Carmelo Ruiz: Los subsidios agricolas
23-Noviembre-2007 / El Nuevo Día
Carmelo Ruíz Marrero
Educador ambiental
Los subsidios agrícolas
Para indagar el futuro económico de Puerto Rico es necesario considerar la agricultura. Y no es posible discutir la viabilidad del agro como actividad económica sin tocar el tema de los subsidios. No son pocas las veces que he oído decir que los subsidios del gobierno a la actividad agrícola boricua son una anomalía y que van a contrapelo de las tendencias mundiales. Nada más lejos de la verdad.
Según el Overseas Development Institute, más de 20% del valor de la producción mundial de algodón viene de subsidios, mayormente de Estados Unidos, China y la Unión Europea. En la temporada de siembra 2001-2002, Estados Unidos subsidió su producción algodonera (que constituye 40% de la producción mundial) con $2,300 millones.
Con sus subsidios masivos, Estados Unidos puede producir en exceso y vender esa producción en mercados internacionales bien por debajo del costo. Nos dice el profesor Peter Rosset en su libro “Food is Different” que en el 2002, EE.UU. vendió: trigo a 43% debajo del costo; soya un 25%, maíz un 13%, arroz un 35%, y algodón un 61% debajo del costo.
¿Cómo vamos a hablar de libre competencia y libres mercados cuando los agricultores estadounidenses hacen trampa con estos subsidios?
¿Cómo pueden los agricultores puertorriqueños o suramericanos- de los africanos ni hablar- competir cuando sus mercados locales están inundados de productos importados que se venden debajo del costo de producción? Es por esto que los países pobres han denunciado esta práctica injusta en los foros internacionales repetidas veces.
Y no es que estos subsidios beneficien al pequeño productor. En EE.UU. cerraron sobre 90 mil fincas medianas y pequeñas entre 1997 y 2002, y la tasa de suicidios entre pequeños agricultores está en vertiginoso aumento.
No es que los subsidios de por sí sean malos. Los hay malos y los hay buenos. Son malos cuando causan sobreproducción y bajan los precios internacionales a niveles catastróficos, cuando provocan prácticas ecológicamente insustentables y arruinan al pequeño productor. Pero se pueden utilizar subsidios para proteger la biodiversidad, combatir la erosión de manera sustentable, controlar plagas sin usar venenos agrotóxicos, y asegurar mercados locales para la producción local.
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