Por Walter A. Pengue *
“La agricultura es la madre fecunda que proporciona todas las materias primeras que dan movimiento a las artes y el comercio” La agricultura como base de toda acción civilizatoria en tanto es el pilar fundamental del que se nutre la humanidad, no ha alcanzado un reconocimiento y valoración acabado, especialmente por la parte de esta, que toma decisiones y define políticas sobre “nuestras vidas y haciendas”. Aun más que el propio sistema económico o el petróleo, cualquier alteración importante de la producción agroalimentaria global puede subsumir a una parte de los hombres en el hambre más atroz. Sin embargo, hoy en día es llamativo ver como estas sociedades y gobiernos subordinan sus formas de producción y alimentación al dominio exclusivo de los mercados y a procesos de intensificación bajo una nueva forma de hacer agricultura (la agricultura industrial) que poco tiene que ver con los agricultores, sus familias y su cultura. Entendida entonces, como piedra fundacional del desarrollo humano, nuevamente la agricultura del siglo XXI enfrenta hoy un modelo de expansión global tomador y transformador de recursos donde tanto los hombres como los bienes naturales son simplemente engranajes de un proceso de acumulación que los desatiende, desintegra y hasta elimina. Ese nuevo modelo, instalado en la Argentina y otros países de América Latina nos encuentra como acabados referentes donde solamente cuentan la concentración económica, la expansión monoproductivista, el acceso a cada vez mas cantidad de tierras solo vistas como negocio especulativo para capitales foráneos y un dominio de la cadena de producción que nace sobre la propia tierra del chacarero y termina en la boca de un consumidor, generalmente foráneo. Para este modelo no cuenta (es mas, incomoda) el pequeño y mediano agricultor, aquel que aún está afianzado a su terreno, con una cultura propia y para el que el desarrollo incluye no solo una mejora de su necesaria estabilidad económica, sino el respeto y consolidación de pautas culturales, familiares, sociales, ecológicas y de arraigo a un entorno que el modelo industrial desatiende o directamente amenaza. Por estos y otros motivos tanto o mas profundos, Argentina debe realizar un enorme esfuerzo en fortalecer los caminos que conlleven a la sostenibilidad del hombre de campo a través de procesos que aseguren sus formas de producción y estabilización en sus propios espacios de vida. Tanto ayer como hoy en día, la agricultura familiar es la base de sustentación mediante la cual es posible asegurar estas instancias productivas que ayuden a alcanzar sustentabilidad en los campos ecológico, social y económico. En el marco de un verdadero desarrollo rural sostenible será pilar insustituible la agricultura, pero solo aquella de base familiar. Así lo han entendido los principales países desarrollados. Existen rigurosos estudios que demuestran que las naciones que alcanzaron elevados niveles educacionales, mejoraron sus condiciones de salud, calidad y esperanza de vida y lograron una elevada renta per capita optaron por la reforma agraria y fortalecieron una agricultura basada en el trabajo familiar mientras que las naciones con los mas bajos índices de desarrollo humano presentan un fuerte predominio de su agricultura terrateniente y utilización del latifundio en el marco de una agricultura cada día mas intensiva y especulativa. A diferencia de la agricultura industrial altamente dependiente tanto de los insumos externos como de los vaivenes y controles del mercado agroexportador, la agricultura familiar presenta sistemas diversificados de producción mas próximos y aportes a la estabilidad de los ecosistemas en que esta inserta. La mayor diversidad de producciones de la agricultura familiar tiene su fundamento en la búsqueda de diferentes rentabilidades a lo largo del año, asegurar el autoconsumo familiar, la reducción de riesgos y especialmente a una menor dependencia de los insumos externos. Esta diversidad productiva se debe y sostiene porque el agricultor es al mismo tiempo emprendedor y trabajador, de manera tal que el trabajo y la gestión están yuxtapuestos en la unidad familiar. Es evidente que este modelo de desarrollo rural alternativo encuentra entonces al capital humano y a la capacidad humana, más que al capital financiero, en su centro. Se hace mas que claro comprender entonces que los seres humanos no son para este modelo de desarrollo, meros medios de producción o actores u eslabones de una cadena agroindustrial “extruyente”, sino que son la “finalidad” de todo este proceso. Este capital social que en el sector rural tiene obligadamente a los agricultores como principal elemento cementante debe ser sostenido e incrementado. Es a través de el, que se lograra la sostenibilidad perdida por un modelo que mal que les pese a los promotores de esa “nueva revolución de las Pampas”, en la cuestión social y ambiental hace agua por todas partes. La agricultura familiar que no es negocio para esos sectores concentrados, es la única alternativa de viabilizar un modelo de desarrollo rural argentino inclusivo. Este capital social, debe integrarse en redes de desarrollo que cohesionadas promueven e impulsan acciones colectivas, socializan la información y la experiencia, adquieren nuevas formas de conocimiento y de participación que facilitan el empoderamiento político, la construcción de plataformas de defensa del modelo propio y reconocen en el civismo y la participación democrática, la alternativa viable para la lucha por la supervivencia de la familia rural. La agricultura familiar debe ser la forma productiva que garantice la gestión sostenible del agroecosistema, enmarcada en una acción y dialogo participativo que permita la reconstrucción de un capital social rural como elemento de consolidación de relaciones dentro de cada comunidad y a través de un dialogo participativo, se contribuya a diagnosticar, planificar, investigar y apoyar proyectos integrados de desarrollo humano a través