sábado, abril 11, 2009

El combate a la contaminación transgénica


Desde que los transgénicos se introdujeron por primera vez a mediados de la década de 1990, grupos de agricultores y ong advirtieron que contaminarían otros cultivos. Como se predijo, esto ya ocurrió. En este artículo analizamos que estrategias para combatir la contaminación están ideando en distintas partes del mundo las comunidades que la sufren.

GRAIN

[Los tres videos que acompañan este artículo pueden verse aquí].

Cuando se plantan cultivos genéticamente modificado (gm), el material transgénico contamina los demás cultivos. En lugares donde los cultivos transgénicos se plantan a gran escala se ha vuelto casi imposible encontrar cultivos de la misma especie que estén libres de material transgénico. Y la contaminación se esparce incluso a zonas donde los cultivos transgénicos no están oficialmente permitidos. [1] El Registro de Contaminación Transgénica, gestionado por GeneWatch del Reino Unido y Greenpeace Internacional, documentó en los últimos 10 años más de 216 casos de contaminación transgénica en 57 países, incluidos 39 casos en 2007. [2]

Monsanto y las otras empresas biotecnológicas han sabido siempre que sus cultivos transgénicos contaminan otros cultivos. Es más, esa fue parte de su estrategia para forzar al mundo a aceptar los organismos genéticamente modificados (ogm). Pero en todas partes la gente se está negando a dejarse atropellar y no acepta la modificación genética. Por eso la combaten, aun en los lugares que sufren la contaminación. De hecho, algunas comunidades que sufren esta contaminación están creando formas sofisticadas de resistencia a los cultivos transgénicos. Es común que comiencen con estrategias a corto plazo para descontaminar sus semillas locales, pero a menudo buscan el modo de fortalecer sus sistemas alimentarios y agrícolas tradicionales en el largo plazo.

Analizamos las experiencias de comunidades de distintas partes del mundo para ver cómo enfrentan la contaminación transgénica y qué perspectivas pueden ofrecer a otras personas que sufren situaciones semejantes. Cada situación es única y da origen a distintos procesos. Común a todas ellas es la importancia primordial de la acción conjunta —de las comunidades trabajando por abajo, en la base, para identificar sus propias soluciones sin depender de tribunales o gobiernos que tienden a alinearse con la industria cuando falta una fuerte presión social.

La experiencia de las comunidades de México

Para los pueblos indígenas de México y Guatemala, el maíz es la base de la vida. En la historia de la creación de los mayas, el maíz fue el único material en que los dioses pudieron infundir vida y lo utilizaron para hacer la carne de las primeras cuatro personas de la Tierra. Para otros pueblos de México, el maíz es en sí mismo una diosa. La planta ha sido el alimento fundamental de los mexicanos durante siglos, y miles de variedades brindan una gama increíble de nutrientes, sabores, consistencias, recetas y usos medicinales.

En enero de 2002, unos investigadores de la Universidad de California, en Berkeley, anunciaron que habían descubierto que las variedades locales de maíz en las montañas del estado de Oaxaca estaban contaminadas. Otras comunidades campesinas realizaron pruebas en sus propios cultivos y quedaron conmocionadas al descubrir que también mostraban contaminación. Fue un duro golpe a su cultura. No podían quedarse impávidos, había que hacer algo.

Al principio no sabían qué hacer. Los ogm eran algo nuevo. Comenzaron por unir a las comunidades cercanas que también podrían haber sufrido contaminación, y a las ong cercanas. Se organizaron talleres y las asambleas locales enviaron a sus representantes a debatir en nombre de sus comunidades. La estrategia fue colectiva desde el principio. Éste es el primer punto a señalar sobre la experiencia mexicana.

Un punto fundamental del acuerdo alcanzado bastante pronto fue que esta contaminación con transgénicos debía ser vista como parte de una guerra. No se trataba de un accidente o de un tema aislado sino parte de una guerra contra los campesinos y los pueblos indígenas —en sus palabras, una guerra contra la gente del maíz. Entonces debían responder como corresponde —defendiendo no solamente sus semillas sino sus medios de sustento, sus culturas, toda su forma de vida.

Inicialmente, sin embargo, la percepción social era que había pocas ideas prácticas de cómo descontaminar su maíz e impedir nuevos episodios de contaminación. Había gente preocupada de que tal vez las comunidades no tuvieran la capacidad técnica para manejar un problema tan complejo. Pero esas comunidades y las ong que trabajan con ellas tenían mucha experiencia en encontrar soluciones de abajo, de base, locales, a los problemas que les afectan y por eso, en lugar de buscar expertos foráneos le dieron la vuelta a la cuestión, y no se enfocaron en el maíz transgénico, al que no conocían, sino en sus propias variedades de maíz, que conocen íntimamente.

