Carmelo Ruiz Marrero
(Artículo publicado el domingo 3 de febrero 2008 en periódico puertorriqueño El Nuevo Día bajo el título 'Riesgo Ecológico')
Hay un nuevo participante en los debates sobre el calentamiento global y los agrocombustibles: la industria de la biotecnología. Los gigantes corporativos de la genética están proponiendo nuevas tecnologías, como árboles genéticamente alterados y biología sintética, para producir combustibles biológicos. Pero no todo el mundo está contento con esta visión.
Las empresas de biotecnología agrícola figuran entre los principales impulsores del uso de cultivos, como maíz, soya y caña de azúcar, para hacer combustibles como etanol y diesel. Su entusiasmo se debe en gran parte a que enfrentan dificultades severas vendiendo sus cultivos genéticamente alterados, conocidos también como transgénicos (vea el recuadro ‘Zozobran los transgénicos’).
Frente a esta situación, la industria ve su salvación en la producción de cultivos transgénicos para combustible. De esta manera pueden despachar las preocupaciones acerca de los efectos que puedan tener sobre la salud humana (“Son para combustible, no para alimento”) y a la vez ganar injerencia directa en los foros internacionales donde se discute el calentamiento global.
Las ambiciones del sector biotecnológico van mucho más allá de simplemente utilizar cultivos convencionales como maíz y soya para hacer combustible, sino que van encaminadas a desarrollar la próxima generación de agrocombustibles, los cuales serán derivados de celulosa.
RECUADRO: Donativo récord a la academia
La British Petroleum (BP) firmó en 2007 un acuerdo con la Universidad de California (UC), recinto de Berkeley, y el Laboratorio Lawrence Berkeley de la Universidad de Illinois para fundar el Energy Biosciences Institute, entidad que usará la biotecnología para desarrollar combustibles. ¿Y qué hay en este trato para estas dos instituciones? Respuesta: $500 millones, un donativo privado sin precedentes en la historia de la academia. Robert A. Malone, jefe de BP, dijo que su compañía “se está uniendo a algunos de los mejores talentos mundiales en ciencias e ingeniería para responder a la demanda por energías de bajo contenido de carbono, que estaremos trabajando para mejorar y expandir la producción de energía limpia, renovable, a través del desarrollo de mejores plantaciones”.
Pero el trato BP-Berkeley, como se le conoce, ha provocado la airada oposición de grupos de estudiantes, facultad y ciudadanos. “Esta asociación refleja un alineamiento global corporativo rápido, sin fiscalización, y sin precedentes, de las más grandes empresas del mundo en el agronegocio, la biotecnología, el petróleo y las industrias automotrices”, denunciaron los profesores de la UC Miguel Altieri e Ignacio Chapela. “Para ellas es una inversión relativamente pequeña, ya que estas empresas se van a apropiar de la pericia académica construida a través de décadas de apoyo gubernamental, lo que se traduce en billones de dólares en ganancias para esos socios globales”.
RECUADRO: ZOZOBRAN LOS TRANSGÉNICOS
Los transgénicos son organismos cuya composición genética (genoma) ha sido alterada mediante técnicas de ingeniería genética, la cual permite combinaciones genéticas que nunca serían posibles en la naturaleza. Los productos transgénicos aprobados para comercialización por el Gobierno de Estados Unidos son mayormente variedades de maíz y soya que fueron alteradas para resistencia a plagas (cultivos Bt) o herbicida (semillas Roundup Ready). Estos se utilizan mayormente para alimentar animales de finca -de los que se producen carne, huevos y lácteos- y hacer aditivos (como endulzadores y harina) presentes en casi todos los alimentos procesados.
Pese a los esfuerzos de las compañías de biotecnología, amplios sectores ciudadanos alrededor del mundo entero rechazan estos productos por entender que no son seguros ni beneficiosos.
• En 2007, sobre tres millones de italianos firmaron una petición a su gobierno para que continúe en pie la prohibición a siembras transgénicas en el país.
• Hasta en África hay resistencia. Sudán, Angola y Zambia han exigido que la ayuda alimentaria que reciben no contenga transgénicos. En 2007, las autoridades sudafricanas se rehusaron a aprobar la siembra de casabe y sorgo transgénico. Y en ese mismo año la oposición militante de la sociedad civil logró que la legislatura de Kenia rechazara un proyecto de ley favorable a los transgénicos.
• En el Foro Social Mundial de 2007, celebrado en Kenia, 70 organizaciones de doce países africanos se declararon en contra de los transgénicos. Un mes después, grupos de agricultores y de sociedad civil de 17 países se congregaron en Mali y expresaron categóricamente su oposición a los transgénicos.
• Cuando el director de la Organización de Agricultura y Alimentos de las Naciones Unidas (FAO) expresó en 2004 que los transgénicos ayudarán en la guerra contra el hambre, sobre 650 organizaciones firmaron una carta abierta desmintiéndolo, alegando que al endosar los transgénicos la FAO les declaraba la guerra a los agricultores y no al hambre.
Recursos online
ARBORGEN - www.arborgen.com
BIOENERGY SCIENCE CENTER - http://bioenergycenter.org
CAMPAÑA CONTRA CONVENIO BP-BERKELEY - www.stopbp-berkeley.org
GENOMES TO LIFE - http://genomicsgtl.energy.gov
GLOBAL CLIMATE AND ENERGY PROJECT - http://gcep.stanford.edu
GRAIN - http://grain.org
GRUPO ETC - www.etcgroup.org
MENDEL BIOTECHNOLOGY - www.mendelbio.com
SYNTHETIC GENOMICS - www.syntheticgenomics.com
VERENIUM - www.verenium.com
VOTORANTIM - www.votorantim.com.br/ptb
Y ¿qué importancia tiene la celulosa? Hay muchas materias vegetales, como la madera, que no pueden ser convertidas fácilmente en combustible líquido debido a su contenido de celulosa, sustancia que sólo algunos microbios pueden digerir y procesar. Todavía no se ha inventado una manera práctica de convertir la celulosa en combustible como para hacer mella en la demanda energética global, pero la carrera para lograrlo ya empezó. El poder convertir la celulosa en combustible haría posible usar cualquier materia vegetal, viva o muerta, para fines energéticos. Por menos que eso uno se gana un premio Nobel.
En 2006 inversionistas de capital de riesgo invirtieron $235 millones en el desarrollo de agrocombustibles celulósicos. Ese mismo año el Gobierno chino anunció que gastaría cinco mil millones de dólares en los siguientes diez años para expandir la producción de etanol, con énfasis especial en etanol celulósico. Y mientras tanto, el Departamento de Energía de Estados Unidos está invirtiendo $385 millones en instalaciones de etanol de celulosa para el período 2007-2010.
La compañía de biotecnología Monsanto, líder mundial en cultivos transgénicos, está metida de lleno en el desarrollo de agrocombustibles. En 2005 pasó a ser la mayor compañía de semillas del mundo al comprar a Seminis, empresa fundada por el magnate mexicano Alfonso Romo. Al momento de ser comprada, Seminis controlaba 40% del mercado de semillas de vegetales en Estados Unidos. Este vasto catálogo de semillas, del cual salía 75% de los tomates vendidos en EE.UU., e incluía numerosas variedades de lechuga, repollo, melones y espinaca, ahora pertenece a Monsanto.
El año pasado Mendel Biotechnology -compañía de la cual Monsanto es codueña- compró la empresa alemana Tinplant Biotechnik, que posee la mayor colección del mundo de variedades de miscanthus, una de las plantas más prometedoras para la producción de etanol celulósico. Actualmente, Mendel desarrolla variedades transgénicas de miscanthus y el pasado mes de junio, British Petroleum (BP), la cuarta corporación más grande del mundo, comenzó a financiar a Mendel para la investigación de cultivos agrocombustibles celulósicos.
Otras petroleras en este campo son Chevron, Shell, ConocoPhillips, que invirtió $100 millones en una empresa conjunta con Tyson Foods para procesar grasa animal, y la brasileña Petrobrás, que pactó con la japonesa Itochu para hacer bioetanol.
A Monsanto le interesa también el potencial de la maleza Panicum virgatum (en inglés, ‘switchgrass’) para combustible, y tiene con la corporación Ceres una colaboración a este fin. Ceres dice estar “mejorando genéticamente el pasto ‘switchgrass’ como cultivo mediante la selección de tipos mejorados pero, lo más importante, está aportando genes de su propiedad, herramientas y procedimientos para impulsar las mejoras más rápidamente y proveer a la planta de atributos idealmente adecuados para ser cultivada en grandes áreas y dar rendimientos constantemente más elevados”. Ceres alega tener la mayor colección privada de genes vegetales totalmente secuenciados, con patentes en más de 75 mil genes.
Las investigaciones en caña de azúcar no se quedan atrás, y Brasil está en la delantera. El conglomerado brasileño Votorantim es dueño de CanaVialis, compañía más grande del mundo en mejoramiento genético de la caña; y de Allelyx, empresa de biotecnología de la caña. Ambas subsidiarias están desarrollando caña de azúcar transgénica para hacer etanol. En 2006 Monsanto anunció que está trabajando con Votorantim para comercializar caña transgénica para el año que viene.
La academia, entretanto, está pescando en río revuelto. El año pasado BP dio la insólita suma de $500 millones a las universidades de Illinois y California para desarrollar agrocombustibles (vea el recuadro ‘Donativo récord’). Por su parte, el Global Climate and Energy Project de la Universidad de Stanford recibirá $100 millones de Exxon-Mobil, segunda corporación más grande del mundo, en los próximos diez años. Las actividades de este proyecto incluyen ingeniería genética para agrocombustibles. Otros donantes corporativos son General Electric y Toyota, quienes darán $50 millones cada uno.
El futuro de la celulosa
Hay un obstáculo para el uso de la celulosa: la lignina. Esta sustancia, que da dureza y firmeza a plantas y árboles, sólo puede ser digerida por algunas bacterias y hongos. Mientras más lignina, más difícil es llegar a la celulosa. La lignina es precisamente lo que hace difícil y complicado el convertir madera en pulpa de papel.
No son de sorprender entonces los esfuerzos por desarrollar árboles transgénicos con contenido de lignina reducido. La compañía estadounidense ArborGen es la líder mundial en el desarrollo de árboles transgénicos. El pasado mes de agosto compró los viveros de tres de sus competidores, convirtiéndose así en la mayor productora de plántulas de árboles en el mundo, con operaciones en puntos tan diversos como Nueva Zelandia y Brasil.
ArborGen espera lucrarse con la moda de los agrocombustibles y ya se ha expandido para incluirlos en sus investigaciones, particularmente en el área de árboles transgénicos con contenido reducido de lignina. “La energía renovable puede crear nuevos mercados para los productos verdes”, dijo Barbara Wells, directora ejecutiva de la empresa. ArborGen es uno de los socios corporativos del BioEnergy Science Center, un proyecto de $125 millones del Departamento de Energía de Estados Unidos dedicado a adelantar el procesamiento de biomasa lignocelulósica para hacer combustible.
Peligro, advierten ecologistas
El uso de árboles para hacer combustible significa plantaciones de monocultivo forestal de extensiones masivas. Ya existen tales plantaciones en Suramérica para extraer madera y pulpa de papel. Este modelo forestal ha sido objeto de duras críticas y oposición.
“En todos los países donde se han implantado estos monocultivos, las consecuencias han sido las mismas: mayor riqueza y poder para unas pocas empresas nacionales y extranjeras y mayor pobreza para las comunidades locales”, declaró en 2007 la Red Contra Monocultivos de Árboles, una coalición con miembros en 16 países. “Como contrapartida, la oposición a este modelo social y ambientalmente nefasto está creciendo a nivel local, nacional y regional”.
“Sin embargo, pareciera que en la mayoría de nuestros países se hace oídos sordos a los reclamos de la gente y se continúan promoviendo políticas que están agravando aún más las situaciones descritas arriba y que incrementarían las áreas de ‘desiertos verdes’. Las que se anuncian como ‘soluciones’ para el cambio climático no sólo no solucionarán el problema, sino que serán causa de mayores sufrimientos en las comunidades. Los agrocombustibles son ejemplo de estas falsas soluciones que ya se están implementando en nuestros países. A ello se suma el peligro de los planes para la liberación de árboles transgénicos, que ya están siendo genéticamente manipulados en laboratorios en Chile y Brasil”, agrega la Red.
Uno de los problemas que los ecologistas ven con los árboles transgénicos es que, como seres vivos que son, regarán sus semillas y polen y proliferarán de manera descontrolada, un fenómeno conocido como contaminación genética.
“Esta contaminación es particularmente peligrosa en el caso del árbol más extensamente utilizado en plantaciones -el eucalipto- cuyas muchas especies tienen la capacidad de hibridarse y pueden, por lo tanto, ser fácilmente polinizados por eucaliptos transgénicos”, declararon un grupo de ecologistas de varios países en una carta a la Convención de Biodiversidad de la ONU en 2006. “También existe el mismo peligro en el caso de otras especies ampliamente plantadas, tales como los pinos, álamos y acacias. En China, el único país en que los árboles transgénicos han sido plantados a escala comercial, la contaminación de los álamos nativos ya ha sido documentada”.
La carta abierta enfatiza que manipular el contenido de lignina puede ser un problema. “Los árboles con menos lignina (y mayor contenido de celulosa) estarían más expuestos a las plagas, probablemente aumentaría su caída ante fuertes vientos, y la descomposición de su madera sería más rápida, alterando la composición del suelo y liberando CO2 con mayor rapidez, contribuyendo de esta manera al cambio climático. La madera descompuesta de los bosques provee un hábitat esencial para una gran diversidad de flora y fauna. Alterar los niveles de descomposición tendría un efecto grave en poblaciones de especies, cuya consecuencia aún no ha sido estudiada”.
Algunos ecologistas sostienen que el utilizar cualquier materia vegetal para producir energía tiene riesgos ecológicos considerables. “Retirar los residuos orgánicos de los campos implicaría tener que usar más nitratos fertilizantes, incrementando las emisiones de óxido nitroso, lo que sobrecargaría de nitrato el sistema provocando serios impactos en la biodiversidad”, advierte el documento ‘Agrofuels: Towards a Reality Check’, presentado en 2007 a la Convención de Diversidad Biológica de la ONU.
El informe fue coescrito por once grupos de sociedad civil de Argentina, Dinamarca e Indonesia, entre otros países. “Despojar por completo la materia vegetal implica acelerar las pérdidas de cubierta del suelo, lo que ocasiona la devastación de los nutrientes del suelo”, dijeron.
GRAIN, organización internacional de defensa de la biodiversidad, advierte que con los agrocombustibles de segunda generación “lo que veremos es una disminución aún más drástica de la materia orgánica que se devuelve a los suelos, un deterioro creciente de la fertilidad de estos y una dependencia cada vez más profunda de los fertilizantes químicos, lo que a su vez llevará a nuevas pérdidas de materia orgánica. Lo que se anuncia, entonces, es la creación de un círculo vicioso que llevará a emisiones crecientes de gases con efecto de invernadero y deterioro creciente de los suelos”.
Biología sintética
En el futuro cercano el debate sobre los agrocombustibles podría ser transformado por el nuevo campo de la biología sintética. También conocida como synbio, la biología sintética va más allá de la ingeniería genética. “Hoy día los científicos no están solamente haciendo mapas de genomas (códigos genéticos) y manipulando genes, están construyendo vida desde cero”, dice el Grupo ETC, organización no gubernamental que investiga los impactos de nuevas tecnologías. “Usando una computadora laptop, prácticamente cualquier persona tiene el potencial de construir genes o genomas enteros”.
Un pequeño pero creciente número de científicos-empresarios están montándose en el tren de la biología sintética con fondos públicos y capital de riesgo, y formando compañías, como LS9, Amyris y Codon Devices. Ellos dicen que con la biología sintética se podrán fabricar organismos artificiales que harán de todo, desde detener el calentamiento global hasta producir combustibles.
El más prominente de estos capitalistas de nuevo cuño es el polémico científico Craig Venter, quien se hizo famoso dilucidando la secuencia del genoma humano en su antigua compañía Celera Genomics. En 2007 la revista Time lo puso en su lista de las cien personas más influyentes del mundo.
En 2005 Venter fundó Synthetic Genomics, compañía que busca crear microbios sintéticos que producirán combustibles como etanol e hidrógeno. La mitad de su capital inicial vino del ya mencionado Alfonso Romo. El Institute for Biological Energy Alternatives, organización sin fines de lucro fundada por Venter, recibe dinero de Genomes To Life, un programa del Departamento de Energía de Estados Unidos que desarrolla el uso de plantas y microbios para faenas como generar energía y remover carbono de la atmósfera.
