martes, noviembre 03, 2009

El GRR frente al Congreso Forestal Mundial

Frente al Congreso Forestal Mundial (CFM) nos hemos convocado desde el GRR, en defensa del monte, del bosque y de la selva. Nos hemos convocado para tomar conciencia de las nuevas amenazas y volcarlas en el papel. Nos hemos reunido asimismo para evaluar nuestros actuales ecosistemas devastados o en estado de extremo peligro y para reflexionar en relación a la profundización de la carrera extractiva a escala mundial que también especula con nuestro territorio. Esta vez, se nos propone la forestación industrial en gran escala, un proyecto comercial que no dudamos en visualizar como una firme continuidad de las peores prácticas y agresiones a la Naturaleza y a las poblaciones, que hemos sufrido hasta el momento. Aún más todavía, pensamos que los agronegocios forestales nos proponen monocultivos, tanto o más peligrosos que los de soja.

En las relaciones neocoloniales que las Corporaciones Transnacionales y el capitalismo globalizado establecen con nuestros países, intentan reemplazar los valores de la vida por ecuaciones contables. De esa manera, se imponen criterios de crecimiento y de escala, donde se rinde culto a las tecnologías y al progreso, extraviándose totalmente, junto a toda promesa de justicia, el objetivo de procurar el buen vivir de nuestros pueblos. El resultado político de estas sumisiones de las dirigencias a los criterios del poder globalizado y a las nuevas dependencias nacionales, son la generalizada pérdida de identidad y una extendida infelicidad, además de una gigantesca deuda ecológica que hipoteca el ambiente que nos rodea y compromete la suerte de las próximas generaciones

Frente al CFM[1] y a su publicidad engañosa respaldada por los más altos funcionarios de la Nación, reafirmamos, que los bosques y montes nativos biodiversos, son la base de la vida sobre el Planeta y que las plantaciones de árboles no son “bosques”, tal como nos lo dicen, sino que son meros monocultivos de árboles[2] . Los bosques contienen siempre fauna y flora en su seno, pero además son el hábitat natural de campesinos criollos y de pueblos originarios. Sería imposible imaginar el monte, el bosque o la selva sin la presencia de un hombre con arraigo y con una cultura adaptada a las circunstancias del hábitat y con modelos productivos en una escala local. No ocurre lo mismo con los monocultivos de árboles, no importa de qué especie sean. Frente a ellos la vida retrocede, se repliega, lo humano se ausenta y la biodiversidad desaparece. En el monocultivo de árboles, la monotonía de la plantación se nos impone sobre la fiesta de la diversidad en la Naturaleza. Desde estas perspectivas, hablar de recuperar un bosque es mucho más que plantar árboles, cualquier árbol, y en cualquier lugar. En este sentido nos parece penosa y engañosa la ceremonia de respaldo al CFM realizada por la Ministra de Defensa Nilda Garré con algunos soldados plantando un arbolito en un predio militar, y reiteramos que aquí no se trata de plantar árboles, sino del desembarco de los agronegocios forestales sobre las tierras de la sojización. Rechazamos asimismo, el anunciado uso de tierras administradas por las Fuerzas Armadas[3] para el mismo fin. En cambio, proponemos que den ejemplos de defensa de la biodiversidad y de la soberanía alimentaria, empezando por su entorno directo.

En esta etapa de post globalización, de mercados certificados y supuestas sociedades del conocimiento, los espacios dedicados a los maquillajes verdes y las complicidades de variados colores, parecieran ser la nueva regla. En especial, las grandes ONG han devenido gradualmente cómplices de las nuevas políticas diseñadas desde la Responsabilidad Social Empresarial y la Responsabilidad Social Corporativa. Ellas son servidas por un ambientalismo[4] dispuesto a encubrir los nuevos mecanismos del dominio internacional e impedir la toma de conciencia por parte de las poblaciones. En nuestros países, donde la idea de Soberanía parece haber sido borrada de los discursos y de las agendas políticas, existe sin embargo un amplio espacio para instalar temas como los de la soberanía biotecnológica. Se trata en definitiva, de los derechos que reclaman nuestras dirigencias asociadas a las Corporaciones, de disponer de los royalties y patentamientos correspondientes a las nuevas producciones científicas realizadas por encargo y bajo estrategias de ciencia e investigación empresarial, con la finalidad de replicar sobre otros países, el mismo modelo de contaminación y de saqueo que se viene imponiendo en la Argentina.

