Carmelo Ruiz: Semillas del imperio
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Semillas del imperio
Carmelo Ruiz Marrero
Puede ser difícil de creer, pero los
únicos cultivos de importancia económica oriundos de Norteamérica son
el girasol, la cereza azul (blueberry), arándano agrio (cranberry) y la
alcachofa (Es cierto que los pueblos originarios del continente
cultivaban maíz, papa y frijol, pero éstos venían de Centro y
Suramérica). Todos los demás cultivos, como el arroz, el trigo y la
soya, fueron importados de otros lares. Sobre esa enorme tarea de
importación de materia vegetal, que tomó lugar a lo largo de dos siglos,
se fundamenta el progreso industrial de Estados Unidos.
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"La expedición naval de Perry en
1853 es mejor conocida por forzar la apertura de las bahías de Japón al
comercio con Estados Unidos. Las naves bélicas de Perry también llevaron
a casa una tremenda variedad de semillas y materiales de plantas
obtenidos de Japón, China, Java, Mauritius y Suráfrica. Los frutos
genéticos de esta aventura imperial incluyeron semillas o cortes de
vegetales, cebada, arroz, frijoles, algodón, caquis, mandarinas, rosas y
'tres barriles del mejor trigo de Cape Town' (Suráfrica). Otras
expediciones enviaron plantas de Suramérica, el Mediterráneo y el
Caribe."
El cuerpo diplomático también puso
de su parte. Cónsules enviaron trigo de Polonia, Turquía y Argelia,
centeno de Francia, sorgo de China, algodón de Calcutta y Ciudad México,
pimientos y maíz de Perú, y arroz de Tokío.
La entrada de todo este variadísimo
germoplasma fue lo que hizo posible la colonización europea de
Norteamérica y su despegue industrial. El cultivo de arroz en Carolina
del Sur se debe a la introducción de una variedad de Madagascar al final
del siglo XVIII. En Kansas y Texas el cultivo de sorgo se hizo viable
gracias a muestras de China y África. La industria cítrica de California
le debe mucho a semillas brasileñas traídas por un cónsul en 1871. Y la
ganadería yanqui, legendaria en el mundo entero, le debe su éxito en
gran parte a la introducción del pasto japonés lespedeza, la alfalfa
rusa, y la hierba Johnson de África.
No es solamente la introducción de
especies, sino también la introducción de numerosas variedades de la
misma especie, que incrementan la biodiversidad e introducen rasgos
beneficiosos al cultivo. Una variedad turca de trigo otorgó a la cosecha
estadounidense resistencia a la roya amarilla (el hongo Puccinia
striiformis), lo cual se estima que ahorra $50 millones al año en
control de plagas. De la India se introdujo una variedad de sorgo
resistente a áfidos que brinda beneficios anuales estimados en $12
millones. La revista New Scientist reportó en 1983 que los sembradores
de cebada estadounidenses se ahorran $150 millones al año gracias a un
gen aportado por una variedad etíope. Según el célebre profesor de
botánica y recolector de plantas Hugh Iltis, el beneficio al cultivo de
tomates de EEUU brindado por la introducción de variedades peruanas con
un alto contenido sólido es de $5 millones al año. La Universidad de
Illinois desarrolló variedades de soya que podrían estarle ahorrando a
los agricultores entre $100 y $500 millones anualmente en costos de
procesamiento, y la materia prima genética que se utilizó en su
desarrollo vino de variedades de soya de Corea. La producción de trigo
de Estados Unidos, la tercera mayor del mundo, se ha beneficiado de la
introducción de variedades traídas de Japón, China, Rusia, Palestina,
Australia, Kenya, Egipto, Etiopía, Bulgaria, Grecia, Brasil y Uruguay.
Irán ha aportado a EEUU valiosas variedades de coliflor, cebolla,
guisante y espinaca.
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Estados Unidos se apropió de toda
esta exuberante diversidad de semillas agrícolas gratuitamente, sin
compensación o reconocimiento alguno a los pueblos que pasaron siglos y
hasta milenios desarrollando y perfeccionando estos cultivos. Esta
apropiación se legitimó con el argumento de que las semillas son
patrimonio de la humanidad. Pero cuando se le ha pedido a esa nación que
comparta su tesoro, otro ha sido su cantar. En una carta del
administrador del Servicio de Investigación Agrícola de Estados Unidos... escrita
en 1977, éste expresa claramente que tras adquirir las semillas, éstas
pasan a ser propiedad del gobierno de Estados Unidos. Dicho de otro
modo, "lo que es tuyo es mío, y lo que es mío es mío". El gobierno
estadounidense hace estas muestras disponibles a investigadores del
mundo entero, pero se reserva el derecho a negar acceso en base a
"consideraciones políticas"... EEUU había negado acceso a sus
colecciones de semillas a investigadores de Albania, Cuba, Irán, Libia,
la Unión Soviética, Afganistán y Nicaragua.
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