Según declaraciones radiales del Director del INTA de continuar el monocultivo de la soja y la creciente deforestación, en 10 años el 70% del suelo en Argentina quedará desértico.
En general, nuestro país se caracterizó por la diversidad de cultivos combinado con grandes extensiones de tierra para la cría de ganado, como así también de la cuenca lechera. Para la explotación intensiva y extensiva del monocultivo de la soja se transfirieron más de 1.300.000 hectáreas de explotación ganadera hacia este cultivo. “El país ya perdió 17.000 tambos lecheros porque sus tierras fueron destinadas al cultivo de la soja. Como consecuencia de la expansión y concentración de grandes establecimientos se estima que al menos 300.000 pequeños productores fueron expulsados de sus tierras y hoy son parte de los bolsones de miseria.” (Los dueños del río * Taller Ecologista * abril 2005)
“Sólo en el período 2004-2005 se desmontaron 1,2 millones hectáreas de selva amazónica para cultivar soja. [...] Según un estudio de organizaciones ambientalistas, la soja es actualmente la principal fuerza de presión desmontadora junto con las pasturas sin monte y la tala ilegal. [...] En el monte argentino se vive una situación similar, ya que los desmontes por el avance de la soja aumentan día a día, y con ello aumenta la conflictivad con campesinos e indígenas” (La Capital, 26/07/06)
En Argentina se pretende expandir la superficie sojera hasta alcanzar 16 millones de hectáreas para el 2008 (hoy hay sembradas 12.300.000). ¿Qué significa esto? Por lo menos, que habrá más tráfico de camiones, trenes y barcos; que los campos sembrados con soja estarán cada vez más cerca del ejido urbano. ¿Sabía Ud. que un avión fumigador esparce su veneno a 1 km. a la redonda del campo sembrado?
Entre los principales impactos del actual modelo de agroexportación, la pérdida de biodiversidad resulta alarmante en los 5 países de la Cuenca del Plata (Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay). Como dijimos, los ecosistemas nativos se eliminan incentivados por una política de expansión de la frontera agropecuaria. Cuando se elimina el bosque, la retención del agua de lluvia se reduce en forma notable y aumentan la evaporación y los procesos erosivos (hídricos y eólicos), se acentúa la amplitud térmica del ambiente, disminuye drásticamente la biodiversidad nativa, se suspenden el aporte de materia orgánica y de nitrógeno y se interrumpe el desarrollo de suelos. A estos impactos debe sumarse el envenenamiento de las aguas superficiales y subterráneas, de los suelos y del aire, provocado por el uso a gran escala de tóxicos agrícolas -plaguicidas y fertilizantes químicos- por los sistemas de monocultivos a gran escala.
Pensemos por un momento la hipótesis de que el boom de la soja trae mejoras a la población en general, es decir, más trabajo, mejores salarios, etc.; que algunos llaman “progreso”. En octubre de 2004, un periódico de Rosario, calculaba que las 8 empresas más importantes del comercio de soja (Cargill, Bunge, Aceitera Gral. Deheza, Louis Dreyfus, Molinos Río de la Plata, Nidera, Toepfer y Vicentín), habían sumado en sus ventas de un año más de U$S 10.000 millones, casi 8 veces el presupuesto anual de la provincia de Santa Fe. Por los puertos privados de Santa Fe se despacha hoy el 78% de la cosecha nacional exportada, aunque están exentas del pago del impuesto a los Ingresos Brutos.
A pesar del fervor con el que los sectores dominantes y políticos defienden las inversiones extranjeras, el supuesto “efecto derrame” que éstas provocan es más un imperativo ideológico que una verdad ajustada a un análisis real de la situación. La experiencia real de las inversiones en Santa Fe -que contiene hoy el principal complejo mundial de producción de aceite de soja- llega a debilitar incluso estos escasos argumentos de beneficio. La industria aceitera es una de las que menos puestos de trabajo generan por cada dólar de facturación, ya que si bien requiere de un importante encadenamiento de servicios (empresas de transporte fluvial y marítimo, flete por camiones), no desarrolla en torno suyo un gran encadenamiento productivo, tal como sucede con otras industrias. Por otro lado, a las exenciones otorgadas directamente por las políticas tributarias provinciales, se suman las denuncias contra estas empresas por maniobras para evadir retenciones e impuestos a las ganancias. Las mismas fuentes del gobierno, “advierten que el hecho de tener puertos propios de embarque, les permite a todas estas empresas manejar un alto nivel de evasión”.
Un trabajo del Sindicato de Aceiteros de Pto. Gral. San Martín calculaba en 2004 que en las inversiones de las grandes traders de cereales, “por cada 500.000 dólares invertidos se va a generar tan sólo un puesto de trabajo”.
Entonces, no sólo nos están dañando la salud y el medio ambiente, si no que también se llevan todas nuestras riquezas a cambio de migajas, de unos pocos puestos de trabajo que tampoco cumplen con normas de seguridad para sus propios obreros. Este “progreso” no lo queremos. La humanidad ha desarrollado la ciencia y la tecnología como para brindar a la sociedad condiciones de vida que sean armónicas con la naturaleza y con el desarrollo individual de cada ser humano, ese es el progreso que queremos.
Fuente: El Militante
1 Comentarios:
Muy buenooo!!!!!!!
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal