El camino de la soberanía alimentaria
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OPINIÓN
CARMELO RUIZ MARRERO
CARMELO RUIZ MARRERO
Extractos:
El concepto de soberanía alimentaria surgió en la década de los 90
del seno de la Vía Campesina, un movimiento internacional de campesinos y
campesinas, pequeños y medianos productores, mujeres rurales,
indígenas, gente sin tierra, jóvenes rurales y trabajadores agrícolas.
Fundado en 1993, lo componen organizaciones de 56 países de Asia,
África, Europa y el hemisferio americano.
Era una década en que las izquierdas estaban en repliegue; el
capitalismo celebraba con aires de triunfalismo los albores de la
posguerra fría; el neoliberalismo campeaba por su respeto, imponiéndose
como discurso único; y parecía que todos los gobiernos del mundo estaban
empeñados en hacer trizas el pacto social y reorganizar sus economías
mediante privatizaciones a mansalva, tratados de libre comercio como el
Nafta y la creación de la Organización Mundial del Comercio.
Las agriculturas nacionales y economías rurales estaban siendo
devastadas no sólo por políticas de libre comercio que favorecían el
agronegocio transnacional, y por nefastos planes de ajuste estructural
impuestos por las llamadas instituciones de Bretton Woods (Banco
Mundial, FMI, etc.), sino que también se asomaba la amenaza de
megaempresas agroquímicas ahora transformadas en gigantes corporativos
de las llamadas “ciencias de la vida”, bonito nombre para el negocio de
la biotecnología agrícola. La introducción de cultivos transgénicos
–también llamados genéticamente alterados o genéticamente modificados o
por su acrónimo en español y francés, OGM– sin ninguna evaluación de
impacto ambiental o debate público traía consigo preocupaciones sobre
sus posibles impactos sobre la salud humana y sobre la privatización de
la vida mediante patentes sobre semillas. Con la espectacular
concentración del negocio de la semilla en las manos de un pequeño
puñado de transnacionales de biotecnología, surgía el espectro del
control corporativo sobre la semilla –y por lo tanto sobre toda la
agricultura y alimentación humana– y la criminalización de la práctica
agrícola milenaria de intercambiar y compartir semilla entre
agricultores.
En esos años la pequeña agricultura familiar había sido sentenciada
al silencio y al olvido por los gobiernos y los foros internacionales.
Hasta amplios sectores intelectuales, progresistas y ambientalistas
parecían haber decretado, mediante su silencio, que esa agricultura era
algo del pasado, indigna de ser mencionada en sus muy serios debates y
meditaciones sobre los grandes problemas que enfrentaba el mundo. Pero
los hombres y mujeres que forjaron el concepto de soberanía alimentaria
no aceptaron la sentencia y se dispusieron a demostrar, mediante su
práctica agrícola consecuente y activismo político a nivel local e
internacional, que la pequeña producción agrícola familiar, arraigada en
fuentes de sabiduría antigua, respetuosa del ambiente y orientada a las
necesidades y mercados locales, no solamente es viable, sino
indispensable para afrontar la crisis ambiental global y construir un
frente efectivo en contra del neoliberalismo, la desregulación de los
mercados y el control de las transnacionales.
La propuesta de soberanía alimentaria no surge de una pequeña
cofradía de intelectuales que conversaron en una torre de marfil ni se
formuló “a lo loco” en el calor de un momento de apasionamiento. Fue
resultado de uno de los procesos de pensamiento colectivo más
democráticos, inclusivos y sosegados en historia reciente.
******
Es gracias al activismo y presión de las organizaciones afiliadas a
Vía Campesina que la soberanía alimentaria se debate en los niveles más
altos de los gobiernos de Ecuador, Bolivia, Venezuela y Nepal –y también
desempeñaron un papel decisivo en la exitosa lucha en contra del
establecimiento del Área de Libre Comercio de las Américas. Ha estado,
además, a la vanguardia mundial de la oposición a la introducción de
transgénicos, en especial las semillas suicidas, conocidas como
Terminator, y ayudó a desbancar y deslegitimar el programa de reforma
agraria de libre mercado que proponía el Banco Mundial. Y ante desafíos
globales como la crisis alimentaria y el cambio climático, la Vía
Campesina ha proporcionado análisis acertados y propuestas innovadoras.
La soberanía alimentaria no es sueño ni propuesta utópica. Es real y se está poniendo en práctica ya.
Para más información: http://viacampesina.org/sp/
*Ruiz Marrero es periodista puertorriqueño.
17/05/12
1 Comentarios:
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