Tanto nosotros, como GRR, cuanto las redes de organizaciones afines que propiciamos se organicen en defensa del monte, del bosque y de la selva, deberíamos avanzar en el plano del pensamiento para indagar los mecanismos de estos nuevos coloniajes transnacionales, poner en descubierto las nuevas ecuaciones de la subordinación internacional, de sus inaceptables divisiones del trabajo, y develar los mecanismos ideológicos que nos impiden comprender qué es lo que nos sucede. Deberíamos ser capaces de enfrentar y anticipar a los equipos multidisciplinarios de las empresas que van cooptando los discursos, apropiándose y resignificando los conceptos con los que nos manejábamos hasta ayer. Sus usinas de pensamiento no descansan, y han logrado cambiar los desarrollos sustentables ya cooptados a sus discursos, por los de “mecanismos de desarrollos limpios” que equivalen, en definitiva, a una trampa similar. Lo mismo, cuando argumentan que los bosques nativos prístinos ya no existen, que se los puede categorizar ahora, como montes degradados, y que esto les da derecho a las empresas para continuar con el desmonte. Una vez más, se ponen con sus disposiciones por encima de la Naturaleza y en lugar de remediar o recuperar, se proponen tan sólo continuar con la devastación. Pero nosotros, por encima de torpes o engañosos argumentos, disponemos de la tremenda fuerza de la realidad y de la necesidad de recuperar los ecosistemas, verdades que nacen en esa encarnadura atormentada de América Latina, sometida a las reglas impiadosas de la contaminación y del saqueo, a la vez que a nuestra voluntad de sobrevivir.

Frente a los discursos mentirosos debemos redefinir, muy especialmente, el concepto de sustentabilidad, y debemos hacerlo desde la ecología y recordando los cambios climáticos consecuencia de los procesos de contaminación que provoca el Capitalismo globalizado. Si no somos capaces de precisar que la sustentabilidad es siempre ecológica y que debemos separarla absolutamente del concepto de rentabilidad, seremos como tantos otros, que se extravían en discursos que exaltan lo meramente social o las presuntas sustentabilidades económicas y sociales. Estos últimos discursos más tienen que ver con los criterios de rentabilidad y dominio tecnocrático que nos han colocado en la actual situación de extremo riesgo en que vivimos, y en la actualidad, devienen obsoletos y poco tienen que ver con la lucha de los Pueblos por sobrevivir. Esos discursos son perfectamente funcionales a los sistemas de explotación impuestos.

Los más grandes pensadores siempre colocaron en el hombre sus preocupaciones, en cómo afrontar sus desvaríos, sus problemas, su infelicidad o su ignorancia. Hoy el imperio de la ciencia empresarial ahoga la Naturaleza y prescinde del hombre. La pregunta que nos hacemos es: ¿quiénes son los que deciden, quiénes son los prescindibles? El primer mundo lo decide, de hecho…Ellos están generando este modelo de dominación y de negocios, no son co-habitantes del mundo, sino que deciden a gran escala qué es lo que va a ocurrir con el mundo... En un planeta globalizado y regido por las reglas férreas del consumismo, de la industria bélica y de los sistemas extractivos, los que menos consumen, serán inevitablemente los prescindibles, los nuevos condenados de la Tierra...

La Revolución Bio y Nano tecnológica que ahora se nos vende, es la continuación directa de la “Revolución Verde” que aplicó en la agricultura los criterios bélicos, los insumos tóxicos y la mecanización derivadas de las dos grandes guerras mundiales. Esa presunta Revolución verde y su continuación biotecnológica, ha generado hambre, desarraigo e inenarrable miseria en un mundo arrastrado a un proceso de graves y crecientes cambios climáticos y catástrofes ecológicas. Las últimas informaciones refieren a que la cantidad de hambrientos superaron el millar de millones de personas. Y el proceso de expulsión de poblaciones campesinas de sus territorios, continúa acelerándose, y con esos procesos aumenta de modo catastrófico la inseguridad alimentaria. En plena era de agotamiento de los recursos fósiles, es dable suponer que la finalización de la fabulosa fuente de energías que significó y aún significa el petróleo para la humanidad, provocará colapsos difíciles de prever, y que este modelo impuesto de territorios vaciados de sus poblaciones y de enormes megalópolis rodeadas de inmensos conurbanos de miseria y hacinamiento, puede significar una trampa espantosa para una parte importante de la población del planeta, condenada irremisiblemente en estas condiciones, a su desaparición física.

