GRAIN
Sabemos más sobre el movimiento de los cuerpos celestes que del suelo que pisamos
Leonardo da Vinci
Cuida el suelo y todo el resto se cuidará a sí mismo
Proverbio campesino
Las cosas no han cambiado mucho desde los tiempos de Leonardo da Vinci. Para muchas personas, el suelo es una mezcla de minerales y polvo. En realidad, los suelos son uno de los ecosistemas vivos más asombrosos de la Tierra, donde millones de plantas, hongos, bacterias, insectos y otros organismos vivientes —la mayoría invisibles al ojo humano— están en un cambiante proceso de constante creación, composición y descomposición de materia orgánica y vida. Son también el punto de partida inevitable para cualquiera que quiera cultivar alimentos.
Los suelos contienen también enormes cantidades de carbono, sobre todo en la forma de materia orgánica. A escala mundial, los suelos retienen más del doble del carbono contenido en la vegetación terrestre. El surgimiento de la agricultura industrial en el siglo pasado, por su dependencia de los fertilizantes químicos, ha provocado un desprecio generalizado por la fertilidad natural del suelo y una pérdida masiva de la materia orgánica presente en éste. Mucha de la materia orgánica que se pierde termina en la atmósfera, en forma de dióxido de carbono —el más importante gas con efecto de invernadero.
La forma en que la agricultura industrial ha tratado los suelos, es un factor crucial que ha provocado la actual crisis climática. Sin embargo, los suelos pueden ser parte de la solución. Según nuestros cálculos, si pudiéramos regresarle a los suelos agrícolas del mundo la materia orgánica perdida a causa de la agricultura industrial, podríamos capturar al menos un tercio del exceso de dióxido de carbono que actualmente se halla en la atmósfera. Si continuáramos incorporando materia orgánica al suelo durante los próximos 50 años, dos tercios de todo el actual exceso de dióxido de carbono podría ser capturado por los suelos mundiales. En el proceso podríamos formar suelos más sanos y productivos y seríamos capaces de abandonar el uso de fertilizantes químicos que ahora son otro potente productor de gases de cambio climático.
Vía Campesina ha argumentado que la agricultura basada en modos de cultivo de pequeña escala, que utilice métodos agroecológicos de producción y se oriente a los mercados locales, puede enfriar el planeta y alimentar a la población. Esta afirmación es correcta y las razones las hallamos, en gran medida, en el suelo.
El creciente problema de los fertilizantes industriales Un factor importante en la destrucción de la fertilidad del suelo ha sido el tremendo aumento mundial de los fertilizantes químicos en la agricultura, con un consumo actual que es más de cinco veces el de 19611. La gráfica 1 muestra el incremento del consumo mundial de nitrógeno por hectárea, siete veces mayor que en la década de 19602. Sin embargo, buena parte de todo este nitrógeno extra no es utilizado por las plantas y termina en las aguas subterráneas o en el aire. Mientras más nitrógeno aplican los agricultores como fertilizante, menos eficiente resulta. En la gráfica 2 se muestra la relación entre rendimiento y consumo de fertilizante nitrogenado en el maíz, trigo, soya y arroz, los cuatro cultivos que cubren casi un tercio de toda la tierra cultivada. Para todos ellos, el rendimiento por kilogramo de nitrógeno aplicado es un tercio de los que era en 1961, cuando el uso de fertilizantes químicos empezó a expandirse mundialmente. La ineficacia cada vez mayor de los fertilizantes industriales no debería sorprender a nadie. Muchos expertos en suelos y crecientes números de agricultores saben hace tiempo que los fertilizantes químicos destruyen la fertilidad del suelo al destruir la materia orgánica. Cuando se aplican fertilizantes químicos, los nutrientes solubles quedan inmediatamente disponibles en grandes cantidades y provocan una oleada de actividad y multiplicación microbiana. La mayor actividad microbiana, por su parte, acelera la descomposición de materia orgánica y libera CO2 a la atmósfera. Cuando los nutrientes de los fertilizantes ya se vuelven escasos, la mayoría de los microorganismos muere y el suelo tiene ahora menos materia orgánica. A medida que este proceso ocurre durante años y décadas, y es acelerado por la labranza, la materia orgánica del suelo finalmente se agota. El problema se agrava porque el mismo enfoque tecnológico que promueve los fertilizantes químicos señala que los residuos de cultivos deben retirarse o quemarse y no deben ser integrados al suelo. A medida que los suelos pierden materia orgánica, se hacen más compactos, absorben menos agua y tienen menor capacidad para retener nutrientes. Las raíces crecen menos, los nutrientes del suelo se pierden más fácilmente y hay menos agua disponible para las plantas. El resultado es que el uso de los nutrientes presentes en los fertilizantes será cada vez más ineficiente, y la única forma de contrarrestar la ineficiencia es aumentando las dosis de fertilizantes, como muestran las tendencias mundiales. Pero las mayores dosis sólo agravarán los problemas, aumentando la ineficiencia y la destrucción de los suelos. No es raro escuchar de agricultores orgánicos que se transformaron en tales una vez que sus rendimientos colapsaron después de años de uso intensivo de fertilizantes químicos. Los problemas con los fertilizantes industriales no terminan allí. Las formas de nitrógeno presentes en los fertilizantes químicos se transforman rápidamente en el suelo, emitiendo óxidos nitrosos al aire. Los óxidos nitrosos tienen un efecto de invernadero que es más de doscientas veces más potente que el efecto del CO23, y son responsables de más del 40% del efecto invernadero actualmente provocado por la agricultura. Los óxidos nitrosos además destruyen la capa de ozono. |
PARA LEER EL RESTO: http://www.grain.org/seedling/?id=646
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