Maíz transgénico legal: qué está en juego
Hace años es evidente que, en México, las cámaras de diputados y senadores decidieron abrir un paraguas protector para las grandes empresas y sus cómplices en los centros de investigación mediante legislaciones que extreman la vida de las comunidades indígenas contra quienes estas leyes van dirigidas casi con dedicatoria. Es vital entonces entender que la aprobación de la Ley Monsanto o Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados no sólo santifica la siembra de maíz transgénico sino que impide que alguien, con la ley en la mano, pueda cancelar y prohibir tales siembras).
Se trata de un desmantelamiento general de las herramientas legales con que contaba la población mexicana. Pero el ataque es frontal contra los pueblos campesinos indígenas —justamente quienes podrían, con sus saberes ancestrales y su visión agrícola para cuidar el mundo, abrir el panorama futuro de la alimentación mundial y el cambio climático, por lo menos.
Y no es sólo la ley. Son también sus reglamentos y el enorme paquete normativo que incluye una ley de semillas, tan aberrante que pretende barrer con las semillas nativas por no ser homogéneas, y reducir las restantes a unas cuantas variedades que, certificadas, sean el único equipaje (con costo monetario) para tejer una deslavada biodiversidad del maíz nativo, ese vastísimo bien común de la humanidad.
Así, se busca plantar variedades transgénicas en todas las zonas posibles, porque el intento es que las semillas que se siembren en México sean de laboratorio, sean propiedad de un puñado de compañías, cuenten con catálogos de rasgos fijos (algo imposible), estén asociadas a paquetes tecnológicos de agrotóxicos y respondan con las "ventajas" supuestas que las hagan rentables o utilizables por tales compañías, para fines ajenos a la alimentación. Se sembrarán en tierras acaparadas en renta o venta para iniciar una eufémica etapa experimental que tramaron gobiernos, empresas e inversionistas, mientras los intermediarios cobran por convencer a los agricultores socios de que no les tendieron una trampa.
Mientras tanto, en México la Red en Defensa del Maíz lleva casi diez años trabajando por abajo con comunidades, organizaciones, proyectos e individuos que, desde muchos ámbitos, entienden con claridad que sólo podrá defenderse el maíz si se defiende como cultivo en su conjunto, si se defiende el larguísimo plazo de una visión integral que revindica las semillas ancestrales propias que se guardan y se intercambian por canales de confianza. Y que esto pasa por trabajar defendiendo el territorio y por ende el agua, el bosque, los sistemas propios de gobierno y los saberes locales, con el empeño consciente por sembrar alimentos propios con justicia, respeto y autonomía.
La Red siempre ha estado conectada con los que desde las regiones se empeñan por reflexionar juntos y toman su vida en sus manos y no con quienes buscan un cambio en un párrafo o una ventaja más o menos favorecedora en las leyes. Eso pone a la Red aparte de otras campañas que favorecen el cabildeo pero que no tocan el corazón del problema ni se conectan con los colectivos que piensan y defienden la vida desde diversas regiones del país.
Para la Red es claro que los intentos gubernamentales por sembrar maíz transgénico se sitúan en el norte del país porque ahí, desde la Conquista, el sistema impuesto intentó arrasar con todo lo que le estorbaba, se apoderó de cuanta tierra pudo, y diezmó a todos los núcleos de población. Ahora intentan convencer a ejidatarios y agricultores comerciales sin pasado ancestral de siembras propias que los transgénicos son progreso.
En cambio, en estos diez años, el sur y el centro se han vuelto un bastión de defensa, no sólo del maíz sino de la autonomía indígena que lo hace posible, y aunque se intenten estas siembras industriales habrá un núcleo de resistencia frontal.
