jueves, mayo 15, 2014

Debate sobre transgénicos en 80 Grados

http://www.80grados.net/la-politica-en-la-ciencia-de-la-tecnologia-transgenica/

LA POLÍTICA EN LA CIENCIA DE LA TECNOLOGÍA TRANSGÉNICA


istock_000009301894largeLa independencia y la objetividad científica
En un artículo reciente, publicado en 80grados, titulado Desmitificando los GMOs, Rafael Irizarry Quintero defendía los productos transgénicos o genéticamente modificados (en inglés, GMOs), argumentando que los activistas que se oponen a ellos habían generado desinformación, y que la opinión pública está “nublada”, con muchas personas enfocadas en “teorías de conspiración” que generan temor y confusión acerca de la biotecnología involucrada en su producción. Señalaba, además, que esos activistas retrasan los avances de la ciencia y que los científicos que se oponen a los transgénicos son una “minoría” comparable a la de los creacionistas y los que no creen que el calentamiento global es causado por los humanos (como veremos, estos últimos se parecen mucho más a los pro-transgénicos). El artículo en general se basaba en una oposición binaria en la que se privilegia la ciencia (su ciencia) sobre esa minoría de locos que no creen en los transgénicos. Estos argumentos no son nuevos ni exclusivos al tema de los transgénicos; han sido usados históricamente contra aquellos que confrontan procesos corporativos de acumulación de capital.
En esta columna, me dedico a de-construir ese planteamiento falaz, que repite acríticamente el mantra que hemos venido escuchando de los promotores de los transgénicos (las corporaciones y sus aliados en el gobierno, la ciencia y la filantropía), y que ha ido desmoronándose con cada vez mayor velocidad en los últimos años. Específicamente, cuestiono la supuesta objetividad científica de los que promueven los productos transgénicos. Para ello, proveo ejemplos de cómo la ciencia, incapaz de desentenderse de la realidad político-económica, se politiza, de forma que la definición de lo que es científicamente válido (“el consenso” del que nos habla Irizarry Quintero en su escrito) está inevitablemente influenciada por una lucha política en la que los productores de transgénicos invierten grandes sumas de dinero en promoción, cabildeo e investigación, y, en contubernio con gobiernos, reprimen las actividades científicas contrarias a sus intereses. Como veremos, en este contexto se hace imposible separar a Monsanto y las demás empresas transgénicas (Syngenta, Aventis, CropScience, Dupont, etc.) del debate “científico” sobre el tema.

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