La silla caliente
La elección de Barack Obama alegró a los ambientalistas de todo el mundo. Pero el cuadro que enfrenta el presidente electo es sumamente difícil de manejar.
La elección del senador Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos ha llenado de regocijo a ambientalistas en Estados Unidos y en el resto del mundo. Fue mucho lo que le tuvieron que aguantar a su predecesor George W. Bush por ocho años: su negativa a cooperar con esfuerzos internacionales para contrarrestar el cambio climático, su poco apoyo a las fuentes energéticas renovables, su empeño en abrir el lecho marino y el norte de Alaska a la explotación petrolera, y mucho más.
El movimiento ambientalista espera que Obama fortalezca las protecciones ambientales y que a nivel internacional asuma un liderazgo positivo para afrontar amenazas globales como la crisis energética y el cambio climático. En cuanto a estos dos problemas el nuevo presidente enfrenta un cuadro sumamente difícil.
El cénit del petróleo
Si el petróleo realmente se está agotando, parecería que nadie en Estados Unidos se ha enterado. Con sólo 5% de la población mundial, EE.UU. es responsable de 25% del consumo mundial de energía. 40% de la energía del país viene del petróleo- 840 millones de barriles por día. Otro 23% viene del carbón y otro 23% del gas natural. Los tres son combustibles fósiles, causan calentamiento global y no son renovables.
RECUADRO: El equipo ambiental
Lisa Jackson, Agencia de Protección Ambiental (EPA)
Jackson fue anteriormente comisionada del Departamento de Protección Ambiental del estado de Nueva Jersey. La organización Empleados Públicos por la Responsabilidad Ambiental (PEER) le pidió a Obama que retire el nombramiento debido a que cuando dirigió el Departamento ella apoyó las mismas políticas ambientales que Obama condenó en su campaña.
La organización acusa a Jackson de tomar decisiones de manera politiquera, suprimir información científica, y de hacer amenazas y emitir órdenes de mordaza para silenciar a subalternos que expresaban discrepancias. También denuncia PEER que el programa estatal de manejo de desperdicios peligrosos estaba tan mal administrado bajo la incumbencia de Jackson que la EPA tuvo que intervenir y hacerse cargo.
Kenneth Salazar, secretario del Interior
Salazar, senador por el estado de Colorado, favorece que se aumente la extracción doméstica de carbón, petróleo y gas natural, por lo cual no tiene el visto bueno del movimiento ambiental.
“A menudo favorece la industria y el agronegocio en batallas en torno al calentamiento global y especies en peligro”, acusó Kieran Suckling, director ejecutivo del Centro para la Diversidad Biológica (www.biologicaldiversity.org). “Es improbable que traiga cambio significativo al Departamento del Interior, el cual está plagado de escándalos... (su nombramiento) es decepcionante”.
Daniel R. Patterson, ex funcionario del Departamento del Interior y miembro de PEER, dijo a The New York Times que Salazar tiene un récord muy débil en lo que se refiere al desarrollo energético, calentamiento global, especies en peligro y la protección de la integridad científica. “No sorprende que industrias contaminadoras como petróleo, gas, minería, agronegocio y otras que han dominado el Departamento ahora apoyan a Salazar- es su amigo”.
Steven Chu, secretario de Energía
Chu, ganador del Premio Nobel de física, actualmente dirige el laboratorio federal Lawrence Berkeley. Por un lado, los ambientalistas están complacidos con el apoyo de Chu a la energía solar y las medidas de eficiencia energética. Pero por otro lado están preocupados por su apoyo a la energía nuclear.
Chu “está atrapado en la mentalidad nuclear”, dice Jim Riccio de Greenpeace USA. “La energía nuclear no puede atender el calentamiento global. Dentro del marco de tiempo necesario sería prohibitivamente cara y desplazaría las soluciones reales”.
Por su parte, Ralph Herbert, profesor de estudios ambientales en la Universidad de Long Island, advierte que debido a su costo, la opción nuclear no es compatible con otras opciones. “Si pones dinero en tecnologías de energía verde como solar, viento y otras, no puedes a la misma vez ponerlo en la energía nuclear... Aquí tiene que haber una visión... y un compromiso pleno con la energía verde”.
