martes, febrero 08, 2011

Al diablo con el consenso!

Miguel Rodríguez Casellas

BUSCAPIE

03 Febrero 2011 / El Nuevo Día

Peace talk


Detesto el lenguaje conciliador por asumir que los convocados a producir consenso participan equitativamente del poder, sin desbalances ni asimetrías insalvables.

Distinguidos economistas han popularizado la rúbrica mediadora exhortando a zanjar diferencias en favor del bien común. Barack Obama ha entrado en un trance similar tras perder la mitad de su legislatura en noviembre. Nuestro Luis Fortuño articula con lo mejor de sus buenos modales un mensaje de análogo sentido común, abrogándose la definición de lo “común” desde su memoria clasista.

Brechas de inteligencia, honestidad y riqueza complican la negociación. Donde uno pensaba encontrar un adversario ideológico competente descubre un bloque idiotizado que hizo grandes sumas de dinero sin tener que pensar mucho. Donde uno pretendía encontrar a las víctimas oprimidas del capital aparece un sector arribista y buscón que progresa a fuerza de autogestionarse una comisaría de barrio, o su equivalente genérico. Las diferencias entre ambos bandos son de naturaleza estética, pues para la ética son prácticamente gemelos.

A la clase media tampoco hay que exculparla de su miseria aguda mientras siga autoexcluida en las gradas. Esos son los papás y mamás que se quejan de los “revoltosos” de la UPR, los pragmáticos que declaman “mi derecho termina donde empieza el ajeno” entre otros aforismos de postal y Paulo Coelho que guían su fe en la normalidad.

Al diablo con el consenso. Sólo el enfrentamiento directo y descarado deshará este impasse. Ni la Asociación de Constructores de Hogares, ni los gremios que les cargan el equipaje, ni los partidos políticos, ni los “movimientos” oportunistas, ni los pseudoartistas de la cultureta, ni los intelectuales cómodos, ni los bichotes, ni la banca, ni las aseguradoras, ni los empresarios, ni las iglesias tienen como prioridad el bienestar del mayor número de personas. Les interesa, en todo caso, preservar su poder, acallar la disidencia y disimular su pretensión hegemónica con retóricas de diálogo y consenso. Así cualquiera habla de paz. Yo hablo de guerra.

http://www.elnuevodia.com/columna-peacetalk-880186.html

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