“Nunca escribas sobre un lugar que nunca has visitado”, me he dicho a mí mismo numerosas veces. El pasado sábado finalmente logramos ir a las cuadras que el gobierno de Puerto Rico quiere expropiar en Santurce alrededor de la calle Antonsanti, entre el Museo de Arte y el edificio de la Unión de Tronquistas. En medio del drama del desahucio, algunos ven irónico el que esta comunidad viva literalmente a la sombra de ese monumento al burocratismo y gigantismo gubernamental que es el Centro Minillas, que alberga precisamente a la Junta de Planificación.
“Nos verás en la Antonsanti bajo la sombra del quenepo”, nos dijo la artista gráfica y líder comunitaria Mary Anne Hopgood. Pero, ¿Cómo rayos es un quenepo, y cómo lo voy a poder distinguir de una acacia o un palo de mangó?, me pregunté. Afortunadamente no tardamos en dar con el grupo, y nos fuimos de caminata por las calles Candelaria, Antonsanti, London, Mandry y otras.
Calles repletas de cultura y de historia, cada casa, abandonada u ocupada, cada negocio, cada lote, con una historia que contar. Cada vez que apuntábamos a alguna estructura y preguntábamos de ella, nuestros acompañantes nos daban toda una cátedra y a veces hasta nos contaban una saga que se extendía por varias generaciones. Según un vecino que nos acompañó, este barrio es el más viejo del país: tiene 230 años.
No se ve la apatía y reclusión que uno asocia con las grandes ciudades. Aquí uno nunca está solo, pues todo el mundo se conoce íntimamente. Pero no se trata del entrometimiento de las pedantes asociaciones de residentes de suburbia o de vecinos chismosos y averiguaos. Se trata de la intimidad de familias que llevan generaciones enteras de convivencia, donde la comunidad siempre está para ayudarlo a uno.
Hablamos con Carmen Benítez Cartagena, una señora de voz dulce que vive en una casa viejísima pero buena para aguantar cuanto huracán pase. Vive ahí desde que dio a luz a su primer hijo, que ahora tiene 44 años. “Me dijo mi esposo una vez que estuvo hospitalizado en el Hospital de Veteranos: ‘Carmen, cuando yo muera quédate en esa casita hasta que tú te vayas.’”
“Yo no quisiera dejar mi casita por nada, porque aquí tengo todo cerca. Yo me siento tan feliz, una felicidad tan grande que no voy a encontrarla en ningún otro sitio.”
Pero vivir en este barrio también tiene sus sinsabores, como la criminalidad y el abandono por parte del mismo gobierno que ahora quiere borrar la comunidad del mapa.
“Nos han abandonado. Los servicios públicos, como mantenimiento y reparación de calles y recogido de basura, se están deteriorando aquí”, nos dijo Adelina, una vecina de doña Carmen. Al preguntársele cuántos años llevaba viviendo en este barrio,contestó orgullosamente: “Yo nací, me crié, me casé, me divorcié aquí, y sigo viviendo aquí hasta hoy.”
“Uno llama a las distintas autoridades para que vengan y atiendan nuestros problemas, y no aparecen. Mientras el hospital municipal (hoy Museo de Arte) estuvo vacío tuvimos que aguantar todos los maleantes que se metían ahí a hacer poca vergüenzas, y después de noche se metían a robar en nuestras casas. Llamábamos a la policía y las autoridades concernientes y nunca aparecieron. Ahora aparecen, pero para quitarnos las casas.”
Nos contó Adelina que ante la incertidumbre causada por los intentos de desahucio, la gente no se anima a hacer mejoras en sus propiedades. “Uno no se atreve a hacer nada. ¿Para qué? ¿Para que después vengan y se lo tumben a uno y no le paguen lo que realmente vale? No vale la pena. Yo pensaba arreglar la casa de abajo para alquilarla. Mira, no puedo hacer nada, ¿para qué?”
Hopgood sostiene que el proyecto y sus expropiaciones van mucho más allá de su barrio, y que implican cambios drásticos para un trecho que va desde la parada 26 hasta Miramar. Pero el gobierno está fragmentando el proyecto, como ha hecho con la ruta 66, para que los santurcinos no vean su verdadera magnitud. “Quieren dividirnos para sacar a unos primero y cuando los primeros ya estén fuera, los segundos sean más faciles de sacar.”