de políticas publicas, hoy a este nivel de agregación, literalmente ausentes. La agricultura familiar debe ser entendida entonces como aquella forma de producción rural que tiene al agricultor como su fin y no como su medio, que vincula el estilo de vida con el medio físico productivo en un igual espacio, donde la agricultura es la principal ocupación y fuente del ingreso familiar, la familia aporta una fracción predominante de la fuerza de trabajo utilizada en la explotación, se garantiza su autoreproducción para el arraigo de los jóvenes como nuevos agricultores, produce tanto para el autoconsumo y el mercado de manera diversificada y transmite de padres a hijos pautas culturales, de formación y educativas como pilares de un proceso de desarrollo rural integrado. Por lo tanto, un modelo de desarrollo rural que tenga a la agricultura familiar como su eje fundamental debe contemplar entre sus principales cuestiones económicas la posibilidad de replicar un modelo de producción y consumo con fuerte base local, que garantice niveles de calidad de vida similares a aquellos de las poblaciones urbanas y asegure la sustentabilidad y la seguridad agroalimentaria junto con el ingreso y crecimiento económico bajo niveles equitativos. En el campo socio cultural se debe contar un acceso justo al conocimiento y a nuevas practicas tecnológicas, fortalecer, compartir y aplicar las experiencias de “chacarero a chacarero”, mantener el control local de las decisiones, revalorizar todo tipo de saberes y fortalecer la importancia de la diversidad regional y cultural, mas que la transformación bajo condiciones humillantes. Por supuesto, en el plano ecológico la agricultura familiar diversificada debe preservar la fertilidad y estructura del suelo, utilizar el agua para satisfacer las necesidades hídricas de manera sostenible, fortalecer las rotaciones agrícolo ganaderas y conservar la biodiversidad local y regional. Los aportes específicos de la agricultura familiar en este sentido, deben ser reconocidos como beneficios y por tanto reconocidos, valorados y recompensados adecuadamente como nuevas prestaciones y bienes ambientales para toda la sociedad. También un enfoque de desarrollo rural sostenible, involucra una agricultura familiar que no se circunscriba a las practicas productivas convencionales sino que se presente como inclusivo de actividades no agrícolas que sostengan y acerquen soluciones a la familia rural y por ende mejoras en la calidad de sus vidas tales como el turismo rural, la agroindustria familiar, los sistemas de mercado de comercio justo, la conservación del medio ambiente y la educación ambiental. Parte de estas prácticas fortalecerán aun mas los lazos con otros actores de la sociedad como los habitantes de las ciudades y el entorno local de los pueblos inmediatos, construyendo una red de servicios y de integración campo ciudad, hoy día en permanente retroceso. Si bien lamentablemente (y esto es un reflejo de la escasa importancia dada al sector en tiempos pasados) no se cuenta aun con información actualizada (a) sobre el numero de agricultores familiares, sus áreas cultivadas y producciones especificas, el valor bruto de esta y su destino, no es descabellado inferir que la mayoría de los agricultores caen en la categorización de agricultores familiares. Las estadísticas oficiales dan cuenta que son estos, los pequeños y medianos agricultores, los que mas han salido del sistema productivo en la ultima década. Incluso muchos de ellos, perviven con serios problemas de acceso a la tierra o con unidades mínimas para la producción pero que mantienen su fuerte vocación de productores. En el caso de la agricultura familiar el limite de la explotación debe considerar especialmente el sistema de producción, la economía regional o las practicas diversas desarrolladas, mas que meras especificidades en superficie. En este sentido la unidad económica productiva deberá ajustarse a estas necesidades mínimas de la familia rural. Para la agricultura familiar, la gestión y manejo de sistemas diversificados y la incorporación directa de la fuerza de trabajo exige una presencia permanente de la familia en el establecimiento agropecuario. Asimismo esta posibilidad puede y debe integrarse con la reconstrucción y el crecimiento de pueblos y colonias donde esta población pueda vivir y socializarse y más que un obstáculo para el acceso a planes de apoyo estatal debe ser un objetivo prioritario de estos. Una de las facetas importantes de la agricultura familiar es su pluriactividad que debe ser apoyada e incrementada. Seguramente, tanto los resultados y beneficios obtenidos sea de las actividades agrícolas como no agrícolas, serán diferentes para las distintas escalas productivas, lo que obligara a una diferenciación o categorización de actores, que serán pasibles escalarmente de cada uno de los planes diseñados de manera especifica. Pero todo ello a su vez, debe responder a un plan directriz, un plan Maestro de desarrollo rural nacional que vuelva a poner a la gente del campo en “sus campos”, en su territorio, en su país…Las organizaciones sociales avanzan en este sentido. Esperemos que esta vez, tan cercanos todos de nuestro Bicentenario y tan aun alejados de un desarrollo rural digno, los gobiernos no solo escuchen, sino que además, sean los facilitadores de esta realización. www.EcoPortal.net (a) A este respecto, se sugiere leer el articulo “Agricultura industrial y familiar en el MERCOSUR” publicado en el Suplemento Económico de “La Tierra”, 2005. [1] Articulo publicado en LA TIERRA, periódico de la Federación Agraria Argentina, Año XCIII, Numero 7426. Rosario, Diciembre, 2005. Pagina 8, Suplemento Especial Técnico Económico. Publicado con el titulo: “El camino para un Desarrollo Rural Sostenible” Nota : el articulo “Agricultura industrial y familiar en el MERCOSUR” publicado también se encuentra publicado en: http://www.ecoportal.net/content/view/full/51866/
Manuel Belgrano
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