Comenzaron compartiendo sus propios saberes en torno al maíz y acerca de lo que el maíz necesita para ser y mantenerse saludable. El punto más básico era que para mantener al maíz vivo y en buenas condiciones debían sembrarlo y comerlo. En numerosas comunidades el maíz tradicional estaba desapareciendo porque la gente lo sembraba menos. El primer paso para defender su maíz, pues, era plantarlo más. Pensando en los transgénicos también fue el sentir general que cualquier semilla es peligrosa si no conocemos historial. Así que hubo acuerdo en que había que plantar las semillas únicamente cuando se conociera su historial o cuando provinieran de una fuente de confianza, que conocieran muy bien.

Al poner estos principios en práctica, las comunidades comenzaron a prestar mayor atención a los cultivos de sus campos y tomaron conciencia de cualquier tipo de malformación que presentaran. Analizaron las plantas deformadas y se encontraron con que tenían un elevado índice de contaminación, por lo que comenzaron a fijarse en plantas como ésas y a eliminarlas.

Otra cosa que las comunidades saben del maíz es que se cruza abiertamente así que, para impedir la contaminación transgénica debían evitar que el maíz transgénico se cruzara con su maíz. Comenzaron poniendo en práctica técnicas simples como plantar árboles alrededor de sus campos. Algunas de las técnicas que desarrollaron podrían ser aplicadas en cualquier lugar, mientras que otras son específicas de ciertas comunidades. Pero lo importante era que buscaron establecer un sistema para evitar la contaminación.

Hubo mucha discusión sobre qué hacer con las plantas contaminadas. Había una idea muy afianzada de que si una variedad muy antigua ha estado en tu familia durante generaciones y de repente se contamina, este maíz no debería destruirse así como así. El maíz contaminado está enfermo y necesita ser curado, no destruido. Tal vez lleve un año o 100 años curarlo, pero debe hacerse porque el maíz ha estado en las comunidades durante varias generaciones.

De todas las comunidades del mundo, las comunidades campesinas de México probablemente sean las que desarrollaron las estrategias más afinadas y profundas para enfrentar la contaminación genética. Pueden extraerse varias lecciones de su lucha, y tal vez las principales sean:

1. Es necesario ver la contaminación genética como parte de un ataque más amplio a los campesinos y a las comunidades locales. Defender tus cultivos significa también defender tu tierra y tu agua, y esto exige comunidades fortalecidas, sólidos procesos colectivos de toma de decisiones, y redes firmes con otros grupos a escala nacional e incluso internacional. Un enfoque tan amplio permite una mayor participación de la gente en la lucha. Aun cuando no todos pueden cuidar las semillas, hay otras cosas que sí pueden hacer.

2. Es importante no quedar constreñidos por parámetros de tiempo. Para las comunidades mexicanas, la contaminación transgénica es parte de una guerra librada contra ellos que es permanente y por eso su enfoque debe ser de largo plazo y capaz de ser permanente. Su decisión es defender su maíz, no importa el tiempo que les consuma. Para estas comunidades cuando se introducen plazos la gente se topa con lo que no puede hacer y es generalmente poco lo que puede hacerse en el corto plazo, de manera que transa. Las comunidades mexicanas se niegan a hacer eso.

3. Es vital analizar el asunto desde nuestra propia perspectiva. Las comunidades de México dedicaron mucho tiempo en los primeros talleres a discutir sobre su espiritualidad y sus visiones sobre lo sagrado y la creación. Conversaron sobre los rituales que podrían proteger al maíz. A las personas invitadas de fuera les resultó difícil explicar los tecnicismos de la ingeniería genética, porque el concepto parecía muy absurdo. Pero, al final, las comunidades llegaron a su propio entendimiento básico de que la ingeniería genética es un método para lograr el control externo de los medios de vida agrícolas, y esta comprensión fue mucho más importante que la información técnica.

4. Es necesario que las comunidades controlen el proceso. En México las comunidades pudieron mantener el control sobre los procesos porque siempre fueron sus propios procesos. Al lograr autogestionar las pruebas iniciales se guardaron los resultados para sí durante largo tiempo porque querían discutir primero entre ellas qué pasos adoptar. Y el hecho de que las decisiones fueran tomadas colectivamente, por mucha gente, ayudó a impedir que se cometieran grandes errores. Siempre va a haber errores, pero cuando hay mucha gente involucrada las posibilidades de que se cometan errores fundamentales son mucho menores. Cuando los científicos universitarios revelaron la contaminación, los procesos seguidos fueron totalmente diferentes.

5. Es necesario privilegiar las luchas sociales por encima de las luchas legales. Entre las comunidades mexicanas se discutió mucho sobre leyes de bioseguridad, leyes de semillas y otras leyes relevantes. En un taller reciente dedicado a los procesos legales se presentó una línea de tiempo de las diversas leyes aprobadas por el gobierno mexicano en los últimos 15 a 20 años. Viendo ese escenario, las comunidades llegaron a la clara conclusión de que la vía legal no es una vía importante para su lucha. Es posible que se pierda un juicio, pero si hay suficiente presión social tal vez se gane de otras formas. Para las comunidades, las opciones legales son efectivas únicamente cuando hay una presión social considerable sobre las autoridades. Así que la táctica no está descartada, pero no es central.

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