El Encuentro de Pueblos recientemente habido en Cochabamba sobre el Cambio Climático y los derechos de la Madre Tierra, confirmó una vez más, cuáles son los grandes debates de nuestra época, al menos en Latinoamérica y en el campo de los movimientos populares, indígenas, campesinos y en general de la izquierda. Se trata de hallar caminos de construcción, tanto de nuevas sociedades como de Estados, que conformen las aspiraciones y las necesidades de nuestros pueblos, Y se trata, asimismo, de establecer modelos productivos amigables con la Naturaleza , que nos permitan enfrentar con inteligencia y sabiduría las grandes crisis ecológicas que se avecinan. En ese sentido, es probable que Cochabamba sea recordada como un hito en el desarrollo de una nueva conciencia para el cambio profundo y en especial en los modos de incorporar la ecología y por qué no el ecologismo, al pensamiento político contemporáneo. “ O establecemos una sociedad ecológica, o la sociedad desaparecerá para todos, sin importar el estatus de cada quien.” (Murray Bookchin, 1992)
No son debates sencillos, por lo contrario. Complota contra nuestras aspiraciones, el peso enorme de la etapa histórica anterior, que, como pesada losa, al decir alguna vez del propio Marx, nos impide encarar estos debates libres de prejuicios y de ignorancias. Las dificultades para encarar estos desafíos son la consecuencia de una educación política eurocentrista, modernizante, de una formación que puso todo el énfasis en los modos de dominar la Naturaleza , nunca en convivir con ella, nunca en aprender de ella, en acompañarla tal como desde siempre hicieran la mayor parte de los pueblos originarios y del tercer mundo a lo largo de su historia. De tal manera, muchas de las manifestaciones a favor de la Madre tierra a la que nos vamos acostumbrando en los nuevos tiempos, conllevan por contrapartida y a pesar de frecuentes buenas intenciones, similar espíritu de productividad, que el que caracterizó las etapas del Capitalismo y de la Globalización. En ese sentido es que a los ecologistas ya no nos bastan las enunciaciones contra el Capitalismo, ya que se trata ahora de no hacer las mismas cosas, más allá del capitalismo… Modificar esas concepciones que implicaron el dominio de la Naturaleza y una idea de progreso ilimitado, concepciones duramente arraigadas durante siglos en la conciencia de muchos, es un gran desafío que resulta arduo resolver. Bastaría tal vez, cuando ciertos lenguajes de la izquierda han devenido opresivos y negadores de las nuevas agendas, posibilitar los más amplios debates para que se permita a los pueblos incorporar las nuevas categorías del pensamiento ecológico, de manera que puedan dar forma política y programática a sus necesidades.
Desde épocas remotas en que el maravilloso fenómeno de la hominización floreció por sobre nuestra naturaleza mamífera, los instrumentos que el hombre concibió lo ayudaron a escalar posiciones en los procesos de supervivencia y autosuficiencia. Ahora, paradójicamente, muchas de las herramientas de que disponemos no son las más adecuadas para los fines que necesitamos, no podríamos reparar una computadora teniendo como único instrumental disponible una llave inglesa, sin embargo vemos que no son pocos los que piensan resolver los problemas actuales con discursos que disponen de conceptos y de experiencias del siglo diecinueve… La sociedad que dio lugar al marxismo leninismo como pensamiento crítico y generador de una propuesta esperanzadora, es pasado…Esa sociedad que el marxismo pensó, no existe más, si es que alguna vez existió, al menos tal como fue pensada… y estoy haciendo referencia en especial, a los temas que el socialismo no supo resolver, tales como los balances ambientales, y todo lo relativo a la tierra y a los campesinos… y tener que recordar esto en América Latina y concretamente en la Bolivia andina y campesina, y desde el ecologismo, resulta particularmente penoso, ya que hace años venimos reflexionando y proponiendo soluciones en medio del mayor menoscabo y desinterés de quienes nos reprochaban postergar la cuestión social y hoy contrabandean los mismos obsoletos pensamientos que los caracterizaron, pero encubriéndose en consignas ambientales.
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Es esta una época de ecotonos, esas fronteras difusas entre dos ecosistemas donde tiene vida una fauna apropiada a circunstancias cambiantes y diversas. Así, de igual manera en esta época de ecotonos entre dos paradigmas, pululan los eclecticismos, el oportunismo y los travestimientos. El peso de la etapa anterior es insoslayable, aunque signifique un peso muerto en la capacidad de pensar, y suele tomar formas grotescas, desde lo minúsculo, tal como en la presentación de Hilda Molina en la feria del libro en Buenos Aires, en que en medio del bochinche que promocionó a una edición de improbable éxito, pareciera que la nueva antinomia sería la de estar con la Pando o con Fidel… a lo mayúsculo, tal como en el modo en que, en el imaginario de algunos de los gobiernos progresistas de América, Latina las mafias rusas y la antigua Nomenklatura apropiada de las empresas y del poder salvajemente capitalista, han ocupado con funcionalidad esa referencia política que durante años pareciera haber sido para ellos la URSS. Por otra parte, abundan en algunos gobiernos progresistas y en los muchos intelectuales que los apoyan y los surten de ideas, los que tal como decíamos más arriba, han reemplazado a los ahora inexistentes proletarios industriales, por los pueblos aborígenes. Abundan asimismo, aquellos otros que proponen la inversión de capitales de las Corporaciones, con la secreta esperanza de generar una nueva clase obrera y con ella recuperar el sujeto revolucionario. Y por último, existen también, los muchos que reconocen como nueva burguesía nacional a quienes tuvieron el acierto y la astucia de salvar las propiedades y el aparato financiero de los partidos comunistas vernáculos y transformarse en los nuevos grandes ricos que, en algunos casos como en la Argentina , han llegado como corporación, a opacar a las viejas oligarquías atadas todavía a maneras patricias y a discursos reaccionarios.