Y fuera de EE.UU. el panorama no luce mejor. A nivel mundial se queman sobre 3.5 millones de barriles de petróleo por hora.
La Agencia Internacional de Energía (IEA) acaba de anunciar que el cénit del petróleo, el momento “peak oil” en que las reservas mundiales ya no darán abasto para satisfacer la demanda mundial, posiblemente se dará en 2020 o poco después. Según Robert L. Hirsch, autor de un informe sobre “peak oil” comisionado por el Departamento de Energía federal publicado en 2005, hay que emprender medidas drásticas a velocidad relámpago 20 años antes del momento del “peak oil” o enfrentaremos un colapso económico mundial con consecuencias políticas y sociales incosteables. Si Hirsch y la IEA ambos tienen razón, ya se nos pasó la fecha.
Reafirmo lo que dije en una columna de opinión anterior: el “peak oil” no me quita el sueño. ¿Por qué? Porque se queda pequeño ante los descalabros del cambio climático. Los efectos del calentamiento global -suponiendo que no hagamos nada para contrarrestarlo- serán tan extremos que el cénit del petróleo será un inconveniente menor. Y estos efectos se harán sentir antes del cénit del petróleo. Dicho de otro modo, no esperen que un agotamiento del petróleo nos salve del cambio climático.
El cambio climático
Hace un año el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, institución científica que comparte con Al Gore el Premio Nobel de 2007, anunció que a fines de este siglo el Ártico se quedará casi sin hielo en los veranos. Pero un informe recién publicado por el Centro para la Investigación en el Interés Público de Inglaterra (www.pirc.info), advierte que el Ártico podría quedarse sin hielo de verano dentro de tres a siete años.
Sin embargo, los gobiernos y grandes corporaciones han seguido expandiendo sus actividades contaminantes como si nada. Según datos del Earth Policy Institute (www.earthpolicy.org), las emisiones de gases que causan calentamiento global aumentaron 20% de 2000 a 2006 y continúan aumentando.
Militares y espías ya se están preparando para el nuevo mundo alterado por el cambio climático. La marina de guerra de EE.UU. está planificando para operativos navales en un oceano Ártico sin hielo. En 2007 la compañía CNA, que realiza trabajos para el Pentágono, sacó un informe sobre la amenaza del calentamiento global a la seguridad nacional (securityandclimate.cna.org), y el pasado mes de junio, 16 agencias de espionaje del gobierno federal le presentaron al Congreso un terrorífico informe sobre las implicaciones del cambio climático para la seguridad nacional de aquí al 2030.
Las palabras de Obama en la Cumbre de los Gobernadores sobre Cambio Climático, celebrada en California en noviembre, han dado a muchos ambientalistas la esperanza de que el nuevo presidente cumplirá con los compromisos del Protocolo de Kioto, acuerdo internacional para combatir el cambio climático firmado en 1997 (pero hasta ahora boicoteado por EE.UU.). Pero según el incisivo periodista británico George Monbiot, las propuestas que presentó Obama en la Cumbre son ahora irrelevantes debido a los años de inacción de las administraciones Clinton-Gore y Bush-Cheney. Ahora nuestra única opción es un programa mundial relámpago para transformar nuestro sector energético, dice Monbiot.
Sostiene el Centro Tyndall para Investigaciones sobre Cambio Climático (www.tyndall.ac.uk) que las emisiones de gases de invernadero deben dejar de aumentar a más tardar en 2015 y después bajar 6% a 8% por año hasta 2020 ó 2040. Obama propone bajar las emisiones en un 80% para 2050. Pero el Centro Tyndall insiste en que para 2050 las emisiones deben ser cero. Monbiot calcula que para lograr esa meta habría que reducir el consumo mundial de recursos en un 10%, lo cual equivaldría a una depresión económica en una escala que el mundo moderno nunca antes ha visto.
Van a ser unos cuatro años bien pero que bien difíciles.
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