miércoles, junio 03, 2009

Suelos fértiles para la guerra - el verdadero plan que subyace a la reconstrucción agrícola en Afganistán e Irak



GRAIN

En este informe analizamos el modo en que la reconstrucción agrícola emprendida por Estados Unidos en Afganistán e Irak no sólo impulsa políticas neoliberales y le da entrada a las agroempresas estadounidenses -algo que ha sido siempre la función básica de los programas de cooperación para el desarrollo auspiciados por Estados Unidos- sino que también es un componente intrínseco de la campaña militar estadounidense en estos países y las regiones aledañas.

Esto es alarmante si lo vemos en conjunto y a la luz de la creciente influencia que ejercen Estados Unidos y sus aliados de la esfera empresarial en las agencias donantes y los organismos internacionales —el Banco Mundial, la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y los centros del Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional (CGIAR por sus siglas en inglés)— que a su vez inciden en las políticas alimentarias y agrícolas adoptadas por los países receptores. No se trata de casos aislados surgidos de circunstancias excepcionales: constituyen una tendencia previsible de las actividades estadounidenses en el exterior, en tanto su gobierno continúe expandiendo su “guerra contra el terrorismo” y promueva los intereses de sus grandes corporaciones.

En los últimos años, Asia ha sufrido demasiados desastres, unos provocados por el hombre y otros naturales: inundaciones, ciclones, tsunamis, terremotos, guerras. Tras cada calamidad se realizan esfuerzos para poner todo de vuelta en su lugar. Pero la “ayuda” externa viene a menudo acompañada de un programa político o hasta militar cuyo objetivo principal es remodelar los países para satisfacer poderosos intereses creados, antes que reconstruir efectivamente las comunidades afectadas. La ayuda humanitaria se condiciona generalmente a la adopción de políticas neoliberales, y quizás lo más problemático en el caso de las guerras sea la tendencia reciente de entretejer esta ayuda (clasificada como “reconstrucción”) con el aparato militar de las potencias invasoras. En Afganistán, adonde el presidente estadounidense Obama enviará 17 mil efectivos más, y en Irak —que son los campos de prueba de esta ayuda militarizada— ya borraron total y deliberadamente la línea divisoria entre las actividades civiles y militares de Estados Unidos.

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