viernes, julio 15, 2005

Desde comienzos de l980, la asistencia económica de los países desarrollados ha ejercido constante ingerencia en la agenda de las organizaciones no gubernamentales (ONG) del tercer mundo, que en su afán de obtener colaboración para proyectos de conservación, se han constituido en nexos al servicio de los intereses de sus fuentes cooperantes.

Asimismo, las agrupaciones campesinas y nativas, cuyas raíces ecologistas son genuinas y ancestrales, no son ajenas al desacertado enfoque de las ONG’s. Frecuentemente desde Lima pretenden fingir de interlocutores de estas poblaciones, hacer diagnósticos que no corresponden a su realidad y utilizar fragmentada e inadecuadamente la información trabajada in situ. Podemos concluir que, no existe a nivel amazónico y andino una cultura de la cooperación de acuerdo con una redefinición del modelo de desarrollo.

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“…En los últimos años han surgido algunas organizaciones que asumen la conservación como instrumento para conseguir financiación. Literalmente, toman a los animales y plantas como rehenes para conseguir esos objetos secundarios. Así se pierde el sentido de la conservación y su vinculación con las poblaciones nativas. Esto es muy riesgoso, como lo prueba el caso de las vicuñas en el Perú. La conservación no fue inventada por burócratas sentados en Washington, Frankfurt o Ginebra. Fue inventada por las poblaciones nativas que viven junto a las especies. Ellos son los mejores guardianes de quienes tienen mayor respeto por las especies. Esa es la realidad de la conservación”.

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“…Hoy las ONGs están de moda. Captan dinero, buscan afanosamente cooperación, se entusiasmaron, pero vertiginosamente se vician; se cierran en sí mismas, se burocratizan, y acaban anteponiendo el desarrollo institucional al de la población”.

“...Bajo el paraguas de las ONGs se guarecen también profesionales sin sensibilidad ni capacidad de compromiso y, a veces, incompetentes, simplemente porque su oficio no goza de demanda en el mercado ocupacional o lo tendría en la administración pública, donde los trabajos son mal retribuidos. En tales condiciones se someten incondicionalmente a criterios, patrones y normas de las financieras, traicionando a las poblaciones de base, que fueron su coartada fundacional”.



Por su parte, el visionario y agudo conservacionista Felipe Benavides, el 30 de marzo de 1990, señaló: “...Hoy en día, la conservación internacional se encuentra amenazada por la inmoralidad; desde los niveles más altos de los organismos de las Naciones Unidas, hasta las más pequeñas organizaciones no gubernamentales que se aprovechan del sentimiento popular en defensa de la naturaleza para utilizar indebidamente fondos que hoy se valorizan en miles de millones de monedas fuertes destinadas a salvar a la humanidad de los grandes peligros que puede representar, sea la capa de ozono, contaminación de mares, calentamiento de la atmósfera, por exagerados fuegos en los bosques húmedos del Planeta”. Lamentablemente, se trata de toda una “industria” que emplea su presunto compromiso social para satisfacer las pretensiones de una cúpula de “técnicos” y “expertos” involucrados con el “Imperialismo científico”, como lo denominara el ecólogo venezolano y exdirector general de la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN), Gerardo Budowski.

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