“Esa estrategia de dividirnos la han usado desde el principio. El gobierno va a los residentes individualmente, no como grupo. Nosotros exigimos que nos atiendan como grupo para poder comparar notas. Porque la información que recibimos es contradictoria. A unos vecinos le dicen unas cosas y otros les dicen otra cosa.”
Un residente que no se identificó nos dijo que el gobierno está cambiando los reglamentos de planificación y zonificación de Santurce para complacer a los desarrolladores. “Le está diciendo el gobierno a los desarrolladores: ‘¿Qué reglamento o ley tú quieres que yo enmiende de la noche a la mañana en la oscuridad de una asamblea extraordinaria en la legislatura con los senadores durmiendo y el pueblo durmiendo?’”
Nos informó que el reglamento de zonificacion especial de Santurce fue enmendado en la oscuridad en el mes de mayo, para alterar cosas como la altura permitida para los edificios, el uso de terrenos, y otras restricciones que los desarrolladores decian que hacía del reglamento una camisa de fuerza para el desarrollo y revitalizacion de Santurce.
Expresó que “Ya el gobierno dejó de ser protector de la ciudadanía para hacerse colaborador de desarrolladores privados, de colmillús que vienen a sacarnos de nuestras propiedades. Lo irónico del asunto es que este barrio está en el centro de todo; este es el casco de la capital, el lugar más céntrico de Puerto Rico, y en la tasación nos dicen que esto no vale ná.”
Los vecinos nos contaron de un incidente que resume el dolor y esperanza de la comunidad. Un domingo que doña Carmen regresaba de misa, un caco la tumbó al piso y le quitó la cartera, que contenía su biblia y unos $10 con los que iba a comprar unas cebollas y otras cosas que necesitaba para cocinar. Los mismos muchachos de la calle persiguieron e interceptaron al ladrón y le devolvieron la cartera a su dueña.
“La única esperanza es el Señor.”, nos dijo doña Carmen, refiriéndose a los desahucios. “Que el Señor nos libre de todo esto. Que nos deje nuestras casas aunque sea, para seguir adelante.”
“Nos verás en la Antonsanti bajo la sombra del quenepo”, nos dijo la artista gráfica y líder comunitaria Mary Anne Hopgood. Pero, ¿Cómo rayos es un quenepo, y cómo lo voy a poder distinguir de una acacia o un palo de mangó?, me pregunté. Afortunadamente no tardamos en dar con el grupo, y nos fuimos de caminata por las calles Candelaria, Antonsanti, London, Mandry y otras.
Calles repletas de cultura y de historia, cada casa, abandonada u ocupada, cada negocio, cada lote, con una historia que contar. Cada vez que apuntábamos a alguna estructura y preguntábamos de ella, nuestros acompañantes nos daban toda una cátedra y a veces hasta nos contaban una saga que se extendía por varias generaciones. Según un vecino que nos acompañó, este barrio es el más viejo del país: tiene 230 años.
No se ve la apatía y reclusión que uno asocia con las grandes ciudades. Aquí uno nunca está solo, pues todo el mundo se conoce íntimamente. Pero no se trata del entrometimiento de las pedantes asociaciones de residentes de suburbia o de vecinos chismosos y averiguaos. Se trata de la intimidad de familias que llevan generaciones enteras de convivencia, donde la comunidad siempre está para ayudarlo a uno.
Hablamos con Carmen Benítez Cartagena, una señora de voz dulce que vive en una casa viejísima pero buena para aguantar cuanto huracán pase. Vive ahí desde que dio a luz a su primer hijo, que ahora tiene 44 años. “Me dijo mi esposo una vez que estuvo hospitalizado en el Hospital de Veteranos: ‘Carmen, cuando yo muera quédate en esa casita hasta que tú te vayas.’”
“Yo no quisiera dejar mi casita por nada, porque aquí tengo todo cerca. Yo me siento tan feliz, una felicidad tan grande que no voy a encontrarla en ningún otro sitio.”