No todo el mundo está entusiasmado con el surgimiento de formas de vida sintéticas. “Las amenazas sociales, ambientales y de bioarmas de la biología sintética sobrepasan los posibles peligros y abusos de la biotecnología”, advierte el Grupo ETC. “La biología sintética significa herramientas más baratas y accesibles para construir armas biológicas, patógenos virulentos y organismos artificiales que podrían presentar graves amenazas a la gente y el planeta. El peligro no es solamente el bioterror, sino el ‘bioerror’”.
En 2006, una coalición de 35 organizaciones internacionales de científicos, ambientalistas, sindicalistas, expertos en guerra biológica y otros sectores pidieron debate público, reglamentación y supervisión de la biología sintética.
Una visión radicalmente distinta
Los detractores plantean que ante la crisis energética y el calentamiento global lo que se necesita no son soluciones de alta tecnología, sino confrontar el sistema económico y proveer alternativas ecológicas basadas en el desarrollo a nivel local.
“No hay escapatoria: tenemos que reducir el consumo de energía si queremos sobrevivir en este planeta”, sentencia GRAIN. “De nada sirve pedir a las compañías automovilísticas que hagan sus automóviles un poco más eficientes en materia energética, si la cantidad de automóviles se va a duplicar. De nada sirve pedirle a la gente que apague las luces de sus casas, si todo el sistema económico continúa orientado exclusivamente a mover mercancías por todo el planeta, desde los países donde las empresas que los producen pueden obtener los máximos márgenes de ganancias”.
“Para resolver el problema del cambio climático no necesitamos plantaciones de agrocombustibles. En cambio, necesitamos dar un giro de 180 grados en el sistema industrial de alimentos. Requerimos políticas y estrategias para reducir el consumo de energía e impedir el derroche. Tales políticas y estrategias ya existen; se lucha por ellas”.
La Vía Campesina , organización internacional que representa a decenas de millones de campesinos y pequeños agricultores en el mundo entero, propone la producción en pequeña escala, sin necesidad de gran maquinaria industrial que utiliza mucha energía y libera gases de efecto invernadero; la agricultura orgánica, que no usa agrotóxicos elaborados a base de combustibles fósiles; y la energía solar.
El pasado 5 de enero el diario inglés The Guardian incluyó al líder de Vía Campesina, Henry Saragih, en su lista de las 50 personas que podrían salvar el mundo, lista que incluye a Al Gore y la canciller alemana Angel a Merkel.
Según la Vía Campesina , es necesario cambiar de forma radical las formas de producir, comercializar y consumir alimentos, bajo la concepción de que la agricultura sustentable a pequeña escala y el consumo local de alimentos pueden revertir la devastación ambiental actual y sustentar a millones de familias rurales y urbanas que actualmente no acceden a alimentos de calidad y cantidad suficientes.
“La agricultura también puede contribuir a enfriar la tierra usando prácticas agrícolas que reduzcan las emisiones de CO² y el uso de energía por los campesinos”, declaró la agrupación durante la conferencia mundial sobre cambio climático en Bali en diciembre pasado.
Según los profesores Miguel Altieri e Ignacio Chapela, de la Universidad de California, “la única manera de parar el calentamiento global es promover la agricultura orgánica en pequeña escala y reducir el uso de todos los combustibles, lo que implica disminuir los patrones de consumo y el desarrollo de sistemas masivos de transporte público”.
GRAIN concurre: “En la agricultura y la producción de alimentos eso significa orientar la producción a los mercados locales en lugar de los mercados internacionales; significa adoptar estrategias para mantener a la gente en la tierra, en vez de expulsarla; significa apoyar enfoques sostenidos y sustentables para regresarle la diversidad biológica a la agricultura; significa diversificar los sistemas de producción agrícola, utilizando y expandiendo los saberes locales; significa poner a las comunidades locales nuevamente al frente del desarrollo rural”.
“Tales políticas y estrategias implican la utilización y el posterior desarrollo de tecnologías tradicionales y agroecológicas para mantener y mejorar la fertilidad del suelo y la materia orgánica -y en el proceso secuestrar dióxido de carbono en el suelo, en vez de desprenderlo a la atmósfera. También requieren una confrontación decidida con el complejo agroindustrial mundial, ahora más fuerte que nunca, que está conduciendo su agenda de agrocombustibles justo en la dirección opuesta”.
http://www.elnuevodia.com/diario/noticia/revistas/revistas/riesgo_ecologico/356539
Etiquetas: Arboles, Biocombustibles, Carmelo, Synthetic Biology, UC Berkeley, Venter
1 Comentarios:
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