jueves, septiembre 09, 2010

Imperialismo brasileño?

Empresas transnacionales brasileñas: doble frente de lucha

Ana García Muller

Lunes 13 de julio de 2009, por Revista Pueblos

Brasil está en el tercer lugar del ranking de las 100 empresas de países "emergentes" con potencial para desafiar a las transnacionales estadounidenses y europeas.

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La actuación de las transnacionales brasileñas está estrechamente vinculada al nuevo papel que Brasil buscó tener en el sistema internacional. A partir del Gobierno Lula, se le dio mayor énfasis a la integración Sur-Sur, y el país se viene alineando con China, India y Rusia, buscando establecer una identidad propia en el sistema internacional. Sin embargo, hay contradicciones abiertas entre los discursos y la presentación de estas iniciativas, y sus efectos reales y principales beneficiarios. Las empresas fueron las grandes beneficiadas de proyectos de integración regional basados en la infraestructura, especialmente en el marco de la IIRSA. Además, en su participación en instancias internacionales, Brasil muestra una postura ambigua: al tiempo que se dice "autónomo" e independiente, busca dejar intactas las verdaderas causas de las asimetrías internacionales. En vez de generar una política exterior que pueda transformar las jerarquías y los mecanismos mundiales que mantiene un sistema desigual, busca precisamente lo contrario: ser parte del juego internacional, para poder convertirse en uno más de los que "dictan las reglas", perpetuando y profundizando así las propias instituciones y mecanismos de poder. Esto se demuestra en las insistentes tentativas de Brasil de seguir la Ronda de Doha en la OMC, y el reciente apoyo a la reestructuración del FMI, pasando de antiguo deudor a acreedor oficial con un préstamo de 4.500 millones de dólares [7].

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Conclusiones

La actual lucha de los movimientos sociales contra actividades y megaproyectos de las ETN brasileñas enfrenta a diferentes frentes. Por una parte, estos movimientos están articulados dentro y fuera de Brasil para impedir el paso de las actividades que están destruyendo sus medios de trabajo y de vida. Por otra parte, encaran una batalla ideológica dentro de la sociedad brasileña, una vez que Brasil es entendido como país "en desarrollo", que necesita crecer y establecerse en el sistema internacional, teniendo a las empresas como grandes motores de esta lógica. Esta idea, embutida en el imaginario colectivo, es sostenida por las diversas formas de penetración de las empresas en las esferas e instituciones de la sociedad civil y de las comunidades donde las empresas actúan. El actual Gobierno busca legitimar el país como actor autónomo y competitivo fuera y dentro. Fuera, busca establecer una situación de hegemonía regional, y un lugar en las instituciones de la "sociedad internacional" en el mismo umbral que los países dominantes. Dentro, necesita legitimarse frente a las fuerzas conservadoras, que preferían una vuelta al neoliberalismo sin máscaras. Dentro de una lógica que acepta las reglas del juego del sistema capitalista, y busca jugar desde una posición próxima a los que dictan las reglas, Brasil está cumpliendo su papel, buscando competir en un "estado de naturaleza de todos contra todos".

Sin embargo, vale la pena cuestionar quién gana y quién pierde en el marco de esta política. Desde la perspectiva de los pueblos, ¿el pueblo brasileño está ganando sobre la explotación de otros pueblos? Finalmente, ¿para qué y para quién? Y ésta es la pregunta que queremos plantear aquí. Entendemos que el esfuerzo de crecimiento de Brasil es un esfuerzo de la población trabajadora. Es del trabajo de la población de donde nace la generación del valor, que se hace recurso para el Estado. Entendemos que estos recursos, al ser aplicados en las empresas, en las Instituciones Financieras Internacionales (como el FMI), y en los megaproyectos de infraestructura, están siendo usados de forma perversa, contra los intereses de justicia social, laboral y ambiental de la clase trabajadora.

Este artículo ha sido publicado originalmente en el nº 37 de la Revista Pueblos, junio de 2009.


Ana García Muller es doctoranda en Relaciones Internacionales/ PUC-Río y miembro del Instituto Rosa Luxemburg Stiftung.


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