Menos mal que Puerto Rico no tiene petróleo
¡Basta a la explotación de petróleo en la Amazonía! Prólogo del libro ITT-Yasuní. Entre el petróleo y la vida
ALBERTO ACOSTA"Esta iniciativa fue construyéndose poco a poco en la sociedad civil, hace mucho tiempo atrás. La idea primigenia de suspender la actividad petrolera surgió en la cabeza de quienes sufrían los embates de las petroleras en la Amazonía. Alguna vez, alguna persona, hastiada de los atropellos de la Texaco, habrá expresado llena de indignación ¡basta a la explotación de petróleo en la Amazonía!"
“Los sensatos se adaptan al mundo en que viven, los insensatos pretenden que el mundo se adapte a ellos; por lo tanto cualquier cambio se lo debemos a los insensatos.”
George Bernard Shaw
Desde que se planteó a nivel gubernamental la Iniciativa Yasuní-ITT (siglas de los campos Ishpingo, Tambococha y Tiputini) a inicios del año 2007 afloraron dudas, muchas dudas. La idea de dejar 850 millones de barriles de crudo pesado en el subsuelo amazónico a cambio de una compensación internacional causó y aún causa estupor. En una economía adicta al petróleo, proponer no extraer el 20% de las reservas de crudo del país, asomaba como una locura a tiempo completo. Y lo sorprendente es que esta idea loca fue cobrando adeptos y fuerza.
Más allá de las dudas que aún le persiguen, la aceptación del presidente Rafael Correa y su posterior apoyo fueron decisivos. A él se debe que se convierta en política pública la posibilidad de no explotar el petróleo del ITT, dejando en segundo plano la opción de extraerlo, una opción sobre la que se había trabajado hace mucho tiempo atrás. Los intereses petroleros, prestos a saltar sobre el ITT, fueron forzados a frenar su ímpetu.
Una propuesta fraguada en la resistencia
Lo interesante es reconocer que esta iniciativa fue construyéndose poco a poco en la sociedad civil, hace mucho tiempo atrás. Esta idea, presentada a nivel gubernamental en enero de 2007 y defendida por el entonces ministro de Energía y Minas no tiene gerente-propietario alguno. Con seguridad, la idea primigenia de suspender la actividad petrolera surgió en la cabeza de quienes sufrían los embates de las petroleras en la Amazonía. Alguna vez, alguna persona, hastiada de los atropellos de la Texaco, habrá expresado llena de indignación ¡basta a la explotación de petróleo en la Amazonía!
La resistencia de las comunidades amazónicas prosperó hasta constituirse en un reclamo jurídico de trascendencia internacional. Es bien conocido el “juicio del siglo” que llevan las comunidades indígenas y los colonos afectados por las actividades petroleras de la compañía Chevron-Texaco (Texpet, en Ecuador). Los argumentos que se exponen son claros: la compañía tuvo responsabilidad directa por los impactos ambientales que produjo la explotación del petróleo, los cuales no sólo han afectado a la Naturaleza sino que también se evidencian nocivamente sobre la salud de la población. Y desde entonces, con diversos grados de afectación, la actividad petrolera ha contribuido sistemáticamente a la destrucción de la Amazonía.
Este juicio, más allá de su desenlace, sentó un precedente al encausar a una de las petroleras más poderosas del planeta, que trabajó entre 1964 y 1990 en la Amazonía ecuatoriana. En ese lapso, esta compañía perforó 339 pozos en 430.000 hectáreas. Para extraer cerca de 1.500 millones de barriles de crudo, vertió miles de millones de barriles de agua de producción y desechos, y quemó billones de pies cúbicos de gas.
Si bien resulta imposible poner precio a la Naturaleza, pues la vida es inconmensurable, el daño se cuantifica en miles de millones de dólares por concepto de derrames, contaminación del agua, quema del gas, deforestación, pérdida de biodiversidad, por animales silvestres y domésticos muertos. A lo anterior habría que añadir costos por materiales utilizados sin pago, por la salinización de los ríos, por enfermedades (los casos de cáncer llegan a un 31%, cuando el promedio nacional es de 12,3%) y por el trabajo mal remunerado. Los reclamos monetarios superan los 27 mil millones de dólares.
En el ámbito psicosocial las denuncias son múltiples: violencia sexual por parte de los operadores de la empresa en contra de mujeres adultas y menores de edad mestizas e indígenas, abortos espontáneos, discriminación y racismo, desplazamientos forzados, nocivo impacto cultural y ruptura de la cohesión social. Es más, sobre Texaco pesa también la extinción de pueblos originarios como los tetetes y sansahuaris. Irónicamente, los nombres de los dos pueblos desaparecidos sirven para denominar a dos campos petroleros en la misma zona donde antes ellos habitaban. A esto habría que sumar todos los daños económicos, sociales y culturales causados a los indígenas siona, secoya, cofán, kichwa y waorani, además de perjuicio a los colonos blanco-mestizos.
Se afectó básicamente la territorialidad, la alimentación y las tradiciones culturales de los pueblos y nacionalidades indígenas que habitan históricamente en el área de la concesión. Luego, la remediación ambiental que habría realizado la compañía fue una estafa en toda la línea que contó, además, con la complicidad de autoridades oficiales.
Este reclamo supera el ámbito amazónico y rebasa la destrucción que tendrá que pagar Texaco. En tanto afecta a toda la sociedad, esta demanda constituye una oportunidad para sancionar y frenar la contaminación provocada por la actividad petrolera, que se sostiene por la combinación del poder político con el transnacional sobre el discurso que alienta la explotación del petróleo en supuesto beneficio de todos los habitantes del país.
Este discurso se alimenta de una política de ocultamiento de la realidad, intimidación de quienes se oponen, así como de humillación y olvido para las víctimas... Los dólares obtenidos no han beneficiado al conjunto de la población, pues en su mayoría han fluido en pocos bolsillos, sobre todo de las poderosas transnacionales y de los acreedores de la deuda externa.
A lo largo de este tiempo y nutriéndose de un duro y largo proceso de resistencias en contra de la actividad hidrocarburífera, se fue construyendo la tesis de una moratoria petrolera en el centro sur de la Amazonía ecuatoriana.
Etiquetas: Alberto Acosta, Calentamiento global, Ecuador, Energía, Petroleo, Yasuni
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