¿quién debe a quién? Esta pregunta, aparentemente sencilla, encierra las claves del nuevo orden económico internacional. La deuda ecológica pone en cuestión las relaciones Norte-Sur y con ello el pago de la deuda externa que, por otro lado, no hace sino aumentar el deterioro ambiental y, por tanto, la propia deuda ecológica. En 2000, el servicio de la deuda de los países empobrecidos (2 billones de euros) supuso la séptima parte de la deuda del carbono generada ese mismo año (14,5 billones de euros). Contrariamente a lo que se piensa, el Sur continúa financiando el desarrollo del Norte. Se hace necesario, por tanto, ampliar la sensibilización ciudadana en los países enriquecidos sobre las relaciones Norte-Sur y el comercio ecológicamente desigual. Al mismo tiempo, los agentes sociales implicados en el desarrollo sostenible (grupos ecologistas, sindicatos, etcétera) deben vigilar y evaluar críticamente la actitud y responsabilidad de las actividades de las empresas transnacionales no sólo en sus países de origen sino en el exterior de sus fronteras.
En última instancia, la deuda ecológica muestra la incompatibilidad manifiesta entre la economía actual y la ecología debido a la existencia de diferentes ritmos biológicos (lentos, con horizonte temporal largo) y económicos (rápidos, con horizonte temporal corto). En la raíz del problema, un ritmo económico superior al biológico y geológico implica infravalorar problemas ambientales futuros -escasez de recursos, pérdida de biodiversidad o efecto invernadero- en favor de rendimientos económicos presentes aumentando, así, la explotación intensiva de los recursos naturales. Además, en la medida en que los ritmos económicos no se adapten a los biológicos asistiremos a un progresivo aumento de la deuda ecológica, lo cual no hace sino legitimar la necesidad de que el Norte intensifique su evolución hacia un modelo de desarrollo sostenible y se invierta la situación actual en la que el desarrollo del Norte se sustenta en el 'subdesarrollo' del Sur. En palabras de Joan Martínez Alier, la sostenibilidad ambiental global exige que los planes de ajuste estructural en el Sur se conviertan en planes de ajuste ambiental en el Norte.
En última instancia, la deuda ecológica muestra la incompatibilidad manifiesta entre la economía actual y la ecología debido a la existencia de diferentes ritmos biológicos (lentos, con horizonte temporal largo) y económicos (rápidos, con horizonte temporal corto). En la raíz del problema, un ritmo económico superior al biológico y geológico implica infravalorar problemas ambientales futuros -escasez de recursos, pérdida de biodiversidad o efecto invernadero- en favor de rendimientos económicos presentes aumentando, así, la explotación intensiva de los recursos naturales. Además, en la medida en que los ritmos económicos no se adapten a los biológicos asistiremos a un progresivo aumento de la deuda ecológica, lo cual no hace sino legitimar la necesidad de que el Norte intensifique su evolución hacia un modelo de desarrollo sostenible y se invierta la situación actual en la que el desarrollo del Norte se sustenta en el 'subdesarrollo' del Sur. En palabras de Joan Martínez Alier, la sostenibilidad ambiental global exige que los planes de ajuste estructural en el Sur se conviertan en planes de ajuste ambiental en el Norte.
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