En la reciente reunión de la Red en Guadalajara a principios de noviembre, se acordó entonces emprender campañas activas y directas de información en ese norte de México, reivindicar los argumentos y la legitimidad acumulados en diez años y no claudicar en esa actitud de construir un largo plazo por abajo —sin componendas legislativas. Tejer relaciones con la ciudad, pero sin la vieja distinción entre productores y consumidores, haciendo ver a la gente de las ciudades que quienes están en aprietos a mediano plazo son los pobres urbanos que ni tienen tierra ni semillas ni saberes para sembrar y que sufren todas las políticas impuestas por un horrendo sistema alimentario internacional, que va por todo, a costa de todo. Biodiversidad
Editorial of the new Seedling issue
New from GRAINFebruary 2010
http://www.grain.org/seedling/?type=79
SEEDLING JANUARY 2010
IN THIS ISSUE...
In our opening article we take an in-depth look at Malawi, the small east African country that has been widely seen as a beacon of hope in a continent beset by problems. In particular, the country has been praised for its success in promoting local farming so that, unlike many of its neighbours, Malawi has become self-sufficient in its staple food -- maize. It is, indeed, good news that the President of Malawi no longer finds it acceptable to "go down on my knees and beg for food", as he says. However, our report suggests that Malawi still faces problems -- and serious ones. Hunger is rife: the UN's World Food Programme and other agencies are feeding more than one million people in the country. And it is difficult to see how these people will ever be able to feed themselves unless Malawi, which has one of the most concentrated systems of land tenure in the world, redistributes land. The vast majority of farmers cultivate less than half a hectare of land, too little to guarantee a family's long-term food security.
Another problem -- and one that is rapidly getting worse -- is the programme's reliance on expensive, imported chemical fertilisers and hybrid maize seeds. This has an economic consequence, in that the government's outlay on subsidies has become unsustainably high, and also an environmental one, in that these chemical inputs are weakening Malawi's already fragile soils. There are some really exciting and viable agro-ecological farming projects, including one in Ekwendeni in northern Malawi. But these initiatives are rarely discussed by those, like US economist Jeffrey Sachs, who are trying to use Malawi as a showcase for a new green revolution in Africa, which they believe should be reliant on chemical inputs and hybrid seeds.
The green revolution crops up in another of our articles. Joan Baxter, a Canadian journalist, who has been reporting on Africa for over two decades, writes about the "perfect storm" that is currently gathering. She believes that the so-called solutions being imposed from outside are destroying the very elements that could help the region to find a way forward. She recalls how in the early 1990s an elderly African woman farmer asked her angrily, "Why do you bring your mistakes here?" At the time Joan had no response but, as you will find out when you read her article, she now believes she has the answer to the farmer's question.
Another issue that has appeared repeatedly in recent editions of Seedling has been genetically modified organisms (GMOs), and this edition is no exception. In one of our shorter articles, we tell the tale of the current crisis in the Canadian flax (linseed) industry, an issue that has been largely ignored in the mainstream press. The crisis erupted in September 2009 when a Germany importer discovered that flax he had bought from Canada as "GM-free" was, in fact, contaminated by the GM variety. This was no chance finding, for one by one 34 other countries made the same discovery. Since GM flax has been banned from Canada since 2001, no one quite knows how the contamination happened. But it is clearly a huge problem for Canadian farmers: flax is one of their five main cash crops, and most importers want the product GM-free. Prices are in free fall.
On the other side of the world, in India, another GM drama is being played out. As we show in another article, a governmental agency authorised in October 2009 the commercial planting of Bt brinjal (aubergine or egg plant). As has been well documented in past Seedlings, the experience of Indian farmers with Bt cotton has been calamitous. Not surprisingly, farmer organisations immediately reacted with a barrage of protest and, just a day after the announcement, the environment ministry backtracked, saying that it would postpone the decision on Bt brinjal to allow consultations with "stakeholders". Despite this initial victory, the farmers know that they are in a for difficult struggle, given the lobbying might of Mahyco, Monsanto's partner in India and the main company behind the development of Bt brinjal.
In other articles in this edition, we invited the international food workers' union, the IUF, to examine the global food industry, looking both at the way workers are treated and at the impact of the so-called "financialisation" of the industry. So accustomed have global investors become to high annual returns in the financial sector -- of at least 25 per cent -- that they are now demanding the same rate of profit from the food industry too. It is madness, something that is neither environmentally nor socially sustainable. And the imperative to stop it has never been clearer.
The editor
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