jueves, marzo 10, 2011

Río + 20: Resistir al ambientalismo de mercado

http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2011030603


FASE *

EXTRACTO: Del desarrollo sostenible a la economía verde: el reciclaje de un modelo insostenible


En una contradicción irreconciliable, la Conferencia de Río 92, al mismo tiempo que reconoció la grave crisis ambiental del planeta -en particular en relación con la biodiversidad y el clima - y la responsabilidad de los países industrializados, afirmó la primacía de la economía como motor del desarrollo, bautizado entonces de “sostenible”. De manera subrepticia, estos gobiernos y las propias Naciones Unidas reconocen el poder de la economía capitalista por encima de la política, o más bien, como motor de la política. Consagraron el término "desarrollo sostenible" que fue rápidamente apropiado por la economía dominante y, por consiguiente, vaciado de su potencial reformador.


En lugar del vaciado término de desarrollo sostenible, la agenda de Río + 20 busca presentar la "economía verde " como una nueva fase de la economía capitalista. A través del mercado verde, un nuevo ambientalismo, fundado en los negocios verdes, propone la asociación entre las nuevas tecnologías, soluciones por el mercado y la apropiación privada del bien común como una solución a la crisis planetaria.


Este reciclaje del modus operandi clásico del capitalismo, de sus modos de acumulación y expropiación, constituye una grave malversación de profundas consecuencias. Da nueva vida a un modelo impracticable y ofrece como utopía solamente la tecnología y la privatización. Evita que se tome conciencia de la crisis que enfrentamos y de los dilemas reales que está viviendo la humanidad. Por lo tanto, impide que nuevas utopías sean formuladas y alternativas de civilización construidas.


Debemos cuestionar lo que el desarrollo sostenible y la economía verde están contribuyendo a la protección y garantía de los derechos humanos. El mercado deja su defensa a los gobiernos y la ONU, que mantienen la retórica de los derechos humanos, incluyendo en su ámbito el derecho al agua; pero sin los medios ni la voluntad política para ponerlos en práctica.


Se vuelven cada vez más a las intervenciones humanitarias, que tienden a sustituir la promoción de los derechos. Con poder sólo normativo, los compromisos acordados en el ámbito de las Naciones Unidas son atrapados por el poder de sanción y represalias de instituciones como la OMC, el FMI y el Banco Mundial. Dada la incapacidad de la NNUU, por una parte, y el poder de las instituciones multilaterales que sirven a los intereses de las corporaciones por el otro, el resultado es que los gobiernos y las políticas públicas y democráticas pierden cada vez más espacio para acuerdos y políticas que ofrecen nuestro futuro para el sector privado y, en su versión más reciente, a la economía verde.


El mundo está bajo la hegemonía del capital. Este no tiene otra visión de futuro que la promesa de un desarrollo ilusorio, depredador del medio ambiente, violador de los derechos humanos y excluyente de los países y poblaciones. La ideología del desarrollo, entendido como crecimiento económico que alimenta la expansión de patrones insostenibles de producción y consumo, ha penetrado profundamente en el imaginario y la cultura de todas las clases sociales, en el Norte y el Sur, direccionando incluso las acciones de los gobiernos elegidos en los países del Sur, con un mandato para iniciar transformaciones, pero que, sin embargo, no pueden construir una nueva correlación de fuerzas capaces de impulsar el cambio y tampoco logran acumular reflexión y poder político hacia nuevos paradigmas.


Los Estados dominantes, a lo largo de dos siglos, y con más intensidad en las últimas décadas, han promovido la globalización de la economía. Las guerras coloniales, la ocupación de los territorios y la esclavitud han sido sustituidas hoy por los acuerdos bilaterales e instancias multilaterales que cumplen el mismo papel de subyugar y subordinar los países del Sur a su poder. Por lo tanto, han impuesto al mundo un modelo, técnico y económico, de producción y consumo sostenido por la explotación del trabajo, la sobreexplotación de los recursos de la naturaleza y la explotación de otros países.


Si la explotación humana y de los países puede perpetuarse, a pesar de los tremendos conflictos que resultan en la exclusión, la explotación de la naturaleza muestra sus límites y comienza a afectar a la reproducción del capital, directa e indirectamente, cuando enfermedades, la disminución de la calidad de vida y desastres empiezan a levantar sospechas y socavar la base de sustentación del modelo.

La crisis que surgió en 2008, inicialmente en el sistema financiero, no deja ninguna duda en cuanto al carácter profundo de sus raíces, lo que muestra la ruptura de la legitimidad y de la sustentación económica, social, ambiental y político de reproducción del modelo actual. La crisis actual pone de manifiesto la pérdida de la hegemonía del concierto de poder que se perpetúa desde el final de la Segunda Guerra Mundial y de las instituciones internacionales que le dan sustentación económica y políticamente.


La crisis abre así lagunas de lucha por la democratización del sistema internacional. Las nuevas e inestable coaliciones entre los países, no más cristalizadas en las divisiones Norte-Sur, son síntomas de un escenario político mundial en movimiento.


Río + 20 puede ser un importante punto de impulso para una nueva correlación de fuerzas y una nueva agenda global, ofreciendo a los movimientos sociales, organizaciones populares, movimientos de pueblos tradicionales y originarios, sindicatos, organizaciones de la sociedad civil que tratan de reflexionar o expresar los deseos de amplios sectores de la población mundial, la oportunidad para reiterar su protesta y su cuestionamiento de las direcciones dadas para el futuro del mundo por las corporaciones, las instituciones y los países dominantes, acompañados por la gran mayoría de las élites políticas y económicas, diseñar sus utopías y formular, con más consistencia, las alternativas que imaginan.

(* El presente documento de posición de FASE fue elaborado por Jean Pierre Leroy, Fátima Mello, Julianna Malerba, Maureen Santos, Melisanda Trentin, Letícia Tura y Jorge Eduardo Durão.)

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