domingo, noviembre 23, 2008

Desde la milpa se ve el mundo entero


La mayor amenaza al maíz nativo es que ya se cultiva poco. Sembrar maíz y otros cultivos soberanos nos permite un hueco para no pedirle permiso a nadie para ser, impulsando entonces una resistencia comunitaria —real, política, social, económica, de saberes, dignidad y justicia— contra el capitalismo y sus megaproyectos.

Alguien que pierde la semilla tiene muchas más riesgos de tener que migrar que alguien que todavía la tiene. Hay que mantener buena semilla para uno mismo, para la comunidad, para la tierra a la que uno tiene acceso. Una semilla que responda a las necesidades y gustos de cada pueblo. Si se uniforman los gustos o se tratan de emparejar las necesidades, se pierde la calidad de las semillas: su diversidad.
El pueblo que no tiene diversidad es un pueblo que se hace dependiente. Las nuevas leyes quieren obligar a los campesinos, los indígenas, a hacerse dependientes. Pero tenemos que preguntarnos qué necesitamos para cuidar, para conservar la vida, con permiso o sin permiso de la ley.

Que la crianza del maíz sea colectiva es lo que ha mantenido su riqueza. No sólo intercambiamos semillas sino saberes. Existen semillas diversas porque hay saberes diversos. El conocimiento lo sabemos a pedacitos, y sólo entre muchos se hace un saber grande. La riqueza de variedades no acaba nunca. Cada persona, familia o comunidad por la que pasa una variedad le agrega o cambia algo. No hay que olvidar jamás que TODOS sabemos. Cuando aceptamos que alguien nos trate como ignorantes, que no sabemos, que no tenemos ideas, estamos aceptando que se pierdan saberes sobre las semillas.
Es indispensable intentar salirnos, lo más posible, de la economía del dinero, de los mercados. Producir para vender y comprar para comer nos hacen perder la soberanía alimentaria, la soberanía laboral de los pueblos del maíz.

Un pueblo que compra semilla y que compra comida es un pueblo que no se puede mandar a sí mismo. Tenemos que estar orgullosos de sembrar maíz para que coma la familia, la comunidad, fortaleciendo los saberes de los mayores y las nuevas técnicas integrales que concuerdan con esos saberes y los complementan. Es importante que todo lo que produzcan las comunidades se consuma, para que la comunidad entienda que podemos producir nuestro propio sustento.

Casifop, El maíz y la vida en la siembra, testimonios indígenas del maíz y la autonomía, México, 2005.


Las guardianas de las semillas

En la distribución de roles en las familias campesinas, la mujer es quien preserva la semilla orgánica, originaria, nativa, criolla, como la queramos llamar. Es la que, todos los años, en la cosecha, se encarga de guardar, limpiar y proteger para la próxima siembra. Entonces, de alguna manera, siempre decimos que la mujer es guardiana de esa semilla originaria, sana y orgánica. Con más razón ahora en esta situación, de la producción a nivel mundial, la mujer tiene que trabajar fuertemente ese rol de guardiana, que cada vez se hace más difícil, porque nuestras semillas sanas, están siendo contaminadas por las transgénicas, que se siembran por doquier. Es todo un proceso de protección e intercambio. Inclusive en estos encuentros, también se dan situaciones de intercambio de semillas, de intercambio de saberes, sobre la producción.

Este evento (“Mujeres del campo en lucha por la soberanía alimentaria. Construyendo propuestas frente al cambio climático”), es parte de un proceso de formación, donde se busca particularmente la participación y protagonismo de las compañeras campesinas, un involucramiento en las temáticas fuertes que están afectando hoy a nuestras familias, como es el cambio climático, las políticas de los Estados, y reforzar nuestra lucha por la soberanía alimentaria.


María de los Ángeles, MoCaSe Vía Campesina, entrevista con la Agencia de Noticias BiodiversidadLa.

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