Playa Girón, el mayor fracaso de la CIA
Carmelo Ruiz Marrero
18 de abril 2016
Entre el 17 y el 19 de abril de 1961 una fuerza de mercenarios cubanos, dirigidos por la Agencia Central de Inteligencia de EEUU (CIA), trataron de invadir la nación caribeña de Cuba. En tres días su intento fracasó, con sobre cien invasores muertos y más de mil capturados. Después de más de 50 años este evento histórico sigue siendo un punto agrio en las narrativas de la guerra fría. Los guerreros fríos y derechistas de línea dura todavía lo ven como una afrenta y humillación que exige revancha. Pero para progresistas y antiimperialistas del mundo entero, es una ocasión de gozo y celebración. Este artículo está basado mayormente en documentos desclasificados de la biblioteca John F. Kennedy, el Departamento de Estado de EEUU y la CIA.
La invasión tomó lugar en los primeros meses de la presidencia de John F. Kennedy, pero había sido concebida y planificada bajo la administración anterior, la de Dwight Eisenhower. En enero de 1959 el dictador cubano Fulgencio Batista fue derrocado por una revuelta popular que llevó a la presidencia a Fidel Castro, suceso que cambió fundamentalmente la política en América Latina y la política de Estados Unidos hacia América Latina. Ya antes de acabar el año, el consenso en Washington DC era que los cambios revolucionarios que estaban tomando lugar en Cuba debían ser detenidos. En marzo de 1960 Eisenhower aprobó el operativo secreto JMARC para poner fin a la revolución.
Según el propio relato del Departamento de Estado de EEUU del operativo de Playa Girón:
“En marzo de 1960 el presidente Dwight D. Eisenhower dirigió la Agencia Central de Inteligencia (CIA) a desarrollar un plan para la invasión de Cuba y derrocamiento del régimen de Castro. La CIA organizó una operación en la que entrenó y financió una fuerza de cubanos exiliados contrarrevolucionarios que constituían el brazo armado del Frente Democrático Revolucionario, conocido como Brigada 2506.” (https://history.state.gov/milestones/1961-1968/bay-of-pigs)
“La administración Eisenhower y la CIA habían determinado a fines de 1959 que Fidel Castro era una herramienta del comunismo y aliado de la Unión Soviética”, según el Centro para el Estudio de Inteligencia de la CIA. El director suplente de planes de la CIA Richard Bissell “sostenía en febrero de 1961 que el descontento popular con el régimen castrista podía ser convertido en resistencia activa sólo si se daba un shock externo.” (https://www.cia.gov/library/center-for-the-study-of-intelligence/csi-publications/csi-studies/studies/winter98_99/art08.html)
“La primavera de 1961 era vista como la última oportunidad de administrar tal shock (sin comprometerse al uso de tropas de EEUU) antes de que el aparato militar de Castro recibiera más cargamentos de armas del bloque oriental. Una fuerza de exiliados cubanos entrenados por la CIA tomarían control de un área aislada en la costa sureña de Cuba, permitiendo así que líderes políticos exiliados regresen a la isla y ofrezcan a la población una alternativa democrática a Castro. Asumiendo que la fuerza de emigrados ganara control del aire y consolidara su cabeza de puente, los aviones de la Brigada (bombarderos B-26, obsoletos pero potentes, alegadamente adquiridos en el mercado negro) entonces contrarrestarían la superioridad numérica del ejército cubano y demostrar al pueblo cubano la impotencia de Castro. En las semanas siguientes, la ciudadanía y fuerzas militares cubanas finalmente montarían una resistencia activa a él, poniendo en movimiento su eventual caída. En el peor de los casos, la Brigada sería evacuada por mar, y algunos elementos podrían hacer guerrilla en las nada distantes montañas del Escambray. Estas suposiciones resultaron ser desastrosamente erradas.”
La operación se inspiraba en una intervención exitosa de la CIA en Guatemala en 1954, conocida por su nombre código secreto PBSUCCESS. En esta operación, la primera acción de gran envergadura de la CIA en Latinoamérica, oficiales militares se rebelaron y derrocaron al presidente electo Jacobo Arbenz con la ayuda de fuerzas que invadieron desde los países vecinos de Honduras y El Salvador, con apoyo aéreo proporcionado por aviones de la Guardia Nacional Aérea de Puerto Rico. La mayor diferencia entre ambos operativos era que Cuba sería invadida desde el mar. La localización escogida para el desembarco, Playa Girón, era en el lado sur de la isla para así crear la pretensión de que Estados Unidos no tenía nada que ver con el asunto. La fuerza invasora fue entrenada en Guatemala y en la isla puertorriqueña de Vieques, y la flota partió a su misión desde Puerto Cabezas, Nicaragua. Bajo ninguna circunstancia se debía conocer públicamente el involucramiento del gobierno de Estados Unidos, ya que esta operación paramilitar violaba claramente las cartas de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y de la Organización de Estados Americanos, y también las leyes y constitución de EEUU.
