viernes, febrero 22, 2008


Monsanto avanza además hacia el control de todas las semillas, no sólo transgénicas. Para ello ha comprado empresas semilleras en todo el mundo, con el fin de controlar un sector que aunque modesto en volumen de dinero, comparado con otras industrias, es absolutamente imprescindible: es la llave de toda la cadena alimentaria. Una vez que controle la mayoría de las semillas convencionales, lo único que necesitará hacer es dejar de producirlas, y a través de una política de hechos consumados —al no existir alternativas en el mercado y en contubernio con las escasas empresas que queden en el rubro— obligar a todos a sembrar sus transgénicos. A unos porque no tendrán otra opción y a los campesinos que plantan sus propias semillas a punta de contaminación, juicios y semillas suicidas Terminator.

… En este contexto, es totalmente cínico que Monsanto, uno de los mayores contaminadores del planeta y responsable junto a un par de otras transnacionales de la contaminación transgénica del maíz campesino en México, anuncie que va a hacer un fondo para “proteger el maíz nativo”. Para ello, pretende formar con algunos de los pocos productores industriales de maíz en México, un banco de semillas nativas. La propuesta ni siquiera es original (también Syngenta, Dupont y otras productoras de transgénicos tienen proyectos similares en otros países) ya que proviene de Croplife International, una asociación internacional de estas empresas para defender sus intereses en la comunidad internacional.

Monsanto pretende así lavar su imagen de contaminador, acceder —y patentar cuando le convenga— razas de maíz campesino que le resultan imprescindibles para seguir desarrollando sus semillas transgénicas y por otro lado justificar la introducción de más transgénicos y la contaminación futura.

Los industriales de la Confederación Nacional de Productores Agrícolas de Maíz de México, que firmaron este acuerdo con Monsanto (quién sabe a quéprecio) probablemente ya ni saben qué es el maíz nativo, porque hace tiempo son esclavos de lo que les vendan las empresas semilleras.

Los que de verdad conocen, cuidan y siguen plantando el maíz nativo (85 por ciento de los que producen maíz en México) son campesinos e indígenas y ya declararon que no piensan dejarlo ni dejar que los dueños del dinero y los industriales se apropien de él. Les llevan 10 mil años de experiencia y más de 500 de resistencia. Silvia Ribeiro, “El imperio de Monsanto y la destrucción del maíz”, La Jornada, 26 de mayo de 2007

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