LA IZQUIERDA MARRON EN RIO+20
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Eduardo Gudynas
EXTRACTO:
Eduardo Gudynas
20
Jun
2012
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Los países latinoamericanos llegarán a Rio de Janeiro
también cargando con sus divergencias. Comencemos por Brasil: bajo el
gobierno Lula da Silva los temas ambientales perdieron relevancia; se
intentó controlar la deforestación en la Amazonia, pero en otras áreas
se priorizaron proyectos productivos y exportadores. La situación se ha
agravado bajo el gobierno de Dilma Rousseff a tal punto que un grupo de
grandes organizaciones ambientalistas hace pocos meses atrás sostuvieron
que se vive el “mayor retroceso de la agenda socio-ambiental desde el final de la dictadura militar”.
En el plano internacional, Brasilia sigue una agenda ambiental
unilateral, ya que no coordina ni el seno del MERCOSUR (donde hay un
grupo en esta materia), ni tampoco con los demás países del continente
(GRULAC – Grupo Latinoamericano).
Todos los demás vecinos sudamericanos llegarán a Rio de Janeiro
cargando serios problemas ambientales. En estas últimas semanas están en
marcha graves conflictos ambientales especialmente en las naciones
andinas. En Bolivia está avanzando una nueva marcha indígena que reclama
proteger un parque nacional, en Perú las protestas mineras han incluido
represión policial, muertos, y hasta una crisis en el gabinete de
Ollanta Humana, y en Ecuador, finalizó pocas semanas atrás una
multitudinaria marcha nacional en defensa del agua y contra la minería.
Con una conflictividad mas baja, aunque no sin tensión, se encuentran
las resistencias locales a la minería en Argentina o las represas en
Chile, similares a las disputas que se viven en Uruguay frente a Aratirí
u otros proyectos.
La respuesta de buena parte de estos gobiernos ha sido muy similar:
criminalizar la protesta ciudadana, iniciar acciones judiciales contra
sus líderes, y burlarse de los temas ambientales, concibiéndolos como
trabas al desarrollo. La criminizalización y judicialización, que avanza
en los países andinos y Argentina, se enfoca en los líderes sociales o
en condicionamientos legales a las ONGs de base o redes nacionales.
Las posturas políticas se pueblan de contradicciones. El presidente
Evo Morales reclama medidas globales enérgicas contra el cambio
climático, pero no las toma dentro de su países, y ahora considera que
las demandas de indígenas o ambientalistas son una nueva forma de
colonialismo.
La burla se ha convertido en otro instrumento común. Así como José
Mujica se burlaba de quienes defienden los venados o las dunas costeras,
otros mandatarios hacen cosas similares. Rafael Correa de Ecuador
califica las demandas ambientales como “infantilismo de izquierda” y Cristina Fernández de Argentina, los tipifica como una postura esnob.
Todo esto hace que el progresismo gobernante en América del Sur
llegue a Rio de Janeiro en una situación muy incómoda. En todos los
países la agenda ambiental está en retroceso, se flexibilizan los
controles ecológicos, y se aceptan grandes inversiones con alto impacto
en el entorno.
Las estrategias de desarrollo siguen basadas en aumentar las
exportaciones de materias primas, aprovechando el alto precio en los
mercados internacionales y la voraz demanda asiática. Es cierto que bajo
el progresismo ha regresado el Estado, y que se intentan distintos
programas de asistencia social para reducir la pobreza, y que esto ha
sido exitoso. Pero también debe reconocerse que en todos estos países,
desde la Venezuela de Chávez al modelo Kirchner “nac & pop”
(nacional y popular), se sigue dependiendo de las materias primas.
Las nuevas estrellas que alimentan el actual crecimiento económico
en unos casos son hidrocarburos, en otros minerales, y más cerca
nuestro, monocultivos como la soja. Esta estrategia está repleta de
impactos ambientales, que van desde la contaminación minera y petrolera,
a la pérdida de áreas silvestres por el avance de la frontera
agropecuaria. Pero el progresismo necesita de esos emprendimientos, ya
que ellos son esenciales para financiar sus planes de lucha contra la
pobreza basados en pagos mensuales en dinero (tal como hace el MIDES en
nuestro país).
No se logra romper una relación productiva y comercial desigual.
Mientras que en el pasado América Latina enviaba sus materias primas al
norte industrializado para luego comprarles sus manufacturas, mientras
que hoy las exportamos a China, para importar desde allí
electrodomésticos, automóviles o textiles.
Bajo esta situación, si se implantan medidas ambientales en serio,
muchos emprendimientos extractivos serían inviables ya que nunca
lograrían pasar las evaluaciones de impacto ambiental. También sería
necesario contener el consumismo, en unos casos porque involucra
productos con componentes tóxicos, terminan en mucho desperdicio o
consumen mucha energía. Estos son límites que ni siquiera los gobiernos
progresistas están dispuestos a cruzar, de donde sus intervenciones en
las negociaciones de Rio+20 terminan en cuestiones menores, campañas
publicitarias o apelaciones a la responsabilidad empresarial.
También han cambiado los actores involucrados en estas
contradicciones ambientales. En el pasado, las empresas transnacionales
de los países industrializados eran responsables de muchas debacles
ecológicas. Pero hoy nos encontramos que se viven problemas concretos
con corporaciones que son latinoamericanas, como pueden ser las
brasileñas Petrobrás (hidrocarburos) o Vale (una de las empresas mineras
más grande del mundo). La situación se vuelve más complicada todavía,
cuando se descubre que buena parte de la propiedad accionaria de esas
empresas está en manos del gobierno brasileño, su banco de desarrollo
(BNDES) o de los fondos de pensión de los grandes sindicatos. Aquí se
origina una nueva tensión y fractura en los debates en Rio de Janeiro,
ya que unos cuantos movimientos sociales, incluyendo grandes sindicatos,
ven con buenos ojos la actual ola extractivista que descansa en los
recursos naturales, y no están dispuestos a aceptar medidas ambientales
sustantivas.
Entretanto, para las comunidades campesinas o indígenas de Perú,
Bolivia o Ecuador afectadas por emprendimientos petroleros,
hidroeléctricos o mineros, no encuentran diferencias entre empresas
brasileñas o afincadas en el hemisferio norte, o entre aquellas que en
su junta directiva tienen sindicalistas progresistas o economistas
neoliberales.
Es así que a Rio de Janeiro llega una izquierda latinoamericana que
ha reciclado la vieja tradición de exportar materias primas. Su agenda
es cada vez menos verde, en tanto acepta la destrucción de la
Naturaleza, y al centrarse en el desarrollismo convencional, se vuelve
marrón, con toda su carga de contaminación. Es por estas razones que
este progresismo se está convirtiendo en una “izquierda marrón”.
Etiquetas: esp, Extractivismo, Gudynas, Rio + 20
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