En el conteo regresivo a la invasión, la secretividad de la CIA se había convertido en un chiste. Según la biblioteca John F. Kennedy: “A pesar de los esfuerzos del gobierno por mantener los planes de invasión encubiertos, se convirtieron en conocimiento común entre cubanos exiliados en Miami. Mediante la inteligencia cubana, Castro averiguó de los campamentos de entrenamiento de guerrillas en Guatemala tan temprano como en octubre de 1960, y la prensa informó ampliamente sobre los eventos a medida que iban tomando lugar.” (http://www.jfklibrary.org/JFK/JFK-in-History/The-Bay-of-Pigs.aspx)
La invasión a Cuba fue precedida por un ataque al amanecer del 15 de abril por bombarderos B-26 contra tres aeropuertos militares. Se suponía que este ataque destruyera la fuerza aérea cubana pero los aviones, enviados desde Nicaragua, fallaron muchos de sus blancos y dejaron intactos suficientes aviones de guerra cubanos para detener a los invasores que se avecinaban.
Más tarde esa mañana el ministro del exterior cubano Raúl Roa denunció ante la ONU en la ciudad de Nueva York que EEUU era el autor de los ataques aéreos. El embajador de Estados Unidos ante Naciones Unidas, Adlai E. Stevenson, negó de manera contundente que su país tuviera algo que ver con los ataques o con alguna invasión venidera. Los recuentos históricos concurren en que Stevenson no había sido informado de los hechos, y que él había leído a la ONU un libreto de la CIA sin saberlo. Cuando quedó ante el público como un embustero, él describió el episodio como la más grande humillación de su carrera y consideró seriamente renunciar de su puesto.
La fuerza invasora desembarcó en Playa Girón en la madrugada del 17 de abril. Pero en menos de 72 horas había sido aplastada por un potente contraataque de las fuerzas revolucionarias dirigidas por Fidel Castro, quien fue personalmente al frente de batalla. Los invasores derrotados han alegado repetidas veces a lo largo de los años que la culpa de su fracaso la tiene el presidente Kennedy por no haber autorizado apoyo aéreo e intervención militar, que, dicen ellos, hubiera cambiado el desenlace de la batalla.
Las investigaciones oficiales
Las recriminaciones, acusaciones mutuas e investigaciones en torno a este colosal y embarazoso fiasco comenzaron casi de inmediato. El presidente Kennedy ordenó dos investigaciones, una llevada a cabo por un comité dirigido por el general Maxwell Taylor, y otra por el Inspector General de la CIA, Lyman Kirkpatrick. Ambas pesquisas determinaron que la CIA tenía toda la culpa del fracaso en Playa Girón.
El informe Kirkpatrick, de 300 páginas, fue secreto hasta ser desclasificado en 1998 gracias a una petición bajo la Ley de Libertad de Información por parte del National Security Archive (Archivo de Seguridad Nacional), una organización no gubernamental adscrita a la Universidad George Washington. Según el New York Times, todas las copias habían sido destruidas excepto una, la cual estaba guardada en la caja fuerte del director de la CIA.
Según el National Security Archive:
“Kirkpatrick puso la culpa del fracaso completamente en los pies de su propia agencia, particularmente del principal arquitecto de la operación, el Director Suplente de Planes, Richard Bissell. La operación fue caracterizada por ‘mala planificación’, ‘pobres’ decisiones de contratación de personal, inteligencia y presunciones defectuosas, y ‘fallar en avisarle al presidente que el éxito estaba en duda’, concluyó el informe. ‘La agencia falló en reconocer que cuando el proyecto avanza más allá de la etapa en que ya no es factible negarla (plausible denial), éste queda fuera del área de responsabilidad y capacidad de la Agencia’. En una carta al entrante director de la CIA John McCone, Kirkpatrick identificó lo que él llamó ‘una tendencia en la Agencia a pasar por alto las deficiencias de la CIA y a intentar pegarle toda la culpa del fracaso de la invasión a otros elementos del gobierno, en lugar de reconocer las debilidades de la Agencia.” (http://nsarchive.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB355/)
Los oficiales de la CIA “se enroscaron tanto en la operación como tal que perdieron vista de las metas finales”. Su presupuesto se multiplicó de $4.4 millones a $46 millones. En un año habían creado “una fuerza invasora indisciplinada, mal entrenada y con pobre apoyo cuya secretividad había sido comprometida, y cuya existencia había sido ampliamente insinuada en informes de periódicos antes de que tomara lugar el operativo”, dice el informe.