Pero vivir en este barrio también tiene sus sinsabores, como la criminalidad y el abandono por parte del mismo gobierno que ahora quiere borrar la comunidad del mapa.
“Nos han abandonado. Los servicios públicos, como mantenimiento y reparación de calles y recogido de basura, se están deteriorando aquí”, nos dijo Adelina, una vecina de doña Carmen. Al preguntársele cuántos años llevaba viviendo en este barrio,contestó orgullosamente: “Yo nací, me crié, me casé, me divorcié aquí, y sigo viviendo aquí hasta hoy.”
“Uno llama a las distintas autoridades para que vengan y atiendan nuestros problemas, y no aparecen. Mientras el hospital municipal (hoy Museo de Arte) estuvo vacío tuvimos que aguantar todos los maleantes que se metían ahí a hacer poca vergüenzas, y después de noche se metían a robar en nuestras casas. Llamábamos a la policía y las autoridades concernientes y nunca aparecieron. Ahora aparecen, pero para quitarnos las casas.”
Nos contó Adelina que ante la incertidumbre causada por los intentos de desahucio, la gente no se anima a hacer mejoras en sus propiedades. “Uno no se atreve a hacer nada. ¿Para qué? ¿Para que después vengan y se lo tumben a uno y no le paguen lo que realmente vale? No vale la pena. Yo pensaba arreglar la casa de abajo para alquilarla. Mira, no puedo hacer nada, ¿para qué?”
Hopgood sostiene que el proyecto y sus expropiaciones van mucho más allá de su barrio, y que implican cambios drásticos para un trecho que va desde la parada 26 hasta Miramar. Pero el gobierno está fragmentando el proyecto, como ha hecho con la ruta 66, para que los santurcinos no vean su verdadera magnitud. “Quieren dividirnos para sacar a unos primero y cuando los primeros ya estén fuera, los segundos sean más faciles de sacar.”
“Esa estrategia de dividirnos la han usado desde el principio. El gobierno va a los residentes individualmente, no como grupo. Nosotros exigimos que nos atiendan como grupo para poder comparar notas. Porque la información que recibimos es contradictoria. A unos vecinos le dicen unas cosas y otros les dicen otra cosa.”
Un residente que no se identificó nos dijo que el gobierno está cambiando los reglamentos de planificación y zonificación de Santurce para complacer a los desarrolladores. “Le está diciendo el gobierno a los desarrolladores: ‘¿Qué reglamento o ley tú quieres que yo enmiende de la noche a la mañana en la oscuridad de una asamblea extraordinaria en la legislatura con los senadores durmiendo y el pueblo durmiendo?’”
Nos informó que el reglamento de zonificacion especial de Santurce fue enmendado en la oscuridad en el mes de mayo, para alterar cosas como la altura permitida para los edificios, el uso de terrenos, y otras restricciones que los desarrolladores decian que hacía del reglamento una camisa de fuerza para el desarrollo y revitalizacion de Santurce.
Expresó que “Ya el gobierno dejó de ser protector de la ciudadanía para hacerse colaborador de desarrolladores privados, de colmillús que vienen a sacarnos de nuestras propiedades. Lo irónico del asunto es que este barrio está en el centro de todo; este es el casco de la capital, el lugar más céntrico de Puerto Rico, y en la tasación nos dicen que esto no vale ná.”
Los vecinos nos contaron de un incidente que resume el dolor y esperanza de la comunidad. Un domingo que doña Carmen regresaba de misa, un caco la tumbó al piso y le quitó la cartera, que contenía su biblia y unos $10 con los que iba a comprar unas cebollas y otras cosas que necesitaba para cocinar. Los mismos muchachos de la calle persiguieron e interceptaron al ladrón y le devolvieron la cartera a su dueña.
“La única esperanza es el Señor.”, nos dijo doña Carmen, refiriéndose a los desahucios. “Que el Señor nos libre de todo esto. Que nos deje nuestras casas aunque sea, para seguir adelante.”
- Publicado en CLARIDAD, 21 de agosto 2003
PARA MAS INFO: http://www.santurcenosevende.org/
Dos comunidades se unen: Miramar y Santurce Centro.
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