México: ¿acabarán con las tortillas los bioenergéticos?
Eric Holt-Gimenez
Eric Holt-Gimenez
Ahora que la autosuficiencia en la producción de maíz ha sido totalmente destruida en México, cuando la mayor parte de la fuerza de trabajo rural está del otro lado trabajando en mataderos, en fincas que emplean migrantes y en industrias mal pagados, sube el precio del maíz. ¿Por qué?
Los problemas que provoca la expansión del sistema alimentario, dominado por las corporaciones trasnacionales, afectan primero a los pobres tanto en Estados Unidos como en los otros países. Los medios de comunicación estadunidenses finalmente han empezado a informar sobre el alza en el precio de las tortillas en México ("Nada parejo en relación al precio de la tortilla", Crónica de San Francisco, 13/1/07). Este problema no afecta únicamente al gobierno mexicano, cuyos ciudadanos comen un promedio de diez tortillas diariamente, ya que Estados Unidos está implicado. ¿Cómo? Revisemos el pasado.
En los años ochenta, México aún era autosuficiente en la producción de maíz, un alimento básico. Al inicio de 1990 el presidente Carlos Salinas de Gortari decidió plegarse a Estados Unidos implementando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) antes de lo programado. Ablandó los controles del maíz importado de ese país y de inmediato las importaciones saltaron de 396 mil a 4 millones 854 mil toneladas métricas, inundando el mercado mexicano con maíz subsidiado y libre de impuestos de Estados Unidos.
Los agricultores mexicanos quienes habían sido privados de los servicios y apoyo gubernamentales desde 1982, gracias a las políticas de ajuste estructural del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (BM/FMI) no tuvieron la capacidad de competir con el maíz barato vendido a un precio inferior al costo de producción. Rápidamente el maíz gringo remplazó al mexicano en el mercado de la tortilla. De hecho, el mercado de la tortilla se consolidó bajo el dominio de GRUMA, un gigantesco consorcio mexicano que procesa el grano.
En el primer año del TLCAN, más de 700 mil mexicanos migraron al país vecino buscando trabajo muchos de ellos agricultores o sus hijos con capacidad de trabajar. De 1994 a 2004, un millón 300 mil campesinos quebraron. Después de 13 años de TLCAN, anualmente llega a ese país un millón de inmigrantes de México y Centroamérica.
Ahora que la autosuficiencia en la producción de maíz ha sido totalmente destruida en México, cuando la mayor parte de la fuerza de trabajo rural está del otro lado trabajando en mataderos, en fincas que emplean migrantes y en industrias mal pagados, sube el precio del maíz. ¿Por qué? Porque las corporaciones Archer Daniels Midlands (ADM), Cargill y Monsanto se están expandiendo en el mercado de etanol fabricado con maíz. Se dedica más terreno al maíz amarillo (para etanol) y menos al maíz blanco (para la harina), elevando muchísimo el precio de la masa y las tortillas. Algunos defensores del área rural lo consideran un "desarrollo positivo". Es bien recibido por algunos productoras de maíz en el medio oeste de EU, como también por las grandes plantaciones en Sinaloa. ¿Sería posible que los campesinos mexicanos vuelvan a producir maíz, que México sea de nuevo dueño de su seguridad alimentaria? Es una respuesta inequívoca: eso depende...
Depende de cuán efectivo es el negocio agrícola drenando las ganancias inesperadas de los agricultores estadunidenses. Los tres grandes (ADM-Cargill-Monsanto) están forjando su imperio: ingeniería genética-procesamiento-transporte, alianza que va a amarrar la producción, el procesamiento y la venta del etanol. (ADM ya se está devorando a las cooperativas de agricultores que producen bioenergéticos.) Ninguna de estas compañías ha compartido sus ganancias producto de la agricultura con los agricultores. Por el contrario, Monsanto está demandando a los agricultores gringos por más de 15 millones de dólares por guardar su semilla. Las tres corporaciones han estado implicadas en actividades ilegales. Es difícil creer que los agricultores serán beneficiados cuando el poderoso trío controla las semillas transgénicas, la tecnología de procesamiento, y el transporte del maíz y los bioenergéticos.
Dependerá de si México sigue la tendencia que actualmente se da en Latinoamérica, en la cual los negocios agrícolas rápidamente sustituyen la producción de comida por la producción de bioenergéticos, desplazando a los agricultores pequeños y separándoles de la tierra y de la comida. Depende de que los monopolios mexicanos dueños de la industria de la masa sean descentralizados. Depende de que los campesinos sean apoyados para regresar al campo, que sean provistos con crédito, asistencia agrícola y seguridad en el mercado para que produzcan maíz nuevamente.
Lester Brown, quien trabaja con Worldwatch, recientemente señaló que los bioenergéticos harán que los precios de la comida sean tan caros, que los pobres no puedan comer y que la hambruna se expanda ("El etanol puede provocar la hambruna mundial", Fortune, 21/8/06). El alza en el precio de la tortilla puede ser el primer indicador de este pronóstico.
Es cierto, el aumento del precio del maíz podría ayudar a revitalizar las comunidades rurales de Estados Unidos y México, pero sólo si se implementan cambios estructurales para garantizar que las florecientes industrias de bioenergéticos no desplacen a los agricultores ni la producción de alimentos. De lo contrario aumentará el hambre.
