EDITORIAL DE HORIZONTE SUR A LA INTEMPERIE, TERCERA SEMANA DE FEBRERO DE 2010
Los actuales procesos de renovación en América Latina, procesos conducidos por gobiernos progresistas, y en los que, suelen ser protagonistas dirigentes con antecedentes en las luchas revolucionarias de los últimos decenios, han recibido un importante refuerzo con la asunción a la presidencia del Uruguay, de los antiguos militantes tupamaros encabezados por Pepe Mujica. Si estos procesos venían marcando un rumbo significativo, en las políticas sociales de cambio y de modernización en el continente, un rumbo bastante preciso, pese a las muchísimas diferencias que podíamos hallar entre unos y otros de sus líderes, los primeros gestos de Mujica en el Uruguay no dejan el menor lugar a dudas de cómo y de cuánto habrán de fortalecerse ciertas líneas y modelos que se anticipaban. En ese sentido, la reunión de cerca de mil quinientos empresarios en Punta del Este, convocados por el dueño de Buque Bus y frente a los que habló Mujica acompañado de los candidatos que perdieron en las últimas elecciones uruguayas, e incluyendo a los ex presidentes del Uruguay que estuvieron allí para respaldarlo en un mismo proyecto de país, señaló un momento histórico para esa generación, un momento tan revelador como pudo ser alguna vez el asalto al Tiro Suizo de Colonia en 1963, con la lucha de los cañeros por antecedente, que hiciera pública la lucha tupamara en el Uruguay y significara el pase a la clandestinidad de su líder máximo, Raúl Sendic.
Un ciclo de casi cincuenta años de luchas políticas pareciera cerrarse en estos días, de manera casi obscena, y lo paradójico y hasta lo pavoroso, es que los protagonistas de innumerables gestas revolucionarias han logrado en una parábola extraordinaria, culminar ese ciclo asemejándose a quienes tanto enfrentaran en su momento como generación contestataria, a la vez que, si bien modernizado y con el maquillaje de los nuevos discursos y de nuevas políticas sociales, reproducen similares modelos de países dependientes y neocolonizados contra el que en su época se alzaran en armas. Aquellas gestas rebeldes que caracterizaron durante muchos años a un continente revolucionado, llenaron de sueños la cabeza de más de una generación y también, lamentablemente llenaron de prisioneros y de mártires, cárceles y cementerios incontables. Todos guardamos las mutilaciones, los duelos y las memorias de esas luchas pasadas, que hoy nos resulta tan difícil transmitir a los jóvenes a los que injustamente, reprochamos desinterés e indiferencia. Ellos son, en todo caso, el producto de nuestras derrotas, pero sobre todo son la consecuencia de nuestros fracasos inasumidos, son el fruto de incomprensiones básicas causadas por el excesivo ideologismo de nuestra generación, y han tenido que buscar por sí mismos, los caminos que, tanto en la música como en otras dimensiones y experiencias, les permita recuperar los sentimientos y la plenitud de la propia existencia. Hacer huertas urbanas o hacer rock con un Che por camiseta, cuando los que se alzaron con el Che en su hora, tal vez sus propios padres, hoy son funcionarios que negocian con las corporaciones y planifican a la distancia lo que comerán y cómo vivirán sus vidas miserables millones de personas, no es un desafío menor y deberíamos aprender a respetarlo al menos, para acercarnos a una comprensión que otros, en su época no tuvieron con nosotros.
En estos días, ese último gran esfuerzo colectivo que fuera el FSM, el Foro Social Mundial, de Porto Alegre, esta muriendo por senilidad precoz, mientras ovaciona a Lula y al PT brasileño, el Partido de los Trabajadores. Un breve ciclo de sueños y consignas, alentado entre otros auspiciantes por la Fundación Ford , un sueño en que nos embriagamos con la idea de que es posible imaginar otros mundos a partir de los movimientos sociales, y como en la vida de una mariposa todo acabó muy rápido, en este caso teniendo por sepultureros a los partidos políticos de la izquierda y a los discursos de ese primer presidente obrero del Brasil, ahora devenido miembro destacado de Davos y propulsor del Crecimiento y de los biocombustibles a nivel planetario. Reincidimos una vez más con los viejos sueños de los años sesenta y setenta, sin comprender que los paradigmas habían quedado viejos, obsoletos, que ya no podían contener ni dar respuesta a las nuevas complejidades y que lo importante era sobre todo reencontrarnos a nosotros mismos. Que nos habíamos extraviado durante años en las consignas y en los pensamientos circulares de un marxismo que se había transformado él también, en un modo sutil de neocolonizarlos al pensamiento europeo y sobre todo de quitarnos ese nexo a la tierra que es lo que caracteriza al hombre americano.
Cuando los cambios climáticos y los crecientes desordenes ecológicos, colocan a la Humanidad ante desafíos insoslayables, nuestras dirigencias progresistas, han decidido apostar por el crecimiento a ultranza, aprovechar las crisis de los poderes globales para renegociar con las Corporaciones la inversión de capitales y las transferencias de tecnologías, y dar definitivamente la espalda a los cuidados ecológicos del medio ambiente, permitiendo modelos extractivos y masivas intervenciones de empresas para la extracción de los recursos naturales. Amplias zonas de esta realidad neocolonizada se encuentran naturalizadas, tanto en nuestro país como en los otros, y ya no se debate sobre ellas, se sobreentiende que son parte de un destino argentino, asumido como propio y que no está en discusión. Desde el partido de Breid Obeid y el Instituto Juan Manuel de Rosas, a la Coalición Cívica , el radicalismo, el pro o el peronismo disidente, hasta la izquierda clásica y el Partido comunista revolucionario, todos comparten el modelo biotecnológico y de sojización a escala extrema que impera en la Argentina. Están disputando otras cosas con el Gobierno, no el modelo instalado. Si acaso no pueden o no son capaces como en el Uruguay de Mujica, de juntarse frente a las empresas para mostrar un mismo frente, no es porque difieran del país que nos proponen, sino porque las diferencias entre bandas y las luchas despiadadas por el poder de administrar esta argentina dependiente y agroexportadora, impiden los acuerdos.
Mi hijo menor y probablemente más de un oyente o un lector, me preguntarían, si lo que acabo de expresar es bueno o es malo… En ese caso, les contestaría que es malo para ellos, para la clase dirigente y para los muchos progresistas y antiguos revolucionarios que intentan acoplarse a los sueños de un crecimiento insostenible y de una modernidad tardía. Es malo porque a pesar de acordar un mismo país agroindustrial y prisionero de la escala, no pueden siquiera ponerse de acuerdo entre sí, debido a sus apetitos y a sus egoísmos de tribus, y se debilitan mutuamente en las luchas intestinas que llevan por la administración de un gobierno al servicio de las Corporaciones. Es bueno en cambio, para nosotros, para los que continuamos creyendo y soñando una Argentina donde la felicidad del Pueblo sea un bien deseable muy por encima de otros logros. Una Argentina que en un mundo dominado por los agronegocios, cuyas poblaciones se encuentran sometidas a la ingesta obligada de comida chatarra y de transgénicos, vuelva a ser el país productor de alimentos sanos y productos de excelencia que alguna vez conocimos. Una Argentina, que sea modelo de innovaciones productivas respetuosas y amigables con el medio ambiente , una Argentina que sea capaz de planificar sus desarrollos demográficos, extendiéndolos con justicia a toda su diversa geografía, una Argentina que sepa aprovechar el inmenso potencial de su tradicional inteligencia para desarrollos integrados y al servicio de un verdadero Proyecto Nacional , procurando soberanías alimentarias locales y regionales, cultivo de la Biodiversidad y reparación de sus ecosistemas arrasados. Por último, una Argentina que sea capaz, de dar al mundo el ejemplo de una sociedad que se propone tomar un camino diferente al del suicidio ecológico al que conduce tanto el capitalismo globalizado como otros proyectos urbano industriales y dependientes de combustibles fósiles, que, a fuer de progresistas y a veces bajo banderas socialistas, se han convencido, que ha llegado el momento de repetir el mismo camino que tomara hace varios siglos Europa y que nos condujo al actual desastre planetario.
Jorge Eduardo Rulli
Etiquetas: Argentina, GRR, Horizonte Sur, Rulli
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