Sin embargo, la CIA no se quedó sin responder al informe de Kirkpatrick. Jack Pfeiffer, un empleado que subió la jerarquía hasta llegar a ser el historiador principal de la CIA, pasó los años de 1974 a 1984 escribiendo una “historia oficial” de Playa Girón, una masiva refutación a Kirkpatrick de cinco volúmenes en la que defendió a la agencia. Sólo el quinto volumen continúa siendo secreto.
Según el National Security Archive, el Volumen Tres de esta historia “provee el recuento más detallado disponible del proceso decisional en la Casa Blanca, la CIA y el Departamento de Estado durante la administración Eisenhower que llevó a la invasión de Bahía de Cochinos”. Contiene algunas revelaciones sensacionales sobre cómo la CIA colaboró con el crimen organizado para asesinar a los líderes de la revolución cubana. “En noviembre de 1960, Edward Lansdale, especialista en contrainsurgencia de las fuerzas armadas de EEUU, envió al grupo de trabajo de la invasión una lista de once altos oficiales (del gobierno cubano), incluyendo Che Guevara, Raúl Castro, Blas Roca y Carlos Rafael Rodríguez”. Y no menos significativo, el Volumen Tres dice que el grupo de trabajo de la CIA a cargo del desembarco no creía que la invasión fuera a ser exitosa sin el apoyo pleno de las fuerzas militares de EEUU.
Ese volumen fue desclasificado en 1998 pero no se hizo público sino hasta 2005, cuando el profesor David Barrett de la universidad Villanova College descubrió una copia solitaria en los Archivos Nacionales y la subió a la página web de la universidad.
El aún clasificado Volumen Cinco de Pfeiffer “contiene una poderosa refutación de la fijación de Kirkpatrick sobre la culpabilidad de la CIA por los eventos en Bahía de Cochinos”, dice el National Security Archive. “Como en el resto de la Historia Oficial, el historiador de la CIA defiende a la CIA de las críticas de su propio Inspector General y busca extender la culpa del fracaso en Cuba a otras agencias y autoridades del gobierno de EEUU, especialmente a la administración Kennedy.” (http://nsarchive.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB355/)
Pfeiffer había querido que ese quinto volumen fuera desclasificado para él poderlo publicar como libro bajo su nombre, pero esto no ha ocurrido. En mayo de 2014, en otro capítulo más del encubrimiento de Playa Girón, el tribunal de apelaciones de Estados Unidos, circuito de Washington DC, determinó que el volumen debe mantenerse secreto.
“La decisión del circuito de (Washington) DC pone una burqa sobre la burocracia”, denunció Tom Blanton, director del National Security Archive, parte demandante en el caso. “A los presidentes sólo se les dan doce años después de dejar su puesto para mantener (secretas) sus deliberaciones”, comentó. “... y la Reserva Federal publica sus transcripciones verbatim tras cinco años. Pero aquí el circuito de DC le ha dado a la oficina histórica de la CIA inmortalidad para sus borradores porque, como argumenta la CIA, esos borradores podrían ‘confundir al público’ … Si se aplicara a los contenidos de los Archivos Nacionales de Estados Unidos, esta decisión retiraría de los anaqueles más de la mitad de lo que está ahí.” (http://nsarchive.gwu.edu/news/20140521/)
“Titulado ‘Investigación interna de la CIA sobre la operación de Bahía de Cochinos’, el Volumen Cinco aparentemente contiene la agresiva defensa de la CIA por parte de Pfeiffer en contra de una dura evaluación interna escrita por el propio Inspector General de la agencia, la cual señaló a la CIA como la única responsable por las premisas pobres, planificación defectuosa e incompetencia que llevaron a la rápida derrota de la brigada paramilitar de exiliados… en Bahía de Cochinos.”
Pero tras la batalla burocrática de acusaciones y contra-acusaciones, informes, refutaciones y acusaciones hay una gran verdad que es muy dolorosa para el imperialismo y sus aliados. La invasión se fundamentaba sobre la idea de que el pueblo cubano se alzaría contra el gobierno revolucionario. Al enterarse de la invasión el pueblo sí se levantó, pero lo hizo para defender su revolución. Y esa es la verdad más importante y trascendental de lo ocurrido en Playa Girón en abril de 1961.
Esta es una adaptación de un artículo originalmente publicado en la página web de Telesur English el 16 de abril de 2015.
Ruiz Marrero es periodista y autor puertorriqueño. Su blog periodístico es actualizado a diario (http://carmeloruiz.blogspot.com/) y su más nuevo proyecto bloguístico es El Mundo Según Carmelo (http://carmeloruiz.tumblr.com/tagged/esp). Su cuenta Twitter es @carmeloruiz.
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