lunes, diciembre 12, 2011

Hasta luego, Clemente

Roberto Fernández Coll
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Por Carmelo Ruiz Marrero

Publicado: Claridad, martes, 6 de diciembre de 2011

“Ha fallecido un gran humorista puertorriqueño”, anuncié a mis amistades en la noche del pavo. Todos los presentes en la celebración de nuestro santo predilecto, “San Guivin”, asumieron de inmediato que yo hablaba de Horacio Olivo. Pero afortunadamente Olivo sigue vivito y coleando al momento que escribo estas palabras, recuperándose y aferrándose a la vida. El humorista que murió fue precisamente colaborador de Olivo, y ambos juntos fueron de los más importantes precursores de la sátira política boricua como la conocemos hoy día.

Me refiero al gran amigo, hombre de letras y erudito azote del pitiyanquismo que usaba el seudónimo “Fernando Clemente”, quien por unos veinte años fue autor de la columna humorística de Claridad “Entrando por la Salida”. Tras su triste y (para mí inesperada) muerte el pasado día de Acción de Gracias ya podemos revelar su identidad. “Clemente” era Roberto Fernández Coll, quien era nada menos que procurador de menores del Departamento de Justicia de Puerto Rico. No en balde se parapetaba detrás del seudónimo para ser francotirador literario.

La acérbica, punzante y picante columna no era del gusto de todo el mundo. “Entrando por la Salida” tenía hordas de fanáticos y sinceros admiradores. ¡Y eran hordas! No sólo se gozaban el humor de “Clemente” sino que aparentemente todos compartían su gusto por la Medalla y la carne frita, para el horror de veganos y naturistas. Y estaban sus detractores, compañeros y compañeras independentistas que miraban con consternación e incredulidad la cara de gozo que ponía la gente al leer la columna, incapaces de comprender la popularidad arrasadora del fenómeno Clemente.

En la década de los 80 cuando hacía mi bachillerato en la Universidad de Puerto Rico mis amigos y yo nos gozábamos, venerábamos y celebrábamos esas columnas mientras nos sentábamos entre clases en el pasillo de la Facultad de Humanidades. Nos preguntábamos quién era ese forajido, cuya identidad era tan secreta como el paradero de Filiberto Ojeda.


Y finalmente en la década siguiente llegué a conocerlo cuando yo apenas comenzaba a trabajar como redactor en Claridad. Me lo presentó el amigo mutuo Carlos Gallisá en el curso de una investigación sobre los planes del gobernador Rosselló para transformar la judicatura del país. Estaba malhumorado en ese primer encuentro que tuve con él. Gesticulaba de manera contundente mientras tronaba contra la mediocridad e idiotez de fiscales, jueces y políticos. Y nos hicimos amigos poco después de esa reunión, al percatarse él de que compartíamos el mismo sentido del humor y el gusto por las Medallas.

En una entrevista que le hice en 2003 sobre sus columnas y sobre la sátira política del país hizo referencia una y otra vez a la figura del también fallecido escritor humorista Manuel Eduardo “Eddie” López Rolón. “Eddie López es mi máxima inspiración”, me dijo “Clemente”.
López, periodista increíblemente prolífico y humorista del diario San Juan Star, quien murió de cáncer al tener apenas 31 años de edad, produjo junto con Horacio Olivo y Jacobo Morales un espectáculo de comedia política en 1968 en La Tea en el Viejo San Juan llamado “El Efecto de los Rayos Gamma sobre Eddie López”. El extraño título, alegadamente inventado y sugerido por Bob McCoy, del San Juan Star, era una referencia morbosa al cáncer que tenía López y la terapia de radiación que le estaban dando para tratarlo. También se refería al título de una obra teatral, “El Efecto de los Rayos Gamma sobre la Flor Maravilla”, de Paul Zindel.

Hay que señalar que en la década de los 60 prácticamente no existía sátira política en Puerto Rico. Aunque ésta tenía antecedentes en las obras pícaras e irreverentes de Alejandro Tapia y Nemesio Canales, en esos años era una actividad demasiado riesgosa. Pero el show fue todo un éxito, hubo que repetirlo y repetirlo. Eventualmente abreviaron el nombre a “Los Rayos Gamma”, más tarde se le unieron Silverio Pérez y Sunshine Logroño, y el resto es historia. Eddie, Horacio y Jacobo luego colaborarían juntos en “Esto No Tiene Nombre”. Fernández Coll me expresó con sumo orgullo que él fue uno de los libretistas de Los Gamma por muchos años.


Orgulloso estuvo también de sus hijos, dos de los cuales conocí, Laura y Roberto, y soy privilegiado de tenerlos como amigos. Roberto en particular está asumiendo el relevo generacional con su álter ego, el cantautor Robi Gris. De hecho, la última vez que ví a Clemente y compartí con él fue en un concierto de Gris en el Taller de Cantautores en Río Piedras. Creo que él fue el miembro de la audiencia que más se gozó el show. Ni idea tenía que ése sería nuestro último encuentro. Su amistad, compañerismo y talento serán echados de menos.

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