencias y la sobresaturación de informaciones banales, las políticas de identidad que nos fragmentan, la ingesta de comida chatarra, la creciente concentración en megalópolis, el respeto por la gran escala, la agricultura industrial, la alimentación de animales en encierro con balanceados, las cadenas agroalimentarias que se apropian de nuestra alimentación y de nuestras vidas, van quedando expuestas como los eslabones de una cadena que nos condena a la infelicidad y probablemente a la desaparición masiva. Nuevos debates se suscitan, debates acerca de cómo contraponer a esas maniobras, planes y prácticas para resistir. Surgen entonces, los desarrollos locales con participación y toma de control por parte de las comunidades, la generación de modelos productivos amigables con la Naturaleza, surge también, el Descrecimiento, como propuesta que descentralice el poder y permita discutir la antigua idea del progreso, a la vez que de considerar nuevamente, como fines deseables por la Comunidad, la felicidad y el bienestar humano. Enrolados en estos compromisos vamos a Dinamarca como GRR para participar en la Cumbre del Clima, con la esperanza de hacer nuevos amigos y conseguir nuevos aliados para las luchas comunes que nos esperan. Mientras seamos capaces de creer que otro mundo es posible, seremos capaces también, de continuar la antigua lucha de los pueblos por la Soberanía Alimentaria y por la Justicia Social.


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