Nuestra experiencia es que a lo largo de los últimos años la Argentina ha desarrollado desde las empresas o desde camarillas enquistadas en los aparatos funcionariales, decisivas Políticas de Estado. Sin embargo, el conocimiento de esas políticas son reservadas tan solo a los entendidos, ni siquiera muchos de los dirigentes encargados de hacerlas cumplir, las conocen, o son conscientes de sus implicancias. Los gobiernos de la Argentina, sometidos a los nuevos dominios corporativos, no pueden transparentar los objetivos que se dan sus dirigencias cómplices, no pueden asumir los fines subalternos que los comprometen y que poco tienen que ver con sus discursos políticos públicos. Aún más todavía, los políticos electos no sólo no dan cuenta a sus bases lo que hacen, sino que ni siquiera permiten que aquellos que los votan en las barriadas populares, conozcan cuáles son las funciones que desarrollan como diputados o como senadores o en cuáles Comisiones lo hacen. En vez de estudiar las múltiples consecuencias, el análisis complejo es sustituido por estudios de impacto ambiental manejados con astucia administrativa, pero irresponsables desde lo social y desde lo ecológico. Similar a los mecanismos de un golpe militar, un sistema de secreto y complicidades, desvirtúa sistemáticamente a la Democracia y permite mantener una vida política controlada y de penumbras en la información necesaria a la interpretación de los hechos, una vida política de baja intensidad de participación en la que, enormes zonas del conocimiento son invisibilizadas o persistentemente silenciadas. Esta forma de la política es un modo de privatización de la política. Es la asfixia tecnocrática que ahoga la vida pública. En el caso del reciente Congreso Forestal Mundial ocurrió exactamente eso. Se reunieron cerca de cinco mil personas de diversos países del mundo, sin que los medios argentinos publicaran sino poquísimas líneas al respecto, y pese al enorme respaldo recibido de las más altas autoridades del Gobierno, el más grande enclave de agronegocios forestales no fue motivo de análisis –y menos aun críticos- por parte de la prensa política. Los medios optaron por las simplificaciones que caracterizan a las relaciones públicas.

En el caso de la próxima Cumbre de las Naciones Unidas en Dinamarca para tratar los protocolos frente al Cambio Climático, ocurre exactamente lo mismo. Las instrucciones públicas del Ministerio de Agricultura a la Cancillería suelen ser suficientemente anodinas y abstractas, tales como las de recomendar una mayor seguridad alimentaria en el mundo, mediante mecanismos de eficiencia productiva, a la vez que asegurar el libre comercio sin mayores impedimentos. Se trata de enmascarar el plan maestro de los intereses corporativos, que consiste en propiciar transgénicos, proponer la siembra directa para el mercado de los bonos de carbono y continuar con el respaldo irrestricto de la Argentina a la Organización Mundial de Comercio.

Nosotros como GRR, apostamos a la pequeña escala, según evidencias favorables, logradas en diferentes partes del mundo y también, por nuestras propias experiencias. Estamos ciertos que solo pequeñas escalas tienen posibilidades de subsistir en un mundo en estado de catástrofe, y además, ser sustentables. Resulta por otra parte evidente que las pequeñas comunidades autosustentables difieren en su capacidad de resiliencia de los grandes conglomerados de gente, dependientes tanto de la energía como de la provisión de alimentos desde zonas alejadas. Proponemos producciones locales y consumo local. Desde esa perspectiva, la única mitigación posible y real, es la de terminar con la dependencia de los grandes mercados y de las grandes distancias.

Mientras tanto, y pese a la evidencia incontrastable de cómo crece el hambre en el mundo y en la propia Argentina, el prolongado circo entre el gobierno y la Mesa de Enlace ha concluido con un final feliz para el sistema impuesto. En la procesión a Luján, todos los protagonistas fraternizaron de manera hipócrita. Esos acuerdos han dado frutos en un nuevo Ministerio ostensiblemente gobernado por los hombres de las empresas granarias y de la agroexportación. Resulta decisivo para el sistema establecido en la Argentina, que la imagen y los discursos políticos encubran el modelo de agronegocios corporativo basado en los sistemas extractivos y de producción de commodities, agrocombustibles y ahora árboles implantados. En ese encubrimiento y en esos simulacros, reside la posibilidad de continuar sirviendo como punta de lanza a las empresas transnacionales en el plano internacional, a la vez que operando como progresistas en el plano interior. Develar esta aparente esquizofrenia que oculta las nuevas sumisiones consentidas por una dirigencia renegada de su tierra y sus orígenes, es parte importante de la lucha que nos hemos propuesto, para recuperar un Proyecto Nacional, en una Argentina con Soberanía Alimentaria y Justicia Social.

GRR Grupo de Reflexión Rural

Primero de Noviembre de 2009

www.grr.org.ar

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