Los problemas que provoca la expansión del sistema alimentario, dominado por las corporaciones trasnacionales, afectan primero a los pobres tanto en Estados Unidos como en los otros países. Los medios de comunicación estadunidenses finalmente han empezado a informar sobre el alza en el precio de las tortillas en México ("Nada parejo en relación al precio de la tortilla", Crónica de San Francisco, 13/1/07). Este problema no afecta únicamente al gobierno mexicano, cuyos ciudadanos comen un promedio de diez tortillas diariamente, ya que Estados Unidos está implicado. ¿Cómo? Revisemos el pasado.
En los años ochenta, México aún era autosuficiente en la producción de maíz, un alimento básico. Al inicio de 1990 el presidente Carlos Salinas de Gortari decidió plegarse a Estados Unidos implementando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) antes de lo programado. Ablandó los controles del maíz importado de ese país y de inmediato las importaciones saltaron de 396 mil a 4 millones 854 mil toneladas métricas, inundando el mercado mexicano con maíz subsidiado y libre de impuestos de Estados Unidos.
Los agricultores mexicanos quienes habían sido privados de los servicios y apoyo gubernamentales desde 1982, gracias a las políticas de ajuste estructural del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (BM/FMI) no tuvieron la capacidad de competir con el maíz barato vendido a un precio inferior al costo de producción. Rápidamente el maíz gringo remplazó al mexicano en el mercado de la tortilla. De hecho, el mercado de la tortilla se consolidó bajo el dominio de GRUMA, un gigantesco consorcio mexicano que procesa el grano.
En el primer año del TLCAN, más de 700 mil mexicanos migraron al país vecino buscando trabajo muchos de ellos agricultores o sus hijos con capacidad de trabajar. De 1994 a 2004, un millón 300 mil campesinos quebraron. Después de 13 años de TLCAN, anualmente llega a ese país un millón de inmigrantes de México y Centroamérica.
Ahora que la autosuficiencia en la producción de maíz ha sido totalmente destruida en México, cuando la mayor parte de la fuerza de trabajo rural está del otro lado trabajando en mataderos, en fincas que emplean migrantes y en industrias mal pagados, sube el precio del maíz. ¿Por qué? Porque las corporaciones Archer Daniels Midlands (ADM), Cargill y Monsanto se están expandiendo en el mercado de etanol fabricado con maíz. Se dedica más terreno al maíz amarillo (para etanol) y menos al maíz blanco (para la harina), elevando muchísimo el precio de la masa y las tortillas. Algunos defensores del área rural lo consideran un "desarrollo positivo". Es bien recibido por algunos productoras de maíz en el medio oeste de EU, como también por las grandes plantaciones en Sinaloa. ¿Sería posible que los campesinos mexicanos vuelvan a producir maíz, que México sea de nuevo dueño de su seguridad alimentaria? Es una respuesta inequívoca: eso depende...
Depende de cuán efectivo es el negocio agrícola drenando las ganancias inesperadas de los agricultores estadunidenses. Los tres grandes (ADM-Cargill-Monsanto) están forjando su imperio: ingeniería genética-procesamiento-transporte, alianza que va a amarrar la producción, el procesamiento y la venta del etanol. (ADM ya se está devorando a las cooperativas de agricultores que producen bioenergéticos.) Ninguna de estas compañías ha compartido sus ganancias producto de la agricultura con los agricultores. Por el contrario, Monsanto está demandando a los agricultores gringos por más de 15 millones de dólares por guardar su semilla. Las tres corporaciones han estado implicadas en actividades ilegales. Es difícil creer que los agricultores serán beneficiados cuando el poderoso trío controla las semillas transgénicas, la tecnología de procesamiento, y el transporte del maíz y los bioenergéticos.
Dependerá de si México sigue la tendencia que actualmente se da en Latinoamérica, en la cual los negocios agrícolas rápidamente sustituyen la producción de comida por la producción de bioenergéticos, desplazando a los agricultores pequeños y separándoles de la tierra y de la comida. Depende de que los monopolios mexicanos dueños de la industria de la masa sean descentralizados. Depende de que los campesinos sean apoyados para regresar al campo, que sean provistos con crédito, asistencia agrícola y seguridad en el mercado para que produzcan maíz nuevamente.
Lester Brown, quien trabaja con Worldwatch, recientemente señaló que los bioenergéticos harán que los precios de la comida sean tan caros, que los pobres no puedan comer y que la hambruna se expanda ("El etanol puede provocar la hambruna mundial", Fortune, 21/8/06). El alza en el precio de la tortilla puede ser el primer indicador de este pronóstico.
Es cierto, el aumento del precio del maíz podría ayudar a revitalizar las comunidades rurales de Estados Unidos y México, pero sólo si se implementan cambios estructurales para garantizar que las florecientes industrias de bioenergéticos no desplacen a los agricultores ni la producción de alimentos. De lo contrario aumentará el hambre.
Holt-Gimenez es Director de Food First
Fuente: La Jornada, 9-2-07
Etiquetas: Biocombustibles, Biofuels, Mexico
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