Las épocas de ecotonos en que los nuevos modos de pensar no terminan de alumbrarse y en que muchos intentan rescatar los paradigmas fracasados, son épocas de confusión y de grandes insensateces, pero son también para algunos, épocas de fuerte reflexión y de manifestaciones agresivas en el plano del pensamiento. No podría ser de otra manera, ya que los desarrollos de la conciencia y además el poder, se disputa con los que no terminan de comprender qué esta pasando, los que en cada acto reniegan de su propia historia y los muchos que cargados de las mejores intenciones, tratan de remendar los viejos discursos y los paradigmas vencidos por la historia, porque les da vértigo lo desconocido y no se atreven a poner el pie en los nuevos territorios que se despliegan ante todos nosotros utilizando las nuevas formas de pensamiento complejo. Somos pese a todo, ecologistas radicalizados, denunciamos los modelos de las nuevas dependencias globales que en la Argentina son fundamentalmente los Agronegocios, la sojización y la producción de Biocombustibles. Pretendemos una sociedad socialmente más justa y capaz de proponerse modelos productivos amigables con la Naturaleza. Nos cuesta aceptar y nos subleva, ver a tantos antiguos compañeros de la izquierda hoy en los gobiernos de sus países, obsesionados con obtener inversiones de capitales para extraer las riquezas del subsuelo aun a costa de los ecosistemas naturales y de los campesinos o de los pueblos que viven en esos lugares, y que esta ecuación deba saldarse con interminables y duras discusiones en el campo de las organizaciones populares. Nos vemos obligados a recordar que no hubieron tantas luchas y tantas muertes, para conseguir aumentar los índices del producto bruto y continuar con las mismas doctrinas del Crecimiento, de los rindes de cosechas y los modelos de exportación de bienes naturales, sino que hubieron tantas luchas para conseguir la felicidad de nuestros pueblos y esa felicidad no es un tema que se resuelva con la posesión de objetos materiales, ni con mayor consumismo, sino que se resuelve fundamentalmente, con prácticas de buen gobierno, de participación en las políticas que nos atañen, así como de planificación y presencia del Estado para segurar la justa distribución de las riquezas, los derechos de los más débiles y la preservación del medio ambiente para los que ahora viven en las tierras de América y también, para los que aún no nacieron. Y es por todo ello que saludamos con entusiasmo las declaraciones finales del Encuentro de los pueblos en Cochabamba, en la que se asumen con valentía estos desafíos y se logra pronunciarse frente a ellos con sabiduría y con justicia.
Y por último, queremos expresar que imaginar que el grueso de los que luchan perdieron sus ilusiones cuando implosionó la URSS o se derrumbó el muro de Berlín, es sencillamente ignorancia, no importa quien lo manifieste. Las luchas de nuestros pueblos periféricos y tercermundistas, jamás se referenciaron en aquellos lejanos procesos de los países centrales, sino en las propias luchas que, a pesar de la memoria popular y de las tradiciones orales, no terminan de ser reconocidas. Y a propósito de ello quiero recordar a uno de los gobiernos más patriotas y valientes que tuviera Bolivia y que, en aquellos años en que un rosario de movimientos nacionalistas populares recorriera el continente, fuera ejemplo para toda América Latina. Me refiero al Coronel Gualberto Villarroel, presidente entre los años 1943 y 1946, año en que fuera asesinado en el propio Palacio Quemado de la Paz por una turba compuesta por gente de la oligarquía minera, entonces denominada la Rosca, por activistas de la izquierda cipaya y por aliadófilos que, además, colgaron su cadáver en uno de los faroles de la Plaza Murillo. Villarroel expresó como pocos el nacionalismo popular tal como se manifestara en América Latina durante aquellos años de guerras interimperialistas, fue el antecedente necesario a la gran insurrección minera y popular de abril de 1952, y además de haber aprobado numerosas reformas sociales, se lo recuerda por haber sido quién convocó a la primera asamblea indígena y campesina. Que vaya entonces, como respaldo a este gran Encuentro de los Pueblos en Cochabamba, nuestro recuerdo y nuestro homenaje a Gualberto Villarroel, asesinado en el Palacio de Gobierno de La Paz en 1946, y a sus compañeros también martirizados: su secretario privado Luis Uría de la Oliva , su edecán Capitán Waldo Ballivián y el periodista Roberto Hinojosa.
Jorge Eduardo Rulli
Etiquetas: Bolivia, Calentamiento global, Cochabamba, GRR, Horizonte Sur, Rulli
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