miércoles, febrero 10, 2016

Alimentos corporgánicos, advertencia de Carmelo Ruiz Marrero en 2003



Esto lo escribí en 2003, es un escrito muy influenciado por el pensamiento social ecologista de Murray Bookchin. Creo que sigue vigente hoy.

Recomiendo que lo lean entero. Lo que hay abajo del enlace es la conclusión.

http://www.jornada.unam.mx/2003/09/28/mas-ruiz.html

EXTRACTO:


Para muchos activistas y consumidores de productos orgánicos, los datos presentados causan consternación porque entienden que orgánico es mucho más que la mera ausencia de pesticidas en los alimentos. Para ellos, la agricultura orgánica es una filosofía socio-ecologista, un compromiso ético, un proyecto socio-económico alternativo que ayuda directamente al pequeño agricultor y revitaliza a las comunidades rurales. Más importante aún, entienden que debe crear alternativas al mercado global controlado por las grandes corporaciones y los gigantes de la venta al menudeo, y establecer un intercambio directo entre agricultor y consumidor a nivel local.

Pero para algunos empresarios astutos, lo orgánico es simplemente un mercado lucrativo.

Si el movimiento hacia una sociedad ecológica se vale solamente de un enfoque meramente técnico, se degrada fácilmente en una fijación obsesiva con inventos tecnológicos, como por ejemplo buscar nuevas formar de repeler plagas sin usar pesticidas o mejorar la eficiencia de las fuentes energéticas renovables. Por supuesto que esto no es malo. Pero el desarrollo de tecnologías ecológicas, ya sean agrícolas, energéticas o para el tratamiento de aguas sucias, es positivo sólo cuando es producto de una perspectiva social crítica del orden existente, con valores morales, espirituales y ecológicos de carácter revolucionario.


Pero mientras la técnica sea lo único que una la teoría a la práctica, se degenera la agroecología en un limbo tecnocrático, en el que los medios se convierten en fines en sí mismos. Si no hay ideas sociales sólidas, si no hay una auténtica sensibilidad ecológica o integridad moral, el cientificismo y el capitalismo acaban reclamando el terreno duramente ganado por los movimientos ambientalistas alternativos y contestatarios. Cuando esto ocurre, la ecología como amplia visión filosófica, que busca la armonización de humanos y naturaleza, se degenera en un "ambientalismo" tecnocrático que no es más que una subcategoría de la ingeniería.


No podemos mirar a la agricultura orgánica, o a ninguna otra técnica ecológica, como si fuera una bala mágica que va a resolver por sí sola los males causados por la sociedad antiecológica en que vivimos. La bala mágica simplifica todos nuestros problemas, y pretende prescribir una sola solución a problemas variados y disímiles. Fomenta la percepción de que existe un solo denominador común para los fenómenos biológicos, psicológicos y sociales del mundo. El decir que la agricultura orgánica (o la energía solar) es la solución, es tan regresivo como decir que lo es la energía nuclear o la ingeniería genética. El decir que la agricultura orgánica es la solución presupone una mentalidad que no cuestiona el aparato industrial y las relaciones sociales basadas en la competencia y el lucro. La agricultura orgánica no alterará para nada el grotesco desbalance con la naturaleza si deja intactas a la corporación transnacional, las estructuras políticas burocratizadas y centralizadas, y la racionalidad tecnocrática.


Si continúa este proceso de corporatización, la agricultura orgánica acabará siendo innecesariamente complicada, controlada por burocracias, apropiada por corporaciones, y centralizada institucionalmente. Una vez que esté centralizada, exacerbará el enfermizo, burocratizado, arteriosclerótico y alienante sistema de división del trabajo. Entonces no se podrá hacer agricultura orgánica sin la intervención de legiones de políticos, burócratas y mal llamados consultores ambientales de los que cobran un ojo de la cara y que sólo buscan acomodar los recursos naturales a una sociedad irracional y antiecológica.


En conclusión, la agricultura orgánica es preferible en términos ambientales a la convencional, pero será nociva y devastadora para la salud espiritual, moral y social de la humanidad si es tratada como un mero conjunto de técnicas que no implica nuevas relaciones sociales.


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