sábado, marzo 03, 2007

El diálogo colectivo que presentamos es el resumen apretadísimo de una discusión que convocaron a principios de abril de 2004 GRAIN, el Grupo ETC y el Centro de Análisis Social Información y Formación Popular, ac (Casifop), en la ciudad de México. La reunión tuvo por título el telón de fondo, porque la idea era “mirar detrás” de los procesos en los que estamos inmersos. Asistieron personas en lo individual, representantes de comunidades indígenas, de organizaciones sociales y de la sociedad civil (osc) de todo el continente americano y algunas de Europa: personas, todas, inmersas en procesos diversos (desde lo práctico y cotidiano), vividos y reflexionados desde abajo, en el terreno de los acontecimientos y los embates, que crean o reconfiguran resistencias, rebeldías, autonomías, autogestión.

En el documento no incluimos la palabra de todos los participantes. No obstante, lo dicho por todos contribuyó a la visión que presentamos. Pedimos disculpas a quienes no incluimos por razones de espacio y flujo de la edición.

Podría parecer obsoleta la reflexión, a casi tres años de distancia, pero nos parece que ahora es más pertinente que entonces. Asumiendo explícitamente una postura más allá de las coyunturas y los datos (pero sin renunciar a la crítica de los sistemas, los procesos económicos y las devastaciones producidas por el capitalismo), quienes participamos buscamos un fondo que pudiera acuerpar las diferentes luchas. Era buscar modos nuevos y más profundos de una resistencia creativa, cuidando una mirada integral. No describimos lo terrible de los transgénicos. Ni del robo de la biodiversidad. Ni de la truculenta manera de coptación de algunos programas y acciones de gobiernos y “sociedad civil”. No buscamos nuevas legislaciones ni derechos universales plasmados de mejor manera. Tampoco queríamos revisar el porqué del fracaso de revoluciones anteriores o de la democracia partidista.

Quisimos indagar en el fondo de nuestra historia común y atisbar problemas que, ocultos, desarticulan las posibilidades de acción conjunta. No obstante, es incipiente el diagnóstico que presentamos.


Vivimos tiempos oscuros. Un velo parece haberse tendido entre las palabras y las acciones, entre los actos y las consecuencias. Los controles y las fronteras se multiplican. Las imposiciones se extienden a más rincones del planeta. La dislocación disparata tiempos y espacios. Las decisiones están muy lejos. Las toman otros. La educación institucional cosifica el conocimiento. La ciencia entregó sus búsquedas al mercado y traicionó a la humanidad. La globalidad nociva no es sino la expansión de esa torre de babel de procesos decididos a distancia. La modernidad es dispersión, homogenidad creciente, explotación como siempre y erosión de los fundamentos mismos de la vida, del trabajo, del saber, de la creatividad, de las decisiones, de la tradición, de la posibilidad de alimentarnos, del valor de las personas.

Es la guerra como estabilidad, productora y acompañante de una miseria indispensable para producir acumulación, de poder y dinero. Es el gasto perpetuo, el consumo de todo lo imaginable.

Las opciones políticas del comunismo, del socialismo, de la democracia parlamentaria y electoral e incluso de la revolución como toma del poder, parecen gastarse también. El capitalismo se apropia de todo y cava su propia destrucción como suicidio de la humanidad, mientras concentra en menos manos todo el empeño de millones y millones. Nos agotan el agua, nos pudren el ambiente, nos contaminan el aire y la intimidad. La gente está sola ante la ley. No parece haber horizonte. Los valores más sagrados son hoy objeto de comercio, la vida misma tiene rotas sus fronteras y podemos estar ante una ruptura definitiva de la vida como la conocemos.

Parecería que los pueblos, que la gente común, no tienen opción sino obedecer, esclavizarse para sobrevivir. Exiliarse para sobrevivir. Hoy la humanidad es peregrina y su hogar es cada uno de nosotros. Los sistemas que conforman esa globalidad impuesta crean enclaves de abandono u opciones de sojuzgamiento o de traición propia. Los talleres de maquila, los campos de labor, las cárceles y los manicomios están llenos de disidentes o desesperados.

Sin embargo, uno de los hallazgos de la reflexión fue que lo comunitario es uno de los grandes centros desde donde mirar los sistemas y su ataque frontal a la vida, y las posibilidades de resistencia y de creatividad a largo plazo. En principio es la comunidad indígena, campesina o barrial, con su anclaje a un territorio que le da sentido a lo comunitario pero, ante la migración y la precarización, hoy atestiguamos la reconstrucción de identidades y nace la idea de comunidades desterritorializadas, o en flujo perpetuo, fruto de los diferentes trabajos que desarrollamos, por fuerza o entereza, o de los enclaves a donde nos tocó volver a vivir.

Hablar de comunidad es reivindicar la mutualidad, la decisión en corto, la autogestión, el cargo como servicio. Es también una forma de la organización social, un espacio de reflexión y trabajo compartido, un completarnos un poco unos a otros. Es la reivindicación del nosotros ante el individualismo capitalista, sin aplastar al individuo, porque hay que potenciar lo que cada quién puede compartir con los demás. Es entonces reconstituirnos como sujetos de nuestra propia historia. Es apostarle al autogobierno, a que la asamblea sea el centro de la vida, la máxima autoridad, la posibilidad de trabajar integralmente los problemas.

Sin embargo, si no asumimos esas comunidades desterritorializadas que están en perpetua retransformación, corremos el peligro de fijarnos sólo en las comunidades campesinas o indígenas cuando el mundo se reconfigura en las ciudades y el campo se vacía.

Hoy la gente entiende más la ligazón entre los diferentes ataques de empresas y gobiernos. Estamos en el proceso de adquirir horizonte. Pensábamos que las luchas eran únicas y todas las luchas estaban relacionadas, que la historia era única o que la historia propia era la única historia que teníamos y resulta que todas las historias están relacionadas.

Ese horizonte común hace surgir una comunidad de comunidades , o varias, que relacionen las luchas en diferentes niveles, incluido el ámbito de una o muchas localidades.

Hoy revaloramos la necesidad de mirar “detrás” pero con la urgencia de no entramparnos en las formas de las agresiones, amenazas, engaños, presiones y represiones que sufren los pueblos, sino comprender el sentido y función que esas formas tienen. Las agresiones cambian de forma cada día y seguirán cambiando, con una tendencia clara a ser cada vez más certeras, abarcantes y efectivas. Luchamos contra la situación actual del mundo, y por tanto buscamos qué podemos hacer. Requerimos contrarrestar e impedir los procesos que desatan las agresiones, y no meramente impedir o atacar ciertas formas. Entender juntos las dinámicas que nos abren posibilidades —ubicar dónde estamos y descubrir lo que deberíamos impulsar, privilegiar, fortalecer y proteger.

Camila Montecinos, Silvia Ribeiro,

Carlos Vicente, Andrés Barreda,

Ramón